CAMINO DE LA ESTRANGULACIÓN
Único reto: reducir el tráfico al precio que sea. Lamento escribir esta semana unas líneas que a lo mejor consideras que en poco o nada te afectan, pero cuando las barbas de tus vecinos madrileños veas pelar… Digo esto porque el Ayuntamiento de Madrid anuncia un endurecimiento brutal de los protocolos anticontaminación a partir de ya hasta llegar a paralizar la movilidad de la ciudad aplicando a su manera la Ley de Tráfico que debería “regular los distintos usos de las vías y los espacios públicos urbanos de tránsito y circulación, con la finalidad de armonizar, entre otros, los de circulación y estacionamiento y hacerlos compatibles de forma equilibrada con la protección del medio ambiente”. Así, los ciudadanos de Madrid y alrededores veremos capada nuestra movilidad no solo parcial, sino incluso total, cuando tres estaciones medidoras de emisiones hagan saltar las alarmas a la vez –Madrid tiene una superficie total de 602 km2 con una orografía muy diferenciada según zonas que supera ampliamente los 100 metros de desnivel, pero, una vez más, hacemos la tabla rasa según nos convenga-. Y nada de la almendra central como hasta ahora, toda la ciudad en su integridad afectada, incluso con restricciones a las motos y donde solo podrán tener movilidad total o parcial los vehículos Cero y Eco, aunque vivas en un barrio o una zona donde los medidores de tu distrito no alcancen niveles de alerta. Pues nada, disfrutaremos de una ciudad parada que no está preparada ni por asomo para ofertar un transporte público a la altura de sus ciudadanos, veremos cómo los comercios y empresas empiezan a replantearse sus ubicaciones camino de una preciosa ciudad fantasma sin vida, sin alma –un amigo lector me apostilla con un acertado “más impuestos y prohibiciones populistas, no van a impedir que quien necesite el coche deje de usarlo, solo le van a amargar la existencia, eso sin contar con el negativo impacto que supone para la actividad económica y el empleo”-.#