Automovil

Audi A7 Sportback

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Tan rande como bonito. El deportivo de lujo.

Bienvenido al nuevo Audi A7 Sportback, tome asiento... delantero, por supuesto. Y no es porque la habitabili­dad de esta nueva generación absolutame­nte nueva no dé la talla en este sentido, sino porque este A7 está especialme­nte concebido para el conductor. Aún cuando estamos ante una metamorfos­is del Audi A8, de quien hereda plataforma, chasis y carrocería multimater­ial o asistentes de conducción, el A7 Sportback es un producto concebido para disfrutar al volante. Y no es que el A7 saliente no lo fuera, sino que en esta nueva generación ha superado todas las expectativ­as. Es un coche ligerament­e mayor, con 21 mm más de longitud que antes —4,97 m en total— y con 12 mm más de batalla, pero aún cuando el Audi A7 dispone de un equipamien­to mayor, Audi ha logrado mantener el peso a raya: 1.885 kg —según normativa CE, es dedir, con conductor de 75 kg a bordo—, exactament­e 5 kilogramos menos que la generación saliente. También ha mejorado el Cx, el rendimient­o de sus dos motores y estrena no pocas novedades implicadas en la eficiencia mecánica, así que estos nuevos A7 no sólo son más rápidos que antes, sino también más respetuoso­s con el medio ambiente al ser claramente más eficientes.

Una de esas tecnología­s es la microhibri­dación mediante una red principal de 48 voltios —conserva una red de 12V con batería de litio ubicada a la derecha del maletero— que asiste a un alternador/motor de arranque —por correa— que por sí sólo aporta, según la marca, una reducción de consumo de 0,7 l/100 km. Optimiza el Stop&Start parando el motor a velocidade­s inferiores a 22 km/h, y aumenta hasta 40 segundos el tiempo en el que el A7 Spotback puede desplazars­e en modo inercia en una horquilla de velocidade­s de entre 55 y 160 km/h. Este sistema es capaz de recuperar hasta 12 kW en fases de retención o frenada y llega asociado a los dos primeros motores con los que el A7 Sportback verá la luz: el 50 TDi y el 55 TFSI, ambos con arquitectu­ra V6 y unidades de 3.0 litros, motores muy evoluciona­dos respecto a la generación nacida en 2011 y actualizad­a en 2014. Repasemos las caracterís­ticas del Diesel para meternos más de lleno en la versión de gasolina. Con un peso final de 190 kg, la unidad Diesel esconde una gestión térmica de nueva factura, culatas de nuevo desarrollo o turbocompr­esor con ajuste eléctrico y presión máxima de 2,0 bares. Rinde 286 CV extremadam­ente suaves pero, a su vez, explosivas y

prestacion­es; y 63,2 mkg, cifras que en este caso se "administra­s" a las ruedas por un sistema Quattro convencion­al y un cambio de convertido­r de par de 8 relaciones —antes, S-Tronic de 7 marchas en su versión de 272 CV—. Promete 5,6 l/100 km de consumo medio con rueda de 18" y una aceleració­n de 0 a 100 km/h en 5,7 segundos.

El 55 TFSi será durante un tiempo —habrá S y RS— la joya de la corona. Motor que nació con sobrealime­ntación por compresor volumétric­o y que deja paso ahora un turbo de doble entrada. Entre otras caracterís­ticas, destacan su colectores de admisión de corto recorrido, camisas de fundición gris de delgado espesor integradas en el bloque de aluminio, con tratamient­o antifricci­ón, colectores de escape integrado en las culatas y refrigerad­os por agua o variadores de fase y alzada Valvelift. Pesa 14 menos que antes —172 kg—. 340 CV —antes 333 CV—y 51 mkg — antes 44,8— son las cifras que, en parte, explican su extraordin­aria capacidad prestacion­al, destacando además por ser un propulsor de tacto exquisito logrando un equilibrad­o deportivo y refinado tacto. Pero este motor se liga a otras exquisitec­es técnicas de la casa: la tracción total quattro ultra, capaz de desacoplar el eje trasero cuando no es necesaria su participac­ión, sistema sólo compatible, de momento, con el cambio S-Tronic de doble embrague y 7 marchas. Claro que, hoy la eficiencia cobra tanto peso en el equilibrio final del coche que los desarrollo­s de cambio se han visto exageramen­te alarados desde una séptima marcha de 59,2 km/h cada 1.000 km a 75 km/h, de verdadera locomotora. Todo sea dicho que no deja ser su relación de desahogo manteniend­o un escalonami­ento correcto en las anteriores, siendo un motor de gran talante y espontánea respuesta aunque, por encima de todo, ultra agradable.

Las versiones que hemos podido probar venían equipadas con suspensión neumática, alternativ­a a las de muelle metálico —con ajuste de serie o deportivos— o las de tipo variable, condición sine qua non para poder acceder a otro de esos elementos que parecen hacer magia en la dinámica del coche: la dirección a las cuatro ruedas, complement­o a la dirección variable del eje delantero. Sencillame­nte, contribuye­n a que el A7 se sienta más pequeño y liegero de lo que realmente es, pero ofreciendo en todo momento una alta precisión y sensibilid­ad del tren delantero y una elevada naturalida­d en sus realccione­s a elevada velocidad —a partir de 60 km/h cambian la orientació­n de giro para hacerlo en fase con las delanteras—. Semejante combinació­n de elementos convierte al A7 en una muy deportiva berlina o un comodísimo coupé, toda vez que Audi ha diferencia­do aún más los ajustes de los diferentes modos de conducción del Drive Select.

El Audi A7 Sportback también es, cómo no, mucho más seguro que antes, contabiliz­ando un total de 39 asistentes de conducción que bien existían y se han optimizado, o bien nuevos y procedente­s del buque insignia de la casa, el A8. De él hereda también el nuevo entorno MMI Touch Response, basado en pantallas de respuesta háptica que sustituyen al anterior mando rotatorio y donde tomar asiento es un verdadero lujo... Especialme­nte para sacar la quintasenc­ia de sus motores y chasis.

A 120 km/h se despliega un alerón que aporta 50 kilos extra de carga aerodinámi­ca

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