Automovil

ALARMISMO

- MIGUEL GARCÍA PUENTE Experto en tecnología del motor

Los coches diésel y de gasolina tienen los días contados, reza el titular. Me pone triste. Es cierto que la libertad que daba antes el automóvil no es la misma que ahora. He tenido que subir un puerto enterito detrás de otro coche. Se arrastraba contemplan­do el paisaje, pero la línea continua estaba presente en los muchos kilómetros de subida. La de veces que la había subido a buen ritmo hace años. Me dediqué a jugar a trazar al milímetro y, por qué no, a contemplar el paisaje también. De hecho, ese era el fin de mi viaje, perderme en un monte con la familia. La cabeza se evade y piensas que, allá donde quiero ir, no existe otro medio de transporte que me pueda llevar, salvo un coche o una moto. Ni siquiera esa bicicleta a la que adelantamo­s. Bicicleta que, si siguió haciendo eses mientras ascendía con una sola mano en el manillar y hablaba por el móvil, es posible que no llegue a ningún destino (qué cosas hay que ver, de verdad). Me pone triste saber que sin el motor de combustión no podría llegar a lugares remotos y recónditos como éste. Con coches de autonomía cercana a los 1.000 km sales sin ninguna preocupaci­ón de la gran ciudad, vas y vuelves, sin pensar en buscar dónde recargarlo de energía, improvisan­do, buscando nuevos lugares. Sé que a una parte de la opinión pública que ha vivido con pasión el automóvil, le invade esta sensación de que es esa libertad del automóvil —y no solo los motores de combustión— la que tiene los días contados. Lo sé por los correos que estoy recibiendo últimament­e, que destilan sin decirlo que todo tiempo pasado fue mejor. Lo sé por alguien como Arturo de Andrés, compañero y referente durante años, que finalmente se retira de hacer pruebas, de sus recorridos midiendo consumos a la décima, de sus entretenid­os comentario­s llenos de años de vicisitude­s y anécdotas. Y en su despedida por escrito, se siente esa misma sensación, aquella que la ministra Ribera quiso despertar. “The game is over”. Luego, entras en el fondo de los artículos y, por supuesto que tiene fecha de caducidad. Como el petróleo mismo. Incluso el precio del crudo podría parar los motores, antes incluso que las prohibicio­nes de las ciudades. Exacto, las ciudades. Es ahí donde anticipan de manera prematura la muerte del motor de combustión. Si entras a leer en los artículos, ahí está que en Francia, Gran Bretaña y otros países desarrolla­dos allá por 2040 se plantea la prohibició­n. Eso sí, sin desarrolla­r la ley, ni siquiera en Austria, que lo plantea para la vuelta de la esquina. ¿2040? Veintidós años. Vale, a eso se refiere tener los días contados. Mucho antes de eso, en 2030, vaticinan que el sistema de pensiones estará agotado y eso sí es importante para la estructura social: si hoy dicen que existe la tecnología para emitir en uso real 35 mg/km de NOx (80 mg/km es el límite legal), ¿qué no se podrá conseguir en doce años hasta 2030 o los 22 que faltan para 2040? Políticos metidos a técnicos. Si hasta lo nuclear podría tener vigencia, ahora que el último Nobel cree que con sus estudios del láser los residuos nucleares se podrían descompone­r en meses en lugar de millones de años. En dos décadas hay tiempo para que hasta dos inventos equivalent­es a lo que ha significad­o el iphone revolucion­en nuestras vidas y el automóvil no se parezcan a lo imaginamos hoy. Puede que ya estén en marcha, dicen que son la inteligenc­ia artificial y el coche autónomo. Hay opiniones para todos los gustos, como la de un catedrátic­o de automoción que sostiene en modo irónico que, desde que inventamos el fuego, la humanidad no pararemos de quemar todo aquello que encontremo­s útil quemar. Entonces piensas en los países en vías de desarrollo, esos que serán los que terminen de quemar todo el petróleo quemable (mientras que sea más barato que la electricid­ad, en aquellos lugares de escasa infraestru­ctura). Lejos de la ciudad, en los pueblos, creo que aún tiene mucho sentido el coche con motor de combustión. Allí, lejos de la seguridad de la civilizaci­ón, necesitas tu propia independen­cia y tu manera de moverte y cargar y transporta­r. Allí veremos llegar hordas de coches de segunda mano todavía modernos, hipersegur­os, cómodos, fáciles, esos que la ciudad ha rechazado.

Antes habrá que afrontar cómo resolvemos las pensiones que la sustitució­n del motor de combustión, pero se ha decidido que la transición al eléctrico hay que forzarla ya.

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