Back in USRR
Casi por casualidad viví los momentos previos y posteriores a la disolución de lo que en España llamábamos URSS y los Beatles USSR, y pude ser testigo del reinicio de una gran nación.
Mi primer viaje, en 1990, fue con motivo de la aventura siberiana del Camel Trophy. La Unión Soviética tenía su propio equipo y parecía que el país empezaba a abrirse a Occidente. ¡McDonald's acababa de inaugurar su primer establecimiento en la plaza Pushkin de Moscú! Pero apenas se veían coches en las ciudades –algún Lada, Moskvitch, Volga...– mientras, en las zonas rurales, todavía reinaban las motos Ural con sidecar y, raramente, aparecía un todoterreno Uaz medio destartalado.
La segunda ocasión, en 1992, fue en un periplo hacia el lejano Oriente, cuando mi hermano Juan y yo decidimos seguir el Rallye París-MoscúPekín –conmemoración, en sentido inverso, del Pekín-París de 1907– como informadores, y hacer simultáneamente la megaprueba de un Opel Monterrey en un recorrido de casi 30.000 kilómetros; por carretera hasta Moscú y, a partir de ahí, una gran parte por pistas y desierto.
La ruta nos fue llevando a través de ex-repúblicas soviéticas, recién independizadas, hasta la frontera con China. Ya se había calmado el ambiente tras el fallido golpe de estado contra Gorbachov y su Perestroika y la URSS ya era historia, pero aún pervivían los símbolos de ese pasado reciente y las gentes actuaban con cautela, sin grandes demostraciones.
A partir de entonces, Rusia comenzó a experimentar un desarrollo extraordinario. Y hoy basta echar un vistazo al skyline de Moscú, a sus centros comerciales, al ambiente de sus calles y a la oferta de marcas y modelos de coches, para comprobar que se trata de una sociedad a la altura de los tiempos...
Al menos en teoría. Parece ser que alguien, en lo alto de la cúpula, añora la época de la "soberanía limitada", del control y paternalismo del estado, de la ambición territorial... Quizá echa también de menos aquellos trastos con los que se concedía tan precaria movilidad a sus ciudadanos.