La resistencia
Acabo de leerme la siempre interesante columna de opinión de Miguel García Puente que llamamos «Picando bielas». Un nombre que me inventé yo, muy a pesar del que firma esa sección de opinión, ya que en ella se habla de tecnología de futuro, de reflexiones hacia dónde va el automóvil y no de arcaicos problemas mecánicos como un simple picado de bielas. Pero me parecía un contrapunto gracioso a unas reflexiones futuristas de Miguel, que siempre nos hacen pensar.
Esta vez nos cuenta lo que ha sucedido en el Salón de las Vegas, el CES, donde todas las marcas han concentrado sus esfuerzos en mostrarnos el futuro del automóvil. Se habla más de aplicaciones informáticas, de realidad virtual y de conducciones autónomas, que de coches propiamente dicho. La carcasa, lo que mueve el coche o sus prestaciones ya casi parecen no importar. Lo relevante es cómo lo hace, las soluciones galácticas que no requieren de conductores, ni siquiera de propietarios, sino simplemente de usuarios de un servicio de transporte durante el cual, el bombardeo de infotainment dejan de lado al piloto. Para el futuro parece que ya no piensan en un piloto que quiere disfrutar simplemente conduciendo. En el futuro parece que no tiene sentido montarse en un coche estrictamente para pilotar, sin ninguna necesidad de ir a ninguna parte. Creo que todos los que nos leéis, los que disfrutáis de AUTOMÓVIL durante todos estos años, sois como nosotros, los que la hacemos, apasionados que buscan cualquier excusa para escaparse con el coche para conducir. O sin excusa, simplemente dedicamos unas horas de nuestro fin de semana a irnos con el coche a la carretera de montaña más solitaria y retorcida para volantear.
Pues por lo visto en el CES, parece que quieren acabar con esta afición. Parece que coches más o menos «absurdos» como pueden ser un Range Rover Evoque Convertible o un Bentley Continental GT con un motor de 12 cilindros en forma de W que gasta gasolina como un portaviones, ya no tendrán cabida en el futuro. Y qué decir de los deportivos descapotables. Los biplazas de propulsión trasera, con motores térmicos que meten mucho ruido serán condenados al ostracismo, pero si además son descapotables no tendrán ninguna posibilidad de sobrevivir. A no ser que, después de nuestra generación, haya un grupo de resistencia que se niegue a prescindir de coches con alma y pasión, que inviten a conducir a los que quieren conducir, no transportarse. Confío en que se forme esa célula de resistencia con «humanos» que se exciten con un acelerón, con el rugir de un motor a 8.000 rpm y para los que un trompo en un circuito no sea una catástrofe, sino un momento de goce.
Espero no vivir ese ascenso del automóvil tan inteligente que el ser humano no tendrá nada que decir, nada que hacer y nada que opinar. Espero seguir viendo esos coches «absurdos» como los Range Rover Evoque Convertible, los Bentley Continental GT Speed o los Lamborghini Centenario LP 770-4 que están pensados para un público que también piensan en el coche para disfrutar, no solo para transportarse de un lado para otro. Coches con los que el destino no es lo importante, sino que hacen del trayecto algo interesante.