VELOCIDAD, ¿SIEMPRE CULPABLE?
En 2018 han perdido la vida en las carreteras españolas 18 personas menos que en 2017, es decir, 1.180 en lugar de las 1.198 contabilizadas el año anterior. Visto así, podríamos hablar de positivo haber cerrado el año en negativo, con esa bajada del 1,5%, pero qué triste seguir teniendo que hablar de cifras. ¿Nueva medalla para el director general de Tráfico, Pere Navarro, que ya en su etapa anterior, de 2004 a 2011, recibió el apodo de duro, durísimo? En todo caso compartida (entró en su cargo en julio), aunque está claro que hay que seguir manteniendo el tipo y el calificativo. Y para ello ya se ha puesto manos a la obra.
Aplaudo que el responsable de la DGT atente a conciencia contra el uso del móvil en el coche para atajar de lleno uno de los principales motivos de accidente por distracciones. Pero las restricciones de las velocidades máximas vuelven a ser las protagonistas, la medida fácil y más cómoda, que no por ello más efectiva. Ahora se disminuye la velocidad legal a la que podremos circular por ciertas carreteras convencionales, de 100 a 90 km/h. Los camiones, autobuses y furgonetas, a 80 km/h. ¿Acertada o errónea medida? La DGT dice que el 36% de los accidentes mortales en estas carreteras son por salida de vía, pero ¿la salida de vía es por ir a 100 km/h o por qué hay que señalizar convenientemente ciertos tramos peligrosos?; y que el 28% son por colisiones frontales al realizar los adelantamientos, pero ¿qué va a suponer ir ahora a 90 km/h si tendremos que adelantar al camión que solo puede ir a 80? Y, realmente, ¿qué tienen que ver los adelantamientos con reducir la velocidad? La velocidad, sí, mucho más sencillo que mejorar las infraestructuras como es debido. De qué sirven los informes que se elaboran anualmente sobre los tramos negros de las carreteras si al año siguiente el punto peligroso sigue ahí (el último estudio alerta de un riesgo elevado en más de 3.000 km de la RCE, un 12,1% del total). Y también mucho más sencillo que invertir en una más amplia formación en autoescuelas y colegios. O en trabajar en la mejora de la convivencia vial sin riesgos, con sus derechos y obligaciones ¡para todos! Lo único que deseamos es que los datos de mortalidad que demos en 2020 sean mucho más bajos.