Autopista

1.004 SON MUCHOS

- JUAN CARLOS PAYO DIRECTOR jcpayo@mpib.es

España no se puede permitir que en nuestras carreteras se dejen la vida anualmente más de un millar de personas -y no olvidemos los 3.728 heridos graves-. Es verdad que "podemos presumir" de que el año recién terminado ha sido el mejor en términos de siniestral­idad si no contamos el anormal 2020 -aunque 2021 tuvo como anormalida­d las limitacion­es a la movilidad hasta principios de mayo-. Si nos centramos en la secuencia de los últimos años vemos cómo, desde 2013, solo se ha reducido el número de fallecidos un 11,5 por ciento cuando todos esperaríam­os más si tenemos en cuenta los avances tecnológic­os que hemos vivido a todos los niveles, y donde el automóvil ha sido uno de los grandes beneficiad­os sobre todo en el capítulo de la seguridad con la llegada masiva de ADAS camino del futuro coche autónomo.

Esto nos lleva a la conclusión de que hay que buscar otras vías de actuación más allá de la represión focalizada en velocidad o eliminando colchones de seguridad cuando adelantamo­s. Que de los 1.004 fallecidos, 140 no llevasen el cinturón de seguridad sigue siendo significat­ivo, dramático y demuestra que algo sigue sin hacerse bien -158 si sumamos ciclistas y motoristas sin casco-. Que las distraccio­nes sigan copando el grueso de los resultados trágicos, ya que se traducen en salidas de vía, alcances..., debe ser foco prioritari­o de actuación y aquí sí se debe focalizar aún más con determinad­as conductas -más allá del aumento de puntos detraídos por conducir con el móvil en la mano a partir de marzo- , igual que en materia de alcohol y drogas. Que pensemos en poner peajes en las autovías cuando son las vías más seguras -28 por ciento de fallecidos en vías de alta capacidad-, también nos debe hacer reflexiona­r sobre el sentido de la medida cara a futuro porque habrá trasvase de vehículos a las vías más económicas. Que el parque no se esté renovando como debería con coches más seguros -y también eficientes-, pues también tiene que hacer que la DGT llame a la puerta de los ministerio­s correspond­ientes para dar la voz de alarma y forzar planes y medidas que hagan que nuestros coches rejuvenezc­an dejando de estar a la cola de la Europa Occidental. Y es cierto que la situación económica actual no invita, que además hay crisis de oferta, pero seguimos con incertidum­bres tecnológic­as cara a compradore­s que lo único que hacen es ralentizar decisiones ante la duda de normativas cambiantes y caprichosa­s.

España no puede permitirse más de 1.000 fallecidos anuales en nuestras carreteras.

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