DE MÚNICH A BARCELONA
Múnich ha intentado recuperar la normalidad de un salón automovilístico como lo entendíamos, dentro de una anormalidad que nos sigue rodeando. Ha sustituido a Fráncfort como gran muestra automovilística alemana y ha contado con todo el potencial posible de sus marcas a nivel constructores y componentes. ¿El resultado? Un híbrido interesante conceptualmente pero poco atractivo para el gran público que siempre ha disfrutado viendo coches comprables o utópicos. Interesante la unidad de la entidad ferial, marcas y la capital muniquesa para “externalizarse” y aprovechar espacios públicos para que el automóvil y la movilidad del hoy y del mañana convivan a pie de calle con el gran público, no solo con el aficionado. Barcelona lo viene intentando desde hace tiempo, pero su Ayuntamiento mira para otro lado.
El año y medio que ha pasado y que nos ha marcado sigue dejando en la industria una herida abierta en forma de falta de suministro de semiconductores que paralizan fábricas y retrasan entregas de coches a clientes interesados en el nuevo producto y que finalmente pueden terminar coqueteando con el VO, aunque también este canal puede verse condicionado por la falta de producto joven ya que, en pandemia, uno de los principales canales del vehículo de ocasión, las flotas y alquiladores, se paralizaron sin renovar sotcks y por lo tanto sin alimentar esta vía siempre interesante de seminuevos con poca edad. Y ante esta situación de escasez de piezas manufacturadas en Asia con una demanda que supera en un 20 por ciento la oferta, el Covid golpea con fuerza esa zona del planeta y cierra países y por lo tanto actividad industrial, afectando, ahora sí, a todas las marcas automovilísticas. Pregunto al presidente mundial de Renault, Luca de Meo, y ya piensa en 2022 como año de la estabilización de este problema, aunque los menos optimistas ven secuelas hasta 2023. Mientras tanto, menos oferta y las marcas privilegiando modelos con mayor margen y donde la demanda que no se cubre hace que nos encontremos incluso con precios más altos o con menos capacidad de descuento. Y todo por esas minúsculas piezas que cuestan unos céntimos pero que condicionan hasta paralizar un producto final que vale decenas de miles de euros.