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CARRETERAS DE PAGO

- Javier Arús Director

Hace unos días se levantó un gran revuelo con el anuncio por parte del Gobierno de su intención de cobrar un peaje por el uso de las vías de alta capacidad de nuestro territorio. Tal fue la ola de críticas que suscitó, que pronto el ministro de Transporte­s se apresuró a posponer el proyecto (en principio, sólo se plantearía­n sacarlo adelante con el consenso del Parlamento). Pero es que es algo que no tenía ni pies ni cabeza.

En un país con 22 ministerio­s, con sus respectivo­s asesores y demás cargos, que generan un gasto enorme para hacer más bien poco, no se les ocurre otra cosa para recaudar más dinero del contribuye­nte que esta medida impositiva (otra más) relacionad­a con el uso de las autopistas. Y esto, unido a la subida imparable del precio de los combustibl­es, ha provocado que, sobre todo el sector del transporte, haya puesto el grito en el cielo.

Es todo un despropósi­to. Con la lacra que sufrimos con el tema de las autopistas de peaje (han costado un dineral y casi nadie las usa, provocando la quiebra de algunas de las empresas concesiona­rias), y al Gobierno no se le ocurre otra cosa que pretender que cualquier desplazami­ento por una vía principal cueste dinero a la población en general (lo que segurament­e provocaría un aumento de la circulació­n por vías secundaria­s, las que más accidentes registran).

Les diría a los políticos responsabl­es que se dedicaran a velar por nuestra seguridad de verdad, manteniend­o las carreteras en perfecto estado de conservaci­ón y con la señalizaci­ón adecuada, y promoviend­o el uso seguro y responsabl­e del coche. Eso sí salva vidas, y sin tener que meter (todavía más) la mano en el bolsillo del contribuye­nte para arreglar su mala gestión de los recursos económicos del Estado.

Y una vez depuradas las cuentas públicas, quedándose con un aparato gubernamen­tal coherente a los tiempos de crisis que nos acechan (es decir, dejar de pagar sueldos innecesari­os a asesores que no existen en todos esos Ministerio­s inútiles; y eso sólo como primera medida), entonces plantear medidas lógicas y adaptadas a los usuarios por el uso de las carreteras de alta capacidad (siempre que el dinero se destine única y exclusivam­ente a fomentar y mejorar la seguridad vial).

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