Automovil

Radiales KO

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Se veía venir. Todos los que nos movemos en el mundo del automóvil y mucha más gente lo tenían claro desde un principio: las autopistas Radiales eran un error de tamaño gigantesco. Pero nuestros «Padres de la Patria» haciendo caso omiso de los que entienden de esto y haciendo mucho caso a los que iban a construirl­as y, por consiguien­te, llenarse los bolsillos de dinero fresco del contribuye­nte, tiraron para adelante.

Y llevamos con la espada de Damocles sobre el cuello de los contribuye­ntes desde entonces. Uno, que no sabe nada de economía y mucho menos de macro-economía, no entiende muy bien este galimatías. A ver si me aclaro. Unos señores, por medio de sus empresas constructo­ras, deciden ponerse manos a la obra y embarcarse en lo que se suponía un negocio: hacer autopistas de pago para salir de ciudades como Madrid y no «chuparse» el atasco de las más normales autovías (también pagadas por todos los ciudadanos, que no se nos olvide). Las autopistas que se han construido, llamadas en algunos casos radiales, son, desde su concepción, poco menos que patéticas. Unos poquitos kilómetros para salvar otros poquitos de kilómetros de autovía teóricamen­te «atascada» y con un comienzo en una vía «atascada».

Pues bien, ellos se meten en ese negocio, hacen lo que quieren, ponen los precios que les da la gana y si la cosa sale bien y tienen beneficios los reparten entre sus accionista­s, pero si la cosa sale mal (como ya se vaticinaba desde el principio) las pérdidas se reparten entre todos los españoles. ¡Buen negocio! ¿no?

No hace mucho la Ministra del ramo, la señora Pastor anunció a bombo y platillo que «el rescate de las autopistas no costaría ni un céntimo a los españoles». La cruda realidad es que nos va a tocar pagar más de dos mil millones de euros de intereses y otros dos mil cuatrocien­tos de la deuda pendiente. Total, una minucia. 4.400.000.000 €. Lo que decía la Ministra, ¡ni un céntimo! Luego vendrán diciendo que es que es mejor esto que lo otro y que lo hacen por el bien colectivo (de las empresas constructo­ras, se entiende) y que esto es lo justo. Vamos, lo de siempre. Cuando el negocio es bueno ganan ellos y cuando es malo perdemos nosotros.

Ójala siguieran esta política también con los autónomos y las pequeñas y medianas empresas. Pero, claro, en ellas no se sientan luego a la mesa del Consejo los «ex» de los gobiernos de turno.

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