NUNCA FALLA
Todos los años por esta época sucede lo mismo. Llegan los primeros días de lluvia y los atascos en las grandes ciudades se vuelven infernales. Un trayecto que normalmente realizas en 30 minutos se puede convertir, cuando llueve, en una carrera de obstáculos: coches averiados, accidentes múltiples, unas carreteras que no están preparadas para evacuar tanta agua... que pueden llegar a multiplicar por dos el tiempo que empleas habitualmente. Además, da igual que tires de una aplicación de navegación en el teléfono, porque tarde o temprano te topas con la cruda realidad. O, en el mejor de los casos, tienes que pasar por caja en algún peaje para poder sortear el atasco.
Parece que además a muchos conductores siempre les pilla por sorpresa estas primeras gotas. Y mira que lo vienen anunciando días atrás. Falta de previsión lo llamaría. Y cuando van a activar los limpiaparabrisas se dan cuenta de que ya no limpian, al contrario, entorpecen aún más la visibilidad porque van arrastrando todo lo que han ido acumulando durante los meses de sequía. Y luego están aquellos conductores que no saben cómo desempañar los cristales del coche y los ves haciendo uso de cualquier cosa que tienen a mano, hasta la manga de la ropa, para intentar abrir un pequeño resquicio por el que poder ver la carretera.
Pero vamos a quedarnos con lo bueno y es que por fin llueve. Ya se sabe, al mal tiempo, buena cara.