Autopista

NUNCA FALLA

- TERESA DE HARO tdharo@mpib.es

Todos los años por esta época sucede lo mismo. Llegan los primeros días de lluvia y los atascos en las grandes ciudades se vuelven infernales. Un trayecto que normalment­e realizas en 30 minutos se puede convertir, cuando llueve, en una carrera de obstáculos: coches averiados, accidentes múltiples, unas carreteras que no están preparadas para evacuar tanta agua... que pueden llegar a multiplica­r por dos el tiempo que empleas habitualme­nte. Además, da igual que tires de una aplicación de navegación en el teléfono, porque tarde o temprano te topas con la cruda realidad. O, en el mejor de los casos, tienes que pasar por caja en algún peaje para poder sortear el atasco.

Parece que además a muchos conductore­s siempre les pilla por sorpresa estas primeras gotas. Y mira que lo vienen anunciando días atrás. Falta de previsión lo llamaría. Y cuando van a activar los limpiapara­brisas se dan cuenta de que ya no limpian, al contrario, entorpecen aún más la visibilida­d porque van arrastrand­o todo lo que han ido acumulando durante los meses de sequía. Y luego están aquellos conductore­s que no saben cómo desempañar los cristales del coche y los ves haciendo uso de cualquier cosa que tienen a mano, hasta la manga de la ropa, para intentar abrir un pequeño resquicio por el que poder ver la carretera.

Pero vamos a quedarnos con lo bueno y es que por fin llueve. Ya se sabe, al mal tiempo, buena cara.

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