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Paisaje ganadero

El paisajista y ganadero Jesús Moraime se define como un hombre versátil con alma de jardinero. En BEEF! lo vemos como un hombre del Renacimien­to: fotógrafo, coleccioni­sta, escritor, decorador, artista y ahora también hotelero rural. Lo visitamos en su fi

- Fotos: CLARA URQUIJO Y JESúS MORAIME Textos: ÁLVARO CASTRO

“ME HACE FELIZ COMPARTIR CON OTRA GENTE UN LUGAR TAN ESPECIAL”

La tradición ganadera me viene de familia. En mi caso, las vacas llegaron desde Galicia a mi finca de La Vera, al pie de la Sierra de Gredos (en su parte extremeña) hace 15 años. Siete vacas y dos toros que nacieron en el Parque Natural de la Sierra do Xurés, en el sur de Orense, cerca de Celanova y en la frontera con nuestro país vecino”, comienza relatando el paisajista Jesús Moraime. Moraime adora Galicia (donde tiene sus orígenes) y Portugal. Pasa mucho tiempo en Lisboa. Es paisajista y conoce como nadie los jardines de la capital lusitana. Por eso lo mismo hace fotos de ellos que expone en el Real Jardín Botánico de Madrid, que edita una exquisita colección de libros con textos suyos y de Ray Loriga, que colecciona antigüedad­es y arte contemporá­neo que atesora en su casa de Madrid o que te monta una cena majestuosa en la que todo, de la vajilla al menú elegido, conecta perfectame­nte con su personalid­ad y gusto (por manido y cursi que suene el término). Su faceta de hotelero no es menos compleja. Por una parte su vida urbana la comparte en Lisboa con sus apartament­os Baixa House (www.baixahouse.com) y con un nuevo proyecto hotelero en Oporto (w w w.massarelos­house.com). Por otra hace lo propio con su vida en el campo junto a esas vacas especiales en sus Casas del Naval, en Villanueva de la Vera (Cáceres).

VACAS ELEGANTES

“Estas vacas tienen una belleza singular –declara–. Llegaron a mi vida por una cuestión de paisaje. Son pastadoras­se gadoras y a la vez un elemento bucólico integrado en una escenograf­ía natural. Como paisajista me apasiona la combinació­n de vistas, vegetación y agua. En La Vera tengo todo eso”. Son de talla pequeña, esbeltas, con una capa de color castaño claro en el caso de las hembras y con un manto negro en el de los machos. Ojos pintados, bociblanca­s, patas pigmentada­s, plumero negro en la cola y altos cuernos en forma de lira alta. Dicen los expertos en filogenia que la raza cachena es, de las actuales razas de bóvidos, una de las más cercanas a sus ancestros salvajes. Por un lado, al haber sido poco manipulada­s por el hombre, conservan rasgos propios de las especies silvestres, dimorfismo sexual y una limitada

“LAS CACHENAS PASEAN AHORA SUS TESTAS CORONADAS DE ALTA LIRA, PARA QUE LAS TAÑA APOLO, POR ESTA NUEVA ARCADIA A LOS PIES DEL PARNASO, PARAÍSO TERRENO ESTE DE LAS CASAS DEL NAVAL”

producción de carne, pero con unas ricas cualidades organolépt­icas. Él vende esa exquisita, delicada y deseada carne (más allá de lo orgánico) como un ganadero exclusivo y boutique. Solo para amigos, conocidos y a los lectores de BEEF! (más informació­n y pedidos en cachenasde­lavera@gmail.com).

E l cercano contacto con el hombre en el mundo minifundis­ta galaico-portugués la han convertido en una especie sumamente dócil. Las cachenas, pertenecie­ntes al grupo de las morenas gallegas, formaban parte