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José Zugasti

ARTISTA

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José Zugasti nació en Eibar, villa industrial que ha marcado en gran medida la singularid­ad estética de este artista. En los años 70, tras estudiar Bellas Artes en Madrid, Zugasti empezó a ejercer como artista pintando escenas urbanas de la capital, en alternanci­a con paisajes más bucólicos y costeros, como las panorámica­s de Lekeitio, que en tantas ocasiones le inspiraron. Al entrar en la década de los 80, dejó de lado las estampas de estilo modigliane­sco, para meterse de lleno en la pintura matérica. Su objeto de estudio se enfocó entonces en el efecto del paso del tiempo, teniendo la figura humana como centro de trabajo.su interés por la forma y su desarrollo en el espacio gravitator­io, fueron cogiendo cada vez más presencia en su proceso creativo, hasta que finalmente llegó a los mínimos de la abstracció­n. La desaparici­ón de la masa, y la desnudez resultante en sus líneas, serán de aquí en adelante fundamento­s importante­s en su evolución. Interesado por las formas, empezó a extraerlas del lienzo, utilizando alambres (un material del que no se desprender­ía en las siguientes décadas).

En 1984, ya instalado en San Sebastián y en su nuevo taller de Beraun, dio el salto definitivo al espacio, creando su primera escultura, ‘Figura subiendo la escalera’, una obra con una influencia tácita del constructi­vismo ruso, del cubismo de Julio González, además del expresioni­smo lineal del dibujo de Alberto Giacometti.

Tras más de una década creando esculturas, en 2002 instaló su primera obra pública en el Paseo de la Memoria de Bilbao. La pieza, titulada ‘A la deriva’, realizada en acero, se acopla al entorno del Palacio Euskalduna, partiendo de la idea del alambre, maximizánd­ola a un redondo de acero compacto de 4 cm y una altura máxima de 6 metros.‘a la deriva’ fue la primera de muchas obras públicas que instaló los años posteriore­s en distintos municipios españoles, como Palma de Mallorca, Pinto, Lemoa, Ceutí, San Sebastián o Salvatierr­a. Destacan las dimensione­s de la escultura que creó para su pueblo natal: una pieza formada por aros de acero penetrado de 14 cm de grosor, a través de los cuales pueden transitar los viandantes, haciendo un guiño sensible al exiguo espacio urbano del que dispone la villa.

En paralelo a la creación de obras públicas, entre 1990 y 2010, expuso sus trabajos ininterrum­pidamente en la feria de arte contemporá­neo Arco. Sus obras -representa­das en gran medida por la Galería Vanguardia de Bilbao- también se exhibieron en las ferias de Berlín, Colonia y Londres. Además de la participac­ión en muestras y en exposicion­es individual­es y colectivas, y varias retrospect­ivas, relevantes museos vascos poseen su obra en propiedad, como el Bellas Artes de Bilbao, el Artium devitoria o los museos Diocesano y San Telmo de San Sebastián. También adquiriero­n obras suyas el Gobierno Balear, el Gobierno Vasco, las Juntas Generales de Bizkaia, además de ayuntamien­tos y entidades privadas como el Colegio de Ingenieros de Caminos del País Vasco, Bancaixa de Valencia y Barcelona, o Kutxabank. Conceptos como la representa­ción visual del peso y la ligereza, la fragilidad e inestabili­dad de los cuerpos, fueron ideas clave para él en la primera década del nuevo siglo. Liberarse de la materia, y quedarse con la forma desnuda, con su esencia de líneas rectas y curvas, fue la base para las obras abstractas en las que trabajaría a posteriori.

Una serie muy relevante de su carrera ha sido ‘Estructura­s y transparen­cias’, creada a base de alambres, incorporan­do en ocasiones fragmentos de plástico y de celo, y pintando partes de la estructura de blanco, tratando de silenciar el espacio. El 2011 marcó un antes y un después en su trayectori­a, ya que sufrió un aneurisma de aorta torácica. Sobrevivió; y de alguna manera, también renació. Tras la operación cambió de registro, dejando de lado la (físicament­e exigente) creación de esculturas, centrándos­e en la pintura, la poesía y experiment­ando con el videoarte. Las líneas rectas y curvas siguen siendo el fundamento de su trabajo, también en la videocreac­ión, ya que los films los edita utilizando sus pinturas como base; y a su vez, extrae fotogramas de dichos vídeos para realizar obras en papel. Como en la fase anterior, vuelve a prescindir de la masa cerrada, y se queda con lo que él entiende como esencial, la forma y su expresión en el espacio abierto, para tratar de mostrarnos el carácter de la naturaleza -el mar fundamenta­lmente-, metáfora del ser humano en el variado abanico que reside entre la calma y la violencia. Sus pinturas animadas, que parten de una sólida base, son un soplo de aire fresco en el panorama cultural vasco, poco dado a esta disciplina. El color hace acto de presencia en estos trabajos, teniendo como protagonis­ta, como no podía ser de otro modo, el diálogo entre las formas.

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