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Parque Nacional de TIMANFAYA con SEAT ATECA XCELLENCE

EN ESTE ESPACIO DE LANZAROTE, LAS LLAMADAS MONTAÑAS DEL FUEGO HAN DIBUJADO UN PAISAJE, QUE TIÑE LA SUPERFICIE DE OCRES, NARANJAS, PARDOS Y NEGROS EN UN CONJUNTO ESPECTACUL­AR.

- Texto: Pedro Madera / Fotos: Jaime Sainz de la Maza

El 1º de septiembre, entre las nueve y las diez de la noche, la tierra se abrió de pronto cerca de Timanfaya, a dos leguas de Yaiza. En la primera noche una enorme montaña se elevó del seno de la tierra y del ápice se escapaban llamas que continuaro­n ardiendo durante diez y nueve días. Pocos días después un nuevo abismo se formó y un torrente de lava se precipitó sobre Timanfaya, sobre Rodeo y sobre una parte de Mancha Blanca. La lava se extendió sobre los lugares hacia el Norte, al principio con tanta rapidez como el agua, pero bien pronto su velocidad se aminoró y no corría más que como la miel. Pero el 7 de septiembre una roca considerab­le se levantó del seno de la tierra con un ruido parecido al del trueno y por su presión forzó la lava”.

Quien relata lo ocurrido en 1730 es el párroco de Yaiza, Don Andrés Lorenzo Curbelo. El relato continúa con la descripció­n de la catástrofe, que finalmente haría emigrar a los vecinos tras nuevas erupciones durante los años siguientes.

Según los científico­s que han estudiado el suceso, el volumen de lava pudo alcanzar los 1.000 millones de metros cúbicos y el resultado fue que modificó por completo la antigua morfología de la isla. Casi un siglo más tarde llegarían nuevas erupciones, cuando los volcanes conocidos como Tao, Tinguatón y Volcán Nuevo del Fuego volvieron a llenar de lava la isla. Y, de nuevo, la naturaleza cambió el lugar.

Es en este singular espacio, donde dicen que todo lo que ocurrió no generó tierra muerta, sino tierra recién nacida. Allí descubrimo­s una ruta alucinante hasta para los que son difíciles de sorprender. Porque donde todo fue cubierto por el calor de la lava, el mundo vegetal consiguió colonizar un espacio en el que ahora aflora una gran riqueza biológica con un elevado número de endemismos, tanto vegetales como animales.

Para conocer este entorno, partimos de Varadero, el puerto de la localidad de Puerto del Carmen, uno de los principale­s núcleos turísticos de la isla. Son de sobra conocidas sus playas de arena, como Playa Grande o Matagorda, o las posibilida­des que ofrece para los amantes del ocio nocturno. Pero darse una vuelta por el puerto en el que se encuentran atracados los barcos de pesca, y de paso probar algo de la gastronomí­a lanzaroteñ­a en los locales cercanos, es una magnífica idea.

Tomaremos después la carretera LZ-40 dirección noreste, dejando a un

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