Autofácil

Rugidos Vacío

- Carlos Hernández Presidente Juan Hernández-Luike Consejero Delegado @juanhluike

El 12 de noviembre de 1967, el recién inaugurado Circuito del Jarama comenzaba a inundarse con bramidos de monoplazas de F2 y F1 mezclados en su parrilla. Se trataba de una carrera no puntuable para ningún campeonato, aunque muy importante para la pista madrileña: de ella dependía que el trazado recibiese el marchamo de aptitud para celebrar estas pruebas.

Recuerdo el cosquilleo en las tripas al acercarme a aquellas máquinas que calentaban motores en el paddock del circuito. Y el suave empujón de mi padre, animándome a pedir el autógrafo de mis héroes, Jim Clark y Graham Hill, los pilotos de Lotus, que firmaron mi primer pase de prensa, un pequeño banderín de tela que aún guardo entre mis tesoros.

Desde aquél momento mi vida no ha dejado de girar en torno al Motor, el automóvil, la motociclet­a... hasta los camiones, envenenado por esa pasión casi genética, inspirado por la actividad frenética de aquél que siempre me ayudó a orientar mis pasos con su peculiar estilo –poniendo ante mí desafíos que me sirvieron para crecer– intentando siempre desarrolla­r mi propio estilo. Nunca se me ocurrió siquiera intentar emular el de Enrique Hernández-Luike. Eso sí hubiera sido una misión imposible.

Su espíritu de lucha, sus reflejos como empresario, su generosida­d... me sirvieron de ejemplo. Con él aprendí –todos aprendimos– que no hay nada imposible, que con tesón, ilusión y esfuerzo pueden lograrse hazañas increíbles. Incluso reinventar­se, si es necesario.

Nunca se rindió. Ni siquiera cuando el aire empezaba a faltar en sus pulmones. En ese momento sintió la necesidad de escribir. Pidió lápiz y papel y anotó: “Hola, lápiz!”. Su última poesía sólo tenía dos palabras.

Y de pronto volvieron a mi memoria los rugidos del Jarama, aquellas primeras emociones. Y se me ocurrió que sería bonito llenar de nuevo esa pista ya mítica con todos tus seguidores, discípulos y amigos y dedicarte un último adiós: Que el rugido de mil motores rompa el silencio que has dejado.

Ese es mi sentimient­o ahora mismo, el mío y el de toda mi familia, un gran vacío. Y según voy leyendo los cientos de mensajes que me llegan compruebo que es un sentimient­o generaliza­do; son miles de palabras, de expresione­s de cariño, de recuerdos, de emociones que su pérdida ha generado, que poco a poco van llenando ese gran agujero que me ha quedado en el corazón.

Ayer, cuando llegué al hospital y le vi se me desagarró el alma, me dolió el corazón, me partió por la mitad. Solo me calmó ver a mi madre tan entera, llorando y sufriendo por su compañero de vida. Compañera, la llamaba mi padre en muchos de sus poemas. Tantas veces le mostró su amor en los versos, que dudo que haya mujer en el mundo más feliz ahora con su recuerdo. Mi madre me decía ayer mismo que sus amigas le tenían envidia por lo bueno que era su marido; sin duda, la debían envidiar.

Y si algo tuvo mi padre fue generosida­d desde la mañana a la noche. Ayudó a todo el que pudo, y así se lo dijo a mi hermana horas antes: “A lo largo de mi vida he hecho lo que me ha dado la gana y he disfrutado con todo, he sido generoso y ayudado a los que he podido”.

Sois muchos los periodista­s, amigos, lectores y empresario­s los que estáis escribiend­o con una delicadeza y cariño eterno hacia mi padre; intentarem­os recopilar todo y publicarlo. Yo, por mi parte, intento hacer lo que él siempre ha hecho, atender a quien por él mostraba cariño y atención. Si alguien le llamaba, devolvía la llamada o contestaba los mensajes hasta que la vista comenzó a traicionar­le. Aun así, asistía a cada acto que le pedíamos con ganas y entusiasmo. Llevo horas respondien­do mensajes, llamadas, leyendo despedidas y no faltan epítetos hacia él que refuerzan su grandeza y aportación al mundo del Motor, al periodismo y a la pasión de los aficionado­s.

Con los ojos llenos de lágrimas, sin casi poder ver las teclas, os quiero dar las gracias a todos por querer a Luike, a Enrique Hernández-Luike, al Jefe, por haberle seguido y por trabajar con él.

Nosotros, su familia directa os agradecemo­s todo ese cariño de la familia del Motor, con mayúsculas como él siempre lo escribía. Mi padre, entre sus geniales ideas, propuso hace años que el Automóvil fuese declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por su aportación al desarrollo de la sociedad. Patrimonio al que, sin duda, él contribuyó con cada revista a lo largo de sus 66 años como editor y con su sección Motor de Arranque. Sección que con orgullo me permito continuar y espero que, como poco, hasta sus mismos 93 años en los que, de manera ininterrum­pida, lo ha seguido haciendo con ilusión.

La ilusión nunca la perdió, y no la perderemos nosotros ahora que él no está.

MI PADRE, ENTRE SUS GENIALES IDEAS, PROPUSO HACE AÑOS QUE EL AUTOMÓVIL FUESE DECLARADO PATRIMONIO INMATERIAL DE LA HUMANIDAD

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