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EL SABOR DE LA ARENA

- Carlos Hernández Presidente/Director Editorial

Hay pocas cosas tan divertidas como conducir en la arena del desierto. Flotar, casi volar, sobre esa superficie inestable y caprichosa es una de las experienci­as que se graban a fuego en quienes se deciden a cruzar esa breve distancia que separa nuestra península de África y tirar rumbo sur para descubrir la grandiosid­ad del Sahara.

Aunque no es necesario llegar al corazón del Teneré –clave del antiguo París-Dakar– para vivir emociones únicas a bordo de un 4x4 o una moto, y vérselas con dunas, tolvas y trampas en las que se presentará más de una ocasión de practicar el arte de la pala: basta con una simple aproximaci­ón. Eso será suficiente para volver satisfecho­s, realizados y con arena hasta en los dientes.

El Dakar árabe, por supuesto, continúa la tradición de incluir la arena como aderezo especial. De hecho, la 44ª edición de la carrera iba a contar, como plato fuerte, con una incursión profunda en el Rub al-Jali, pero este desierto de proporcion­es descomunal­es (650.000 km2), también conocido como “Empy Quarter“(la cuarta parte vacía de Arabia), ha podido con todos antes de empezar y se ha eliminado del menú. Problemas logísticos, aduce el director David Castera…

Tiene sentido, desde luego, pero no puedo evitar una sonrisa al trasladar la situación a los tiempos de nuestros dakares africanos, “los de verdad”: aquél encuentro de tú a tú con la aventura durante más de 20 días, empalmando más de una etapa con la siguiente –repostar y salir de nuevo–, aguantando gracias al único estímulo de la adrenalina.

En aquél trazado lineal, de avance obsesivo por lugares inhóspitos, sin posibilida­des de repesca (con todas las consecuenc­ias que puedas imaginar), la logística era un problema casi exclusivo de los participan­tes, y la única respuesta del rey Thierry Sabine ante cualquier queja siempre era la misma: “C’est le Dakar, patron”.

Estoy seguro de que una aventurera como Mercè Martí no habría tenido problema en aceptar aquél reto. Atleta, expedicion­aria, piloto de avión –con unas cuantas hazañas y títulos mundiales en su haber– y también piloto de coche, a bordo de Porsche clásicos, Mercè fue finalista en las seleccione­s del Camel Trophy, donde la conocí.

Cazadora de récords, su nueva meta es acometer el Dakar al frente de un equipo integrado solo por chicas: pilota, copilota –Margot Llobera también lo lleva en la sangre–, mecánicas y coordinado­ra.

Seguro que encontró inspiració­n tanto en Laia Sanz (que por fin se pasa a las cuatro ruedas, sin dejar de ganar Campeonato­s del Mundo en dos) como en Cristina Gutiérrez, que será su rival en la misma categoría T3 (prototipos ligeros). Y seguro que, como ellas, han incluido en su entrenamie­nto buenas sesiones de pala. En el Dakar, la arena está asegurada.

También hay que seguir a nuestras moteras, la incombusti­ble Sara García y la“rookie”Sandra Gómez, endurista y trialera de talla mundial, que harán lo posible por mantener el legado de Laia. Y, por supuesto, a todos nuestros pilotos (en el Dakar, los copis también lo son) en moto, coche, camión… y en Dakar Classic, modalidad nacida gracias a la tozudez de Ignacio Corcuera“Livingston­e”y que en su segunda edición cuenta ya con alrededor de 150 inscritos.

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