Reflejo del alma
Un Cayman GTS y un 911 básico tienen la misma potencia, siendo coches con personalidades y precios bien distintos. ¿Cola de león o cabeza de ratón? Si eres porschista, probablemente ya tengas la respuesta.
SI HAY UN COCHE CON ALMA en el mercado ese es el Porsche 911. Lo es por sus curvas, por su arquitectura diferente, por su mirada y por su sonido. Es alemán, pero bien podría ser italiano. A pesar de sus múltiples evoluciones, sigue fiel a un estilo desde que Ferry Porsche lo diseñase y es el espejo en el que todos los modelos de la casa se miran; Cayenne, Panamera, Macan, Boxster, Cayman y lo que venga, por muy eléctrico que sea, quieren y deben transmitir el ADN del 911, porque de lo contrario, al margen de su calidad o funcionamiento, estos "intrusos" no serían auténticos Porsche. El rey de la casa se lleva la fama y subjetivamente es el mejor, pero ¿qué pasa si somos objetivos, pensamos con frialdad
y ponemos en la balanza un aspecto tan importante como el precio? ¿Y la eficacia? ¿Y el placer? ¿Y la practicidad?
El espejo del 911 tiene un bonito reflejo que se llama 718 Cayman. Cuando este modelo salió, las malas lenguas dijeron que era el 911 de motor central que Porsche no se atrevía a hacer, para no asustar a los fieles a la arquitectura de motor trasero. Ahora su máxima expresión, mientras no vuelvan a sacar un GT4, es el Cayman GTS. Se trata de un deportivo biplaza de 365 CV, equipado con frenos más gordos, autoblocante mecánico y suspensión más deportiva. Por potencia similar, en el 911 tenemos al Carrera básico en cualquiera de sus variantes (Carrera, Cabrio, Targa y Carrera T, como el de la prueba). Frente al Cayman GTS la separación de potencia es 5 CV y de precio en unos 20.000 euros. ¿Compensa entonces pagar la diferencia por un 911 cuando el 718 GTS ya es un gran coche? Veamos si es mejor cola de león o cabeza de ratón.
EL JUEGO DE LAS DIFERENCIAS. El 911 emplea un motor de seis cilindros bóxer con tres litros. Lleva dos turbos de geometría fija, uno por bancada, con distribución totalmente variable en tiempo, y de alzada en admisión. El GTS aporta un cuatro cilindros de 2,5 litros, también bóxer. Su distribución es variable en
tiempo y alzada, y lleva un único turbo pero de geometría variable. Los dos se acompañan en este caso del rapidísimo cambio PDK de siete velocidades. Los dos llevan el diferencial autoblocante de serie, mientras que el 911 podría optar por el sistema de dirección trasera.
Está claro que son diferentes pero ¿cuál es mejor? Con datos objetivos en la mano los dos alcanzan un rendimiento similar, con cinco caballos de más a favor del 911. Si nos fijamos en las prestaciones en línea recta, en las que también intervienen el peso, la aerodinámica, los desarrollos del cambio y el tamaño de los neumáticos, tampoco hay tanta diferencia. El GTS es siempre más rápido, pero por pocas décimas que nunca llegan ni a medio segundo. El consumo es más bajo en el seis cilindros, especialmente en ciudad, gracias a que necesita menos vueltas para iniciar la marcha. De momento hay empate. Ahora bien, arrancas uno y otro y… uno suena mucho y bonito, pero artificial, el otro mucho, bonito y a Porsche de toda la vida. Te puedes imaginar quién es quién. Simplemente por el sonido de arranque en frío del 911 muchos pagaríamos convencidos la diferencia de precio que hay entre ambos, y eso que el 718 GTS suena a deportivo.
