EL SABOR DE LA ARENA
Hay pocas cosas tan divertidas como conducir en la arena del desierto. Flotar, casi volar, sobre esa superficie inestable y caprichosa es una de las experiencias que se graban a fuego en quienes se deciden a cruzar esa breve distancia que separa nuestra península de África y tirar rumbo sur para descubrir la grandiosidad del Sahara.
Aunque no es necesario llegar al corazón del Teneré –clave del antiguo París-Dakar– para vivir emociones únicas a bordo de un 4x4 o una moto, y vérselas con dunas, tolvas y trampas en las que se presentará más de una ocasión de practicar el arte de la pala: basta con una simple aproximación. Eso será suficiente para volver satisfechos, realizados y con arena hasta en los dientes.
El Dakar árabe, por supuesto, continúa la tradición de incluir la arena como aderezo especial. De hecho, la 44ª edición de la carrera iba a contar, como plato fuerte, con una incursión profunda en el Rub al-Jali, pero este desierto de proporciones descomunales (650.000 km2), también conocido como “Empy Quarter“(la cuarta parte vacía de Arabia), ha podido con todos antes de empezar y se ha eliminado del menú. Problemas logísticos, aduce el director David Castera…
Tiene sentido, desde luego, pero no puedo evitar una sonrisa al trasladar la situación a los tiempos de nuestros dakares africanos, “los de verdad”: aquél encuentro de tú a tú con la aventura durante más de 20 días, empalmando más de una etapa con la siguiente –repostar y salir de nuevo–, aguantando gracias al único estímulo de la adrenalina.
En aquél trazado lineal, de avance obsesivo por lugares inhóspitos, sin posibilidades de repesca (con todas las consecuencias que puedas imaginar), la logística era un problema casi exclusivo de los participantes, y la única respuesta del rey Thierry Sabine ante cualquier queja siempre era la misma: “C’est le Dakar, patron”.
Estoy seguro de que una aventurera como Mercè Martí no habría tenido problema en aceptar aquél reto. Atleta, expedicionaria, piloto de avión –con unas cuantas hazañas y títulos mundiales en su haber– y también piloto de coche, a bordo de Porsche clásicos, Mercè fue finalista en las selecciones del Camel Trophy, donde la conocí.
Cazadora de récords, su nueva meta es acometer el Dakar al frente de un equipo integrado solo por chicas: pilota, copilota –Margot Llobera también lo lleva en la sangre–, mecánicas y coordinadora.
Seguro que encontró inspiración tanto en Laia Sanz (que por fin se pasa a las cuatro ruedas, sin dejar de ganar Campeonatos del Mundo en dos) como en Cristina Gutiérrez, que será su rival en la misma categoría T3 (prototipos ligeros). Y seguro que, como ellas, han incluido en su entrenamiento buenas sesiones de pala. En el Dakar, la arena está asegurada.
También hay que seguir a nuestras moteras, la incombustible Sara García y la“rookie”Sandra Gómez, endurista y trialera de talla mundial, que harán lo posible por mantener el legado de Laia. Y, por supuesto, a todos nuestros pilotos (en el Dakar, los copis también lo son) en moto, coche, camión… y en Dakar Classic, modalidad nacida gracias a la tozudez de Ignacio Corcuera“Livingstone”y que en su segunda edición cuenta ya con alrededor de 150 inscritos.