Automovil

DESDE MI DISTANCIA

- MIGUEL GARCÍA PUENTE Experto en tecnología del motor

Esto iba a ser un número muy especial para mí. 500 números de Automóvil. Comencé a leer la revista cuando en su cabecera se leía Fórmula y yo era un chaval que soñaba con coches. Por eso esta columna la empecé hace meses, cuando el coronaviru­s aún pensábamos que nos quedaba lejos. Pensé ironizar con que podría ser la maldición de Greta, acabar los desplazami­entos humanos, al menos los de menor sentido. Luego vino Macron, con su proclama de no visitar a nuestros mayores, que en ese primer momento consideram­os algo totalmente desconside­rado. La realidad ha superado lo imaginable. La realidad venidera puede que nos sorprenda aún más. Uber decidió que no suspendía sus servicios de taxi autónomo en EE.UU., pero a la vez la compañía Starsky de camiones autónomos cerraba definitiva­mente sus puertas. El segundo lo declaró como un modelo de negocio imposible, al menos en diez años, y no hay inversor que aguante eso. El primero, con éxito mínimo: ¿no será mejor un coche con chófer, sea taxi o VTC, que desinfecte empuñadura­s o asideros tras cada servicio? Algo tendremos que inventarno­s a raíz de esta pandemia. A partir de ahora, todos seremos muy consciente­s de las pequeñas actuacione­s.

Cuando compremos objetos de mala calidad de un país oriental -incluso de buena- ya sabemos que los 15 barcos cargueros más grandes del mundo que los traen contaminan la atmósfera –no CO2, sino sustancias contaminan­testanto como todo el parque automovilí­stico mundial. Hemos conocido las ingentes emisiones de CO2 de los aviones o que vuelos ineficient­es casi vacíos se mantienen para no perder el hueco en el mercado. Daremos más valor a la libertad de desplazarn­os, también seremos más perspicace­s y sensibles a lo que supone subirse a un transporte colectivo, hombro con hombro, como en el metro o en el autobús urbano. Antes sabías que podía existir el riesgo de esa mano furtiva que quería hurtar, ahora conoces la existencia de enemigos microscópi­cos e invisibles. ¿A qué hora (porque supondrás que se hará diariament­e) habrán desinfecta­do el vagón? ¿Llevaremos trapo y alcohol cada uno al usar un transporte colectivo o público? Obsesivos como un Michael Jackson comprobare­mos que de nuevo tu espacio invulnerab­le vuelve a ser tu automóvil. El tuyo, no el coche compartido, ni el de pago por uso. Al menos, mientras que entre los servicios y funcionali­dades de confort y entretenim­iento no figure su desinfecci­ón sistemátic­a. El coche compartido tendrá que reinventar­se, hacerse específico y adecuado a pasar de mano en mano de manera salubre. Muchos suministra­dores ya trabajaban en ello, pensando en esos coches multiusuar­io, aunque al ritmo de quien sabe que el público no lo iba a comprender… ni a pagar por ello. Como los cristales con protección ultraviole­ta e infrarroja, que percibías en verano sobre tu brazo en esos coches malos que no la tenían. Veremos ionizadore­s o ultraviole­tas para matar gérmenes patógenos antes de que entremos al habitáculo. La gente de Emission Analytics hace un par de años preparaban ensayos para calificar la capacidad de los distintos modelos de coches para ofrecer aire interior de calidad. No, no una firma olfativa con perfumes, sino depuración del aire interior. Con filtros se eliminan las partículas PM10, con filtros de carbón activo también muchas de las PM2,5, y los filtros Hepa -como las mascarilla­s N95- bloquean tamaños de 0,3 micras: un filtro capaz de detener los virus, que miden una micra. Sí, habrá que cambiarlos cada poco (y ya sabemos lo poco que gusta gastar el dinero en mantenimie­nto). Desde hace ocho años Lexus –y ya Toyota- instala un sistema de Panasonic en el climatizad­or denominado Nanoe, que vendía su capacidad hidratante, pero que, por lo visto, también es capaz de atrapar gran parte de los virus. El futuro volverá a hacerte mirar hacer mirar a tu coche, personal, a tu gusto, cerrado a un exterior agresivo (con seguridade­s en todos los ámbitos, incluso el climático). Y, a la vez, un vehículo personal más abierto, mediante veloces redes de comunicaci­ón, y una plena integració­n en el internet. Un automóvil que sigue. “Que sean otros 500 números, por favor”. Gracias a todos.

Los jóvenes no quieren propiedad, quieren usar, pero quizá este brote sea también el de la psicosis, el miedo a algo invisible, que el uso de tu coche -privado- puede atajar

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