La arquitectura también es distinta. El 911 lleva el motor detrás del eje trasero y el 718 por delante. El esquema de suspensiones del Carrera es con columnas McPherson delante y un elaborado multibrazo detrás, mientras que su “rival” utiliza McPherson en las cuatro ruedas. Los dos tienen frenada teórica “made in Porsche”, sin rival. Ahora estamos como antes y, de nuevo, ¿qué es mejor? En la calle es una cuestión de gustos, puesto que las diferencias son estéticas o de habitabilidad. En carretera o autopista para una utilización normal te diría que también, elige el que más te guste o te convenga. Pero si quieres ir rápido, ya tienes más variedad. Con las ayudas electrónicas conectadas en los dos poder ir muy rápido con relativa facilidad. Quizá en esta situación el Cayman es el que te pueda parecer más fácil. En los dos
hay que adaptar la conducción si no queremos que aparezca un subviraje. Hay que pararlos un poco antes, más pronto el 911, apoyar bien el tren delantero y empezar a acelerar antes del vértice en los dos, quizá con un poco más de ensañamiento en el Carrera. El paso por curva lenta es más rápido en el GTS simplemente por pesar 73 kilos menos y porque puedes frenar un poco más tarde. En cambio me gusta más el 911 en curva rápida, ya que me resulta más noble. Es cierto que el tren delantero no da tanta confianza al inicio, pero una vez apoyado sabes que el 911 va a traccionar como nadie y, si se va de atrás es porque has quitado las ayudas y te has pasado acelerando; aquí lo hará con nobleza y avisando, mientras que el Cayman cuando se va, como buen motor central, lo hace con más violencia.
TOCA ELEGIR. Las dos unidades de pruebas traían suspensión de dureza variable, siendo más cómodo el 911 en blando y más firme el Cayman cuando lo pones duro. Si te gusta disfrutar de tu coche todos los días en los dos puedes encontrar un buen aliado. En ciudad son igual de prácticos a la hora de moverse entre el tráfico e igual de incómodos para entrar o salir por su altura. Ofrecen decente visibilidad gracias a sus enormes espejos y buenas cámaras traseras. En viajes es posible que aprecies más el refinamiento del 911, si bien éste matiz sólo lo encuentras cuando subes en uno nada más bajarte del otro; si no lo haces, jamás hablarías de falta de refinamiento. Por reviradas carreteras de montaña vas a querer más curvas y menos rectas y es sólo en circuito donde quizá prefieras uno al otro. A mí me encanta lo pron-
to que puedes acelerar en el 911 y lo fácil que resulta frenar con él en complicados apoyos, a pesar del peso detrás del eje trasero. Al GTS no hay que negarle su agilidad en los cambios de apoyo pero a tiempo por vuelta no es más rápido que el Carrera T.
Con datos objetivos los dos son buenos, por lo que la diferencia hay que buscarla en la subjetividad de cada uno. Y es aquí donde el alma del 911 saca una clara ventaja. El de los ojos redondos básico es un gran coche y no digamos ya la emotiva versión Carrera T, que muestra un gran equilibrio; no se necesita más para estar cerca de la felicidad automovilística. Las delicias sonoras y de tacto del seis cilindros son imbatibles, pero también lo es la posibilidad de usar las plazas traseras o convertirlas en maletero con más capacidad que los dos del Cayman. Como anécdota te diré que yo he metido la si- lla de niño detrás y a contramarcha, a mi mujer sentada a su lado y el siempre antipático Bugaboo (carrito del niño) desmontado en el hueco que hay tras los asientos, y me sobraba el maletero y una plaza delante.
Visto el resultado, está claro que ambos son muy buenos, pero el 911 aporta mucha pasión. Sin embargo, en lo que a pasión se refiere el GTS tampoco es manco y, más cuando piensas en frío y comparas precios: Un Carrera básico cuesta 109.000 euros, con PDK 113.000 euros y mi 911 favorito (el GT3 es otra dimensión), el Carrera T, parte de los 124.000 euros. El Cayman GTS con PDK cuesta 89.000 euros. A igualdad de concepto y deportividad, pagar más por más espacio tiene sentido, llevamos haciéndolo toda la vida, por lo que si tu economía te lo permite y la pasión está entre tus demandas, creo que compensa pagar la diferencia. Respeto mucho al 718 Cayman GTS, un coche que me encanta, pero para mí tiene un defecto insalvable, y es que no es un 911.