MOVILIDAD SIN MOVILIDAD
Un año más la Semana de la Movilidad se ha cerrado con un incongruente, si miramos con lo que debería pretender un acontecimiento de este tipo, Día sin coches o, en esta ocasión, "La ciudad, sin mi coche". Digo esto porque una vez más, cuando la boca se les llena a los políticos de diálogo y conciliación, no pueden ser más radicales con todo lo que rodea al uso y disfrute del coche particular y todo lo bueno que nos ha dado, nos da, y nos debe seguir dando como vector de evolución, progreso, disfrute de la vida, optimización del tiempo...
¿Qué hacen año a año nuestros políticos por enmendar la plana creando alternativas reales, factibles, al alcance de todos y que no supongan renunciar a un nivel de bienestar que hemos alcanzado históricamente gracias a las cuatro ruedas? La respuesta es única: prohibir, y, a ser posible, a los de siempre, nosotros, los automovilistas -bicis, patinetes... ¿Todo vale?-. El camino se hace andando y ejemplarizando, construyendo alternativas, no destruyendo las existentes, pero esta clase parece que se la perdieron nuestros dirigentes. Y no estoy en contra de la esencia de esta Semana de la Movilidad que es "realizar actividades para promocionar la movilidad sostenible y fomentando el desarrollo de buenas prácticas y medidas permanentes", lo que me duele es el populismo gubernamental que en ningún caso busca conciliar sino prohibir de una manera arbitraria -me recuerda un poco a la l s a e la ara re r a e tes, focalizando y satanizando solo en un único punto de entre las múltiples variables e e e las r as ras re to, creo que ni tú, que lees estas líneas, ni yo que las escribo, estarás en contra de los r s e s ar a ma r e e a rapidez, ahorro y sostenibilidad". Claro que una cosa es predicar y otra dar trigo y aquí poco trigo pero mucho predicamento intentando convencer a golpe de palo, de prohibición, de intimidación...