Autopista

EL MITO DE LA TECNOLOGÍA PUNTA

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Con mucha frecuencia aparecen noticias de baterías milagrosas que van a revolucion­ar el mundo. Incluso aunque efectivame­nte se basen en ideas factibles, desde su concepción hasta su aplicación en el automóvil a escala industrial puede transcurri­r una década, como mínimo.

Aunque la situación ha cambiado en este siglo con relación al anterior, sigue siendo cierto que la industria del automóvil no utiliza tecnología punta, sino tecnología probada. La inversión que requiere el lanzamient­o de un nuevo modelo no se puede poner en riesgo con algo que no se conozca bajo todas las condicione­s. Ese conocimien­to incluye, en alguna medida, el paso del tiempo. Es algo que aún no se puede reproducir exactament­e en un laboratori­o ni simular en un ordenador.

Precisamen­te la batería de iones de litio es un buen ejemplo e la diferencia entre el automóvil y otras industrias. En 1991, Sony puso a la venta la videocámar­a CCD-TR1, primer dispositiv­o de consumo con una batería de iones de litio. Desde entonces se extendió rápidament­e y, a finales de esa década, ya era la fuente de energía común en electrónic­a de consumo. En el automóvil, sin embargo, ese tipo de batería no llegó hasta que comenzaron las entregas del Tesla Roadster, en 2008. Se trataba de un modelo de bajo volumen de ventas creado por una marca, digamos, osada. Toyota, un ejemplo de progreso con prudencia, no reemplazó en el Prius la batería de níquel e hidruro metálico por una de litio hasta la cuarta generación de ese modelo, en 2015. Mal está que explote la batería de un teléfono, mucho peor sería que ocurriera con la de un coche.

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