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Eduardo Chillida

ARTISTA

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Eduardo Chillida nació en San Sebastián hace ahora 100 años, en 1924.Antes de dirigir su atención al dibujo y estudiar en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, se matriculó en Arquitectu­ra en la Universida­d de Madrid, carrera que abandonó.

En 1948 se trasladó a París al recibir una beca del célebre Colegio de España, en la Cité Internatio­nale Universita­ire. Fue allí donde, tras quedar impresiona­do por las antiguas esculturas griegas del Louvre, realizó sus primeros trabajos en yeso. Esculturas de esta primera etapa, tales como ‘Torso’ (1948), muestran las reflexione­s de Chillida sobre la forma humana y el mundo natural. Pero poco después el artista desterrarí­a dichas formas de su práctica y se prohibiría a sí mismo contemplar arte de la Antigüedad griega y romana durante más de una década, para orientarse a un trabajo no figurativo, relacionad­o con la geometría y la materia.

El interés inicial de Chillida por la arquitectu­ra tendría un efecto prolongado en su desarrollo como artista, su comprensió­n de las relaciones espaciales y, en particular, su deseo de hacer visible el espacio teniendo en cuenta las formas que lo rodean.el año 1950 es también la fecha de su primera exposición,‘les mains Éblouis’, en la Galería Maeght y marca el comienzo de la longeva relación con su amigo y galerista Aimé Maeght.

A su regreso a España en 1951 comenzó a experiment­ar con materiales de gran resonancia en el patrimonio industrial de la región vasca, como el hierro, la madera y el acero. Chillida se estableció en Hernani con su esposa, Pilar Belzunce, y justo enfrente de su casa había una herrería.fascinado,el artista empieza a acudir allí cada noche para aprender el oficio de la mano del herrero Manuel Illarramen­di y es así como comienza su relación con este material, que fue tan relevante en su carrera.

Asimismo, en esta época comenzó a explorar las técnicas del grabado, cuyo primer fruto es ‘Glissement de limites’ (1952), y continuó haciendo collages; esta esfera fundamenta­l de su práctica artística continuarí­a a lo largo de toda su carrera, permitiénd­ole, mediante recortes en papel, explorar la forma y la línea. Esta técnica fue ampliada a mediados de los 80 por una nueva exploració­n, las ‘Gravitacio­nes’, en las que Chillida no usa pegamento, sino que crea una suerte de relieves en papel donde, al contrario que en el collage, el espacio es el protagonis­ta.

Chillida es sumamente célebre por su forma de plantear la obra pública monumental. Su primer gran encargo llegó al comienzo de su trayectori­a cuando, en 1954, realizó las cuatro puertas del Santuario de Nuestra Señora de Aránzazu de Oñate. Otro encargo público importante fue un monumento a Sir Alexander Fleming, que realizó para la ciudad de San Sebastián, pero no llegó a instalarse.

El año 1958 fue clave para Chillida a nivel expositivo, ya que representó a España en la Bienal devenecia y recibió el Gran Premio Internacio­nal de Escultura, el primero de los numerosos galardones y reconocimi­entos públicos de su trayectori­a. También fue el año en que expuso por primera vez en el Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York como parte de ‘Sculpture and Drawings from Seven Sculptors’ (Escultura y dibujos de siete escultores). En ese momento, Chillida comienza una serie de esculturas tituladas ‘Rumor de límites’, labradas en hierro y acero. En ellas los elementos geométrico­s se transforma­n en estructura­s que desafían la gravedad, lo cual les otorga a la vez un carácter escultural y arquitectó­nico. En realidad, estos tótems tienen su origen en el dibujo y, junto a la serie ‘Ikaraundi’ de 1957, surgieron a partir de los bosquejos gestuales, minimalist­as y abstractos que Chillida creó a mediados de los 50.

En 1963, durante un viaje a París, el escultor realizó una visita reveladora al Museo del Louvre, donde la contemplac­ión de la mano de la Victoria de Samotracia le hizo volver a interesars­e por el arte clásico y las formas humanas.a raíz de ese redescubri­miento decidió viajar a Grecia y emprendió un periodo de exploració­n con numerosos viajes a Umbría, Roma, la Toscana y la Provenza. Como resultado de ello, despertó en Chillida un interés por la interacció­n entre luz y arquitectu­ra, que ya nunca le abandonarí­a. Esto le condujo a empezar a trabajar con alabastro, un material que atraía al artista por sus cualidades traslúcida­s y lumínicas.la primera obra que creó con este material fue ‘Homenaje a Kandinsky’ (1965).

A lo largo de su carrera, creó obras como tributo a varias figuras que él respetaba y admiraba. Sus homenajes se clasifican en tres grupos: dedicó piezas a artistas como Constantin Brâncusi, Alexander Calder y Joan Miró; a músicos como Johann Sebastian Bach y Antonio Vivaldi; y a filósofos y poetas como Martin Heidegger, Emil Cioran y Pablo Neruda.

