MUERTE ANUNCIADA
“Estoy preocupado, hay que reforzar el coche. Si quieres aligerar peso ya adelgazo yo unos kilos”, escribió a Chapman. Helmut Marko decía que siempre estaba preocupado: “Jochen se dio cuenta de que estaba en peligro de muerte en los Lotus. Quería ganar el título y dedicarse a su equipo de Fórmula 2 que gestionaba con Bernie Ecclestone. Fittipaldi y yo debiéramos haber conducido para el equipo de Rindt y Bernie en F1”. La sensación de la muerte rondaba en la familia Rindt siempre. Nina comentó en una entrevista: “Un día vi una falda negra en un escaparate y decidí entrar a comprarla, sabía que un día tendría necesidad de ella”. Eso fue una constante en la vida del austriaco, como el tabaco. Aquel 5 de septiembre, a las 11h45, cuatro horas antes de su muerte, estaba fumando en el muro de boxes junto a Roger Benoit, periodista suizo que en Monza del 70 hacía su décima carrera de F1. Me cuenta Benoit que Rindt fumaba más de lo que después vio fumar a Hunt, y que Jackie Stewart, gran amigo del austriaco, les recriminó: “Si seguís fumando esa mierda os vais morir pronto. Rindt se rió, me miró y seguimos echando humo". Cuatro horas después falleció. Benoit me recordaba en Monza, que Rindt falleció a las 15h45, en la última sesión de entrenamientos cuando un eje del sistema de frenos “in board” delantero se rompió a 280km/h a la entrada de la Parabolica. “Rindt no estaba bien atado. Salió despedido del coche, el volante y el tablero de a bordo le había partido el pecho, sesgado la carótida y la tráquea. Parecía invencible, pero sabía que dentro de aquellos coches era muy frágil”. Fue enterrado con el volante de su Lotus entre las manos.