Sukaldean
BAR & RESTAURANTE
El cocinero donostiarra Aitor Santamaria, tercera generación de hosteleros, acaba de inaugurar en el centro de San Sebastián un espacio gastronómico único que ha revolucionado la escena culinaria de la ciudad: Sukaldean. El edificio en el que se encuentra es lo primero que llama la atención, ya que se ubica en un antiguo convento del siglo XIX, convertido hoy en el hotel Zenit Convento San Martín.
La que fuera la capilla de las Siervas de María ha sido cuidadosamente restaurada, sacando a la luz su colorida bóveda, y sustituyendo su función original por la de un bar, donde los clientes disfrutan de cócteles de autor bautizados con nombres tan hieráticos como Confesión, Novicia, Ascensión, Lujuria, Pecador, Agua Bendita o Aleluya. Las bebidas de La Capilla van acompañados por una carta de picoteo de sushi, quesos y embutidos. Quienes quieran tomarse algo al aire libre, también pueden hacerlo, ya que el bar cuenta con una terraza detrás del ábside. Esta terraza está conectada con el restaurante que se encuentra en el piso inferior, a través de un patio acristalado donde un árbol hace de nexo de unión entre ambas zonas.
El restaurante es completamente diáfano, aunque dispone de dos reservados que pueden privatizarse. Entre las mesas del comedor, sobresalen varias barras dedicadas, cada una de ellas, a un producto o tipo de cocina: quesos, embutidos, sushi, parrilla y pintxos. Así, los comensales pueden sentarse en cualquiera de las mesas del comedor y degustar los platos preparados al momento en las diferentes estaciones. Merecen ser destacados el sushi elaborado con ingredientes locales -como el changurro, la anchoa o el queso de Idiazabal-, el delicioso pichón guisado con crema de raíz de perejil, y el helado de piña asada con merengue de café; y por supuesto, los exquisitos desayunos y el brunch de fin de semana.
Ya sea para empezar el día con un energético desayuno, para un almuerzo de negocios, o una cena informal de amigos que termina con copas de Agua Bendita en La Capilla, Sukaldean se ha convertido en un lugar de peregrinaje habitual que no defrauda a nadie. ¡Mano de santo!