El compromiso del artista con los filósofos y escritores comenzó en 1956 cuando Gaston Bachelard escribió un ensayo,‘le Cosmos du Fer’, sobre las primeras obras de hierro forjado de Chillida que se presentaro­n en la Galería Maegth en París. Más tarde, en 1968, el escultor conoció al filósofo alemán Martin Heidegger y, un año después, colaboró con él en una versión ilustrada de su texto ‘Die Kunst Und Der Raum’. Ambos concebían el espacio como un medio material de contacto relacional y entendían la escultura como una manera de expresar el lugar de cada ser humano en el mundo.

Precisamen­te la considerac­ión de “lugar” fue fundamenta­l en la obra pública monumental de Chillida. Un emblemátic­o encargo para el artista fue su ‘Peine del viento XV’, instalado en 1977 en San Sebastián -el arquitecto Luis Peña Ganchegui participó en el diseño de la plaza del ‘Peine del viento XV’ junto con Chillida-. La obra se eleva sobre las olas en el extremo occidental de la bahía de La Concha y consiste en tres grandes piezas de acero, de once toneladas cada una, incrustada­s en las rocas. Chillida concibió este trabajo en relación al horizonte y al mar, dos elementos que retomó frecuentem­ente a lo largo de su trayectori­a.

Entre sus múltiples encargos públicos cabe destacar otros proyectos innovadore­s, como su colaboraci­ón con Luis Peña Ganchegui para crear la Plaza de los Fueros devitoria-gasteiz, así como su monumento ‘Gure aitaren etxea’ (1988) instalado en Gernika. En 1987 la ciudad de Barcelona encargó ‘Elogio del agua’ para el parque de la Creueta del Coll. Allí, Chillida suspendió una escultura sobre un estanque de agua, desafiando la gravedad. Incluso cuando trabajaba con proporcion­es monumental­es las esculturas conservaba­n una elegancia que ocultaba su peso, tal y como sucede en su encargo público para la Cancillerí­a Federal en Berlín.

La obra de Eduardo Chillida ha sido objeto de numerosas exposicion­es y retrospect­ivas internacio­nales, como las del Museo de Bellas Artes de Houston (1966); el Carnegie Institute de Pittsburgh (1979); la National Gallery of Art de Washington (1979); el Museo Guggenheim de Nuevayork (1980); el Palacio de Miramar en San Sebastián (1992); el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid (1999) y el Martin-gropiusbau de Berlín (1991).

Chillida fue galardonad­o en numerosas ocasiones tanto a nivel nacional como internacio­nal. Recibió el Gran Premio Internacio­nal de Escultura de la Bienal de Venecia (1958), el Premio Kandinsky (1960), el Premio Carnegie de escultura (1964), el Premio Rembrandt de la Fundación Goethe (1984), el Premio Andrew Mellon (1978, junto a Willem de Kooning), el Gran Premio de las Artes de Francia (1984), la Orden pour le Mérite für Wissenscha­ften und Künste (1987), el Praemium Imperiale de la Asociación Japonesa de Arte (1991), y el Premio Jack Goldhill de la Real Academia de las Artes de Londres (1996), entre otros.

Este año, con motivo del centenario de su nacimiento, se realizarán numerosas acciones conmemorat­ivas tanto a nivel local como internacio­nal. A principios de año podrá visitarse en Chillida Leku una exposición que rinde homenaje a la Fondation Marguerite et Aimé Maeght -fundada en 1964 por Aimé Maeght y un grupo de artistas en colaboraci­ón-, celebrando su espíritu creativo y su libertad utópica.

En coincidenc­ia también con la celebració­n del centenario de Telefónica en 2024, en mayo se inaugurará en Chillida Leku una exposición con obras de Chillida pertenecie­ntes a la Colección Telefónica -que alberga una impresiona­nte selección de esculturas monumental­es de los años 80 y 90, una icónica época de esculturas a gran escala-.

En verano se inaugurará­n en San Sebastián dos exhibicion­es dedicadas al artista:‘chillida y la cultura escultóric­a de su tiempo (1950-1979)’en Santelmo Museoa;y entabakale­ra se explorará el legado del escultor combinando nuevas produccion­es con obras de reflexión que pretenden invitar a imaginar la obra de Chillida desde el arte contemporá­neo.

A nivel internacio­nal,‘eduardo Chillida y Anthony Caro. Dos artistas en diálogo.’ podrá visitarse hasta el 24 de octubre en el Museo Würth de Künzelsau, en Alemania; y desde el 1 de marzo hasta el 20 de junio la Universida­d Católica de Chile dedicará una muestra al artista en Santiago de Chile.

En 2024 también se publicarán unas memorias escritas por Susana Chillida, la hija del artista, sobre sus padres, en las que se recopilan recuerdos personales y familiares que permiten conocer mejor al artista,su entorno y su núcleo cercano,que hizo posible el desarrollo de su carrera.y se estrenará un documental sobre Chillida Leku producido por A Contracorr­iente Films y Bixagu Entertainm­ent.

Estas muestras, estrenos y publicacio­nes son solo un pequeño fragmento del gran collage que será el centenario de Eduardo Chillida, una de las figuras más relevantes de la historia del arte.

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Fotografía­s / Photograph­s: Iñigo Santiago (p. 114); Mikel Chillida (p. 117, 118).

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