SUPERCOMPARATIVA
El fenómeno SUV ha enriquecido tanto la oferta que, como en este caso, el novedoso T-ROC y el “éxotico” CX-3 son tan diferentes en forma y función que no hay parecido que valga.
El novedoso Volkswagen T-ROC y "exótico" Mazda CX-3 enriquecen la oferta SUV siendo diferentes en forma y función.
LAS VENTAS CON LAS QUE EL recién llegado Volkswagen T-ROC ha iniciado su comercialización en España vienen a confirmar que la demanda de SUV, sean del tipo que sean, sigue en vertiginoso ascenso. Con un tamaño de 4,23 metros de largo, el inédito T-ROC se ha presentado en el “sub-segmento” que se ha creado entre los SUV urbanos tipo Peugeot 2008 y los SUV compactos tipo Nissan Qashqai. Ahí lleva tiempo el estiloso Mazda CX-3, aunque se actualizó el pasado año, un modelo desarrollado a partir del urbano Mazda2, pero alargado hasta los 4,27 metros y definido como un crossover, lo que vendría a ser un vehículo conven- cional sobreelevado que le reporta igualmente una imagen muy “4x4”. El resto de medidas definen también tanto el diseño como el formato de cada uno. El T-ROC es más alto y ancho (y su plataforma más grande de batalla y vías) y todo esto repercute en lo que vemos y sentimos. Subjetividades al margen, resulta muy evidente la mayor habitabilidad del modelo alemán. Como buen Volkswagen, el T-ROC es un coche muy pragmático y marca mucho las distancias al valorar sus plazas traseras y maletero, por confort, ergonomía y espacio. El T-ROC tiene atributos para considerarlo como un SUV para familias pequeñas, cuando en estos dos puntos el CX-3 pierde muchos enteros para ese planteamiento.
A LOS MANDOS. Delante, las diferencias del espacio medido y percibido a favor del T-ROC puede que ya no sean tan determinantes, pero hay otros detalles que sí pueden influir en el acomodo general. Los asientos del Mazda se antojan algo cortos de banqueta y no encuentras huecos tan generosos en la consola central y puertas para depositar tus objetos cotidianos. El japonés te lleva a un ambiente más deportivo, en cierto sentido quizá más emocional. Y no solo por un cuadro de relojes presidido por un amplio cuentavueltas analógico central. El tacto que recibes del volante y sobre todo del cambio gustará al conductor más entusiasta. El T-ROC es más “neutro” en este sentido, sin que esto penalice en absoluto su agrado de conducción. Además, el VW pone la nota vanguardista con su cuadro de relojes configurable Digital Cockpit (opcional), una pantalla TFT de 11,3 pulgadas que anticúa, si no por diseño (son estilos diferentes), sí por funciones y capacidad y facilidad informativa al del CX-3, aunque el Mazda complemente su cuadro con una pantalla Head Up Display. Por lo demás, el equipamiento en ambos es muy completo y, salvo excepciones, cuentan prácticamente con todo lo que se les puede exigir, con la particularidad que entre estas dos unidades de precio similares, el Mazda ofrece un equipamiento extra muy superior
de serie. Tampoco falta en ninguno la ya tradicional pantalla central táctil desde la que controlamos prácticamente todas las funciones de cada coche. La del “veterano” Mazda nos puede resultar algo pequeña para los tamaños que se estilan ahora, aunque también mantiene una serie de interruptores y un mando principal físico que facilita en muchas ocasiones por su ubicación (en la consola central) y precisión moverse por los diferentes menús, antes que hacerlo directamente sobre la pantalla en marcha.
DOWNSIZING O UPSIZING. Sus mecánicas de gasolina también nos llevan a encontrarnos dos coches en los que, más allá de sus similares potencias, nada es igual… ni tan diferente. Mientras la autodidacta Mazda sigue haciendo de sus motores atmosféricos de alta cilindrada una exclusiva estrategia técnica en defensa de los mismos objetivos que sus adversarios, Volkswagen hace ya tiempo que optó por la generalizada miniaturización y sobrealimentación de sus motores de última generación. De esta manera, el CX-3 se mueve al paso que impone su motor 2 litros de 120 CV y el T-ROC bajo los impulsos de su tricilíndrico 1.0 Turbo de 116 CV. No obstante, aun percibiendo claramente el desparpajo desde muy bajas vueltas del pequeño motor turbo del T-ROC y el tacto natural del atmosférico del CX-3, el resultado práctico final (prestaciones, agrado y consumos) no es tan diferente. Ambas mecánicas se sienten muy finas, suaves y silenciosas, en general muy agradables. El 2 litros del Mazda tiene unas primeras vueltas muy consistentes; quizá sea en la transición por el medio régimen
donde, por comparación, el empuje no resulte tan dopado ni “chisposo” como el del pequeño 1.0 Turbo, pero arropado por un cambio de desarrollos muy bien ajustados a su perfil y unido a un alto régimen muy natural (y a que en la estrategia técnica de Mazda también se tiene muy en cuenta la construcción ligera del coche –84 kilos verificados más ligero el CX-3 que el T-ROC), el Mazda es tanto o más rápido que el Volkswagen. Pero no es menos cierto que el T-ROC te transmite la sensación de rodar más fluido, como que a su motor le cuesta menos ofrecerte el empuje que recibes, como buen turbo que es. Como también, como buen tricilindrico, resulta menos refinado si lo haces trabajar alto de vueltas, allí donde el Mazda empuja con rabia y suavidad. En el consumo urbano sí he- mos encontrado diferencias significativas a favor del “downsizing” T-ROC, pero en carretera a ritmos mantenidos nos ha llamado la atención cómo iguala las cosas el “upsizing” CX-3.
CONFORT DINÁMICO. En cuanto al comportamiento, son dos coches equilibradamente cómodos, eficaces y sencillos de conducir. Las diferencias aparecen ante las situaciones más exigentes y ahí el T-ROC ofrece mejores aptitudes. Por ejemplo, sobre grandes baches o reductores de velocidad urbanos, responde con mayor suavidad. Y su mayor altura libre al suelo te permite circular con mayor despreocupación sobre pistas bacheadas. En general lo sientes más SUV. El CX-3 incluso llega a rozar con el faldón delantero en algunos bordillos cuando aparcas en batería. En carretera son dos coches agradables y de conducción muy sencilla y natural. Pisan con calidad, pero de nuevo con mayor rotundidad el T-ROC cuando forzamos la marcha. El Mazda dispone del sistema G VectoringControl que gestiona el balanceo longitudinal de la carrocería a voluntad para favorecer su comportamiento en curva, pero no consigue tener un paso tan rápido y preciso como el T-ROC. Al moderno VW lo sientes mejor asentado y la electrónica interviene muy bien para conseguir trazadas muy limpias en curva, percibiendo un comportamiento general mejor.