NUESTRO NEGOCIO EDITORIAL CUMPLE 80 AÑOS
Prehistoria infantil, pero rentable
Marzo de 1940. En este mes, hace ochenta años –después de vender en el colegio hispalense de los Escolapios los imprescindibles cuadernos para cada asignatura, en competencia con el padre Gregorio– me convertí en editor de la revista "Lágrimas y Claveles". Una publicación gratuita subvencionada y distribuida por los anunciantes y bien recibida por sus clientes como guía útil de las fiestas primaverales de Semana Santa y Feria.
Se imprimió en el taller de la calle Rioja propiedad de mi profesor de francés, don Mario Mirmán Constantín, y tuvo suficientes anuncios para cubrir gastos y dejar beneficios. Conté, desde el principio, con publicitario a comisión, pero algunos anuncios los contraté personalmente, como el de Bella Aurora: la contraportada, nada menos. Convencí al delegado de la marca en Sevilla, señor Cabadas, mediante el regalo de un sencillo spot radiofónico: "Señora, el niño llora porque se quiere lavar con el jabón Bella Aurora", divulgado inmediatamente por la Cadena SER. Mi programa de las fiestas de Primavera se benefició con una publicidad a buen precio.
Otro anuncio fue de Recauchutados For, de la familia de mi compañero Vicente Abad Ríos, quien comenzaba a destacar como buen nadador. Le regalé un soneto donde se afirmaba: "Cuanto Hermanos Abad recauchutara no se le romperá ni en el infierno, pues lo mismo en su adentro y en su externo, lo deja cual si nada le pasara". Aquella empresa de la calle Trastamara también me contrató una página.
El Rector del colegio colaboró con un precioso soneto al Cristo del Amor; mi padre, con una saeta a la Virgen Macarena y yo mismo aporté algún intento poético.
Aquella serie de revistas fue mi orgullo durante cinco años más como iniciación de otras pequeñas aventuras editoriales, hasta llegar a mi contratación por el periódico "Sevilla". Mi ingreso en este diario lo propició su redactor Manuel Borbujo, quien me entrevistó en plena calle con fotografía y todo. Se publicó con el título de "Un joven polifacético". Mientras me hacía preguntas, y yo le contestaba, le tracé una afortunada caricatura. Se sorprendió y me invitó para conocer al día siguiente la redacción del rotativo. ¡Sorpresa! Allí mismo fui contratado por su director, Celestino Fernández Ortiz, para hacer una entrevista diaria ilustrada con caricatura del personaje. Su antetítulo genérico era "Diga lo que pueda". Y ahí comenzó mi periodismo inicial hasta mi ingreso en la Escuela Oficial de Periodismo, de Madrid.
En 1955, al comienzo del segundo curso, el profesor Luis Arranz Ayuso, uno de los jefes de redacción de "Pueblo", me ofreció estrenar una sección diaria del Motor con el título de "Kilómetro Cero". Pocas fechas después, Manuel Cantó, concesionario para Madrid de las marcas Montesa, Ossa y Sanglas, me contrató como editor-jefe de la revista "Motociclismo", con domicilio en calle Víctor Pradera, 32 y dirigida por Virgilio Hernández Rivadulla.
La escasez de información del Motor en España me sugirió la idea de ofrecer este servicio, sin cargo, a los diarios y emisoras sindicales. Para ello, fundé la agencia "Motor Press". Las emisoras recibían un disco con bastantes informaciones útiles y curiosidades, y los diarios, noticias y reportajes. El título "Kilómetro Cero" me sugirió montar en la Puerta del Sol la oficina inicial de la agencia. ¿Duro trabajo? Sí, pero tuve enseguida la ayuda de dos de mis compañeros en la Escuela: José Gómez Mar y Ángel Miguelsanz Garzón. No tardé en contar con un plantel de colaboradores cuya calidad era tan excepcional como su buena voluntad. Así crecieron nuestras empresas en calidad, extendiéndose desde España a Portugal, México, Argentina y Brasil. Todo comenzó... ¡hace ya ochenta años!