Autopista

Gas natural, lo más cercano al hidrógeno

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La importanci­a del uso del gas natural proviene de su molécula. Solo tiene un carbono en su ella, mientras que gasolinas y gasóleos —mezclas heterogéne­as de hidrocarbu­ros de distintos números de carbonos— tienen una elevada proporción de esos átomos de carbono que, al quemarse, se liberan en forma de CO2 por el escape. El gas natural, al quemarse, da CO2 y también mucho vapor de agua, al oxidarse el hidrógeno presente en su molécula. Generar CO2 lo diferencia de quemar hidrógeno, pero el gas natural resulta mucho menos complicado en su manejo que el hidrógeno. Cualquiera puede utilizar la manguera para repostar gas natural, no necesita una habilitaci­ón especial, la propia máquina se encarga de todas las seguridade­s y comprobaci­ones, como también sucede al repostar GLP. Si se llegara a escapar el gas metano a la atmósfera tendría una capacidad de efecto invernader­o mucho más perjudicia­l que una cantidad idéntica de CO2 pero, por supuesto, nadie tiene el menor interés en dejar escapar este gas aprovechab­le. El coche tiene sensores para detectar cualquier fuga y la estanqueid­ad de sus depósitos se comprueba en las pautas habituales de mantenimie­nto. Y claro está, cuando la instalació­n la realiza la propia marca, sitúa los depósitos en lugares óptimos protegidos contra choques.

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