El motor atmosférico V8 ofrece una mayor suavidad y, sobre todo, es muy lineal
Se abandona la tecnología sobrealimentada en el motor y se cambia por una mecánica atmosférica V8 con inyección directa. Un cambio que hace que el RS4 sea mucho más dócil en su funcionamiento a baja velocidad, pero que no pierde ni un sólo ápice de sus extraordinarias prestaciones.
Esta nueva generación, también se ha dulcificado algo en cuanto a su forma de entregar la potencia y se ha buscado una mejor eficacia en su consumo, pero no nos equivoquemos, es un más que destacado representante de la saga RS4, se mire por donde se mire.
Botón para arrancar y... ahí está ese sonido dulce y melodioso, pero con un componente de «motor gordo» que hace que se nos ponga un poco la piel de gallina sabiendo lo que significa. Ahora el V8 de 4,2 litros da 30 CV más que en su versión anterior, manteniendo la misma cifra de par sólo que mientras que la potencia máxima la da a un régimen superior (8.250 rpm frente a las 7.800 del anterior) el par lo hace a menos revoluciones (4.000 frente a las 5.500 del precedente RS4). Con esto que se ha conseguido, pues nada más y nada menos que conseguir una mejor respuesta a bajas revoluciones y casi 500 rpm más en la zona alta del cuentarrevoluciones. Y lo cierto es que la mayor cantidad de par desde más abajo se agradece cuando nos movemos en el lento tráfico urbano y queremos ganar velocidad ya que la respuesta al acelerador es mucho más rápida. No podemos olvidarnos tampoco de que esta generación del RS4 viene con caja de cambios automática de serie, una S Tronic de 7 velocidades que se adapta perfectamente al V8. Aunque hay muchos que no quieren ver «ni en pintura» un cambio automático en un deportivo, lo cierto es que a la hora de la verdad, no se echa en falta, para nada, el tercer pedal; en ciudad es total y absolutamente cómodo y, cuando se trata de correr, no hay nada que reprocharle ya que actúa con bastante corrección a la hora de subir y bajar marchas de manera automática, hay un modo deportivo que se ajusta perfectamente a ese adjetivo y, en todo caso, siempre nos queda la posibilidad de poner la palanca en manual y cambiar marchas con las levas tras el volante. En nuestra pista de pruebas hicimos varias v ueltas en modo automático Sport y en modo manual y, al final, nos decantamos por ir en automático y en aquellas curvas en las que queríamos una marcha más, simplemente con tocar la leva correspondiente í bamos en la marcha que queríamos. En cualquier caso, el motor «tira» con tanta f uerza desde abajo que incluso en aquellos momentos en los que nos podemos «liar» con el cambio, simplemente con apretar el acelerador el coche saldrá disparado como un misil.
Mediante una tecla situada en el panel central se puede elegir el modo en el que queremos ir: Confort (para que los cambios se realicen a medio régimen, la suspensión y dirección sean más blandas), Dy namic (cambia radicalmente todos los parámetros para