Autopista

ALFA 4C SPIDER

La experienci­a de conducir por las calles de San Francisco no te la puedes perder. A bordo de un Alfa Romeo 4C, se multiplica­n las sensacione­s de subir y bajar esas inmensas cuestas.

- JENS DRALLE | autopista@mpib.es FOTOS: MICHAEL ORTH

Vivimos toda una experienci­a por las empinadas calles de San Francisco a bordo de un Alfa Romeo 4C Spider.

EDDIE ES UNA EXCEPCIÓN. HASTA ahora, todos nos habían dicho que cambiarían sin dudarlo su coche por nuestro Alfa 4C Spider rojo. Con Eddie, las cosas son distintas: “Qué va...”, dice mirando el Alfa Romeo, “no es lo mío”. Acababa de detener su co e al al e la e treet e ae a r tame - te es e ss a ll asta el mar a t r e edra de Fisherman’s Wharf. “Dependiend­o del viento que haga”, nos cuenta poniéndose los guantes de cuero que utiliza para su trabajo, “te llega la peste de los leones marinos que toman el sol en el embar a er se les e r r

Eddie lleva más de 20 años trabajando de bremser o gripman, es decir, de conductor de funicular. a s l atra esa la a esta arr a esta abajo, en tres líneas, arrastrada­s por un cable de acero continuo que transcurre por debajo de las calles. “Puede que mi coche sea más lento que el t er r l me s a a a lle a asear a mujeres de todo el mundo”, dice con una sonrisa de re a a re a e se las lle a e alle s l por las colinas de San Francisco, si me entendéis.”

Viendo la expresión de la cara de Eddie, nos queda claro. Conque esa es la razón por la que no cam- biaría su puesto en el funicular por el asiento del conductor del 4C Spider... “El Alfa es precioso, pero en esta ciudad nunca se va realmente rápido”, nos explica antes de despedirse para su siguiente viaje. “Quizás podríais intentarlo en la Isla Treasure”, a a e m e tras el lar m e a a a tra etear t al l a a asta te es a

Precisamen­te el espacio es algo bastante difícil de se r e a ra s a elle t e a Belleza de la Bahía, está considerad­a una de las ciu a es m s m er as a ertas el m e tr e la tra lt ra esta e se l ar e a - m e t el m m e t er ra al del aroma del Summer of Love 1967 en sus calles. O, r l me s a m s s t s e ele asta - te a marihuana. Pero San Francisco también es una e las a es m s aras el m l s al leres del centro son comparable­s a los de Manhattan.

VAMOS A LA ISLA TREASURE. Esta isla se encuentra a medio camino por el Puente de la Bahía e re a a la er ele e str e 1939 a partir de escombros del gran terremoto de 1906 para alojar una exposición universal. Durante la erra s r a la mar a m ert aer -

dromo, pero actualment­e apenas si tiene habitantes y, alejada de las grandes aglomeraci­ones de turistas, ofrece unas vistas impresiona­ntes a la silueta de San Francisco.

En el contraluz de la tarde se alza orgullosa la pirámide de Transaméri­ca, únicamente superada en altura por la Salesforce Tower, de 326 metros, en el distrito de South of Market. “Me da igual lo alta que sea”, nos cuenta Rock, pasando a nuestro lado en bicicleta. “Parece un consolador gigante”. A decir verdad, la asociación de Rick no va tan desencami a a er te r tam ra al a rmar e la vista desde Twin Peaks es aún mejor?

En el camino de vuelta a la ciudad, los últimos ra s e la tar e ama las e ta as e l s ras a elos del centro. Twin Peaks tendrá que esperar hasta mañana: el Alfa se abre camino por la transitada Market Street y luego gira hacia la derecha, en dirección a Nob Hill. Es sorprenden­te lo bien que se las apaña en la disciplina de arranques y paradas del trá e l s e el e el tra a a e realme te no haya sido diseñado para arrastrars­e de ese modo.

l al a la a a e am s e le em rague no solo sirve para cambiar de marcha después de un buen pisotón al acelerador, sino que también sabe comportars­e con total tranquilid­ad. Al igual que el chasis, que cuando no se trata de correr, lo informa a uno minuciosam­ente sobre el hecho de que las calles más famosas de San Francisco tienen tramos bastante deteriorad­os, como si la tierra sobre la que se asientan estuviera siempre moviéndose para revolverla­s. Realmente estamos cerca de la falla de San r s e t r a a la a s a e ta er l

Dos de las colinas más altas se elevan en una posición bastante central, como si de dos pechos se tratara. Precisamen­te, los misioneros españoles solían llamar a los Twin Peaks “los Pechos de la Chola”. Encima de los pechos hace un viento tremendo, y la niebla, a la que hasta entonces no se le había visto el pelo, tarda apenas un cuarto de hora en cubrir la ciudad como un manto lechoso. “Aquí no es raro que pase esto”, nos explica Megan, que descubre nuestro 4C en una bocacalle de Chinatown y no está dispuesta a moverse del sitio sin que la dejemos antes sentarse dentro. “Es un Alfa Romeo, ¿no?”, nos había gritado desde la calle principal, tirando de su amiga. “Lo conozco por las revistas y me encanta, pero es el primero que veo en la calle. ¡Qué pequeño es!”, observa. “¡Y qué bajo!”, añade al sentarse.

“A mí me basta de tamaño”, había dicho Bryan una hora antes. Este profesor de historia vio el Alfa mientras dejaba su coche en el aparcamien­to de Jason Yaos, en la Sutter Streer, y le sobrevino la nostalgia. “Antes tenía un Spider rojo, pero ahora todo el mundo me dice que soy demasiado viejo para coches así. ¿Puedo sentarme, y me haces una foto con el móvil, para que se lo mande a mi mujer como prueba?”

“¿HABÉIS ESTADO ALGUNA VEZ EN LITTLE

ITALY?”, nos pregunta después de salir del coche. “Tenéis que visitar a Carlo y Johnny del Alfa Center”, nos recomienda, escribiénd­onos la dirección: 857 Columbus Avenue. “Allí llevaba yo el Spider para las revisiones. Es un taller estupendo. Con un Alfa así es imposible conducir por San Francisco sin hacer una parada en Little Italy.” Bryan tiene razón: el barrio del extremo nororienta­l de la península es de visita obligada, máxime cuando para llegar allí basta con girar a la derecha por la Hyde Street y recorrer la Filbert Street. Durante los primeros metros tras el cruce no se advierte nada especial. Sin embargo, detrás de esa casa estrecha y revestida con tablones oscuros, la calle desemboca de repente en un precipicio.

Hacia adelante no vemos otra cosa que el capó de nuestro coche mientras avanzamos colina arriba con algo de canguelo, y después, de repente, nos encontramo­s con una cuesta abajo tan empinada que tardas un momento en recomponer­te. Desde abajo, en la esquina, vemos la Coit Tower alzarse sobre la Telegraph Hill, y la Iglesia de San Pedro y San Pablo. En nuestra imaginació­n, vemos a Frank Bullitt persiguien­do con su Mustang un Dodge Charter R/ T precisamen­te en esta misma esquina, en una de las mejores escenas de persecució­n de todos los tiempos. ¿Se hará la cuesta más llevadera al segundo intento?

“¡Con un coche así, por supuesto”, nos responde Johnny Cestarollo, después de curarle el hipo a un Alfa de Bertone azul oscuro y dejar a un lado su destornill­ador. En los años 80, su padre Carlo se hizo cargo del taller en la esquina de Columbus y m ar es e e t es al me s ara l s a cionados a los Alfa, se ha convertido en una atracción sin nada que envidiar al Golden Gate, símbolo de la ciudad. Con una longitud total de 2,7 kilómetros, ese puente colgante une San Francisco con las Marin Headlands del norte. Más de 120.000 vehículos lo atraviesan cada día.

NOSOTROS, CON NUESTRO 4C SPIDER ROJO,

NO. Tras una breve parada en el extremo meridional del puente, rodamos siguiendo la línea del a e re al s r e la a espués del zoo podéis pararos a la izquierda, en el l e le ar s a a re me a es e all asa s l s r stal r s eser rs si seguís por lo alto de la montaña, llegaréis al l e s esta ra t e s e esa arretera podréis correr a gusto con el Alfa: es una curva detr s e tra al era r s tr s s e al es e r s

 ??  ?? ALFA ROMEO 4C SPIDER
ALFA ROMEO 4C SPIDER
 ??  ??
 ??  ?? COMO PEZ EN EL AGUA La cuesta es tan empinada que necesitas un momento para recomponer­te. Es sorprenden­te lo bien que se las apaña nuestro 4C en la disciplina de arranques y paradas del tráfico.
COMO PEZ EN EL AGUA La cuesta es tan empinada que necesitas un momento para recomponer­te. Es sorprenden­te lo bien que se las apaña nuestro 4C en la disciplina de arranques y paradas del tráfico.
 ??  ?? POR CHINATOWN Megan descubre nuestro 4C en una bocacalle de Chinatown y no está dispuesta a moverse del sitio sin que la dejemos antes sentarse dentro.
POR CHINATOWN Megan descubre nuestro 4C en una bocacalle de Chinatown y no está dispuesta a moverse del sitio sin que la dejemos antes sentarse dentro.
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain