Automovil

LA LEYENDA DEL ROLLS-ROYCE AVERIADO

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Un acaudalado personaje y su chófer viajan por una remota carretera en su Rolls-Royce cuando el coche se detiene averiado. Como pueden llaman a la fábrica pidiendo ayuda y en un suspiro se presentan unos mecánicos venidos desde lejos. Los técnicos reparan el coche a gran velocidad y vuelven a desaparece­r haciendo como si nada hubiera sucedido. Durante casi un siglo esta popular historia se ha tenido por leyenda, o como mucho se atribuía, sin más detalles, a un viaje que Rudyard Kipling, el famoso autor de “El libro de la selva”, hizo por Francia en 1932. Incluso en Rolls-Royce nos dijeron que no había datos concretos que la respaldase­n.

Pero en éste número de Automóvil os cuento la historia detrás de la leyenda y la olvidada fuente de la que procede: una carta que Kipling envió a su amigo Claude Johnson, manager de Rolls-Royce, y que fue publicada en 1950 por G. R. N. Minchin en su libro “Under my bonnet”.

Rudyard y su familia iban a pasar la primavera de 1921 en el sur de Francia. Tras un viaje en barco a Argel, en la tarde del 23 de marzo su chófer Taylor les recogería en Marsella con “La duquesa”, un Rolls-Royce “Silver Ghost” de 1913. Su plan era continuar viaje hasta Niza pero “La duquesa” llegó bastante maltrecha. La mala ruta desde Avignon “...había roto la hoja de una ballesta del tren delantero y había destruido o perdido la cola de escape… ¿te imaginas la situación?” Esta es la inesperada avería.

El 24 por la mañana emprendier­on viaje sólo para comprobar que no podrían llegar a su destino: “[La duquesa] nos llevó hasta Hyéres; 2 h 45’ para 240 km de agujeros dignos del infierno, carreteras perforadas y raíles de tren”. Kipling veía sus vacaciones perdidas: si enviaba el coche a reparar a Niza tardaría una semana en recuperarl­o, y no había plaza libre para llegar en tren hasta un mes después. Rudyard decidió pedir ayuda, pero tampoco eso iba a ser fácil.

“Recordé que tenéis una agencia en Niza. En este punto el conserje, armado con un listín de antes de la Guerra me aseguró que no lo teníais. No pude encontrar una dirección así que desesperad­o (después de matar al conserje, como aparecerá en la factura) mandé un telegrama dirigido a ‘Agencia Rolls-Royce, Niza’ y simultánea­mente a R.R. en París para pedir la dirección de Niza, y me resigné para lo peor ”. Era la noche del 24 de marzo de 1921, Jueves Santo, y el escritor se marchó a dormir sin esperanza de éxito. Esa es la petición de ayuda.

A las 9:30 de la mañana del viernes llegó al hotel un telegrama desde París con la dirección del servicio técnico de Niza. Kipling ordenó entonces que repitiesen su mensaje de la noche anterior para asegurarse de que alcanzaba su destino. Pero “La oficina del hotel me devolvió el telegrama porque pensaban que no querría volver a enviarlo ya que ‘ellos’ habían llegado”. Rudyard pensó que era otra broma de mal gusto del conserje pero entonces bajó al garaje…

“... era verdad. Parsons, que solía estar en vuestro taller de París, y un asistente habían llegado en un camioncete de color azul con una ballesta y un escape de recambio. ‘La duquesa’ tenía el frontal subido a unos gatos y a las 10:15 de la mañana el trabajo estaba ya muy adelantado”. La popular historia de los mecánicos saliendo de la nada para reparar el Rolls-Royce es entonces cierta. “Habían recibido mi telegrama y a las 5 de la mañana habían salido de Niza cuando los telegrafis­tas franceses aún duermen. Para mis necesitado­s ojos parecían como hadas vestidas con abrigos de piel de cabra”.

También, como en la historia popular, la operación fue rápida. “... lo tenían todo reparado y probado a las 3 de la tarde. Entonces plegaron las alas azul cielo [de su camión] y se desvanecie­ron camino de Niza. Una ambulancia de campaña no habría sido más rápida que aquel circo ambulante”

Menos de 24 horas después de enviar un telegrama sin dirección a un concesiona­rio desconocid­o de otra ciudad, Kipling tenía a “La duquesa” reparada para continuar sus vacaciones. Ese mismo día, el viernes 25 de marzo de 1921, escribió la carta de agradecimi­ento a Johnson: “Y es para darte todos mis elogios que te escribo esta carta, todavía acalorado y resoplando después de mi rescate. Literalmen­te no nos hemos retrasado ni un minuto; porque igualmente después del viaje Le Havre - Hyéres ‘La duquesa’ necesitaba un día de fiesta”

A veces la Historia es la mejor leyenda.

Menos de 24 horas después de enviar un telegrama sin dirección a un concesiona­rio desconocid­o de otra ciudad, Kipling tenía a ªLa duquesaº reparada para continuar sus vacaciones

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LUIS ORTEGO Historiado­r del mundo del automóvil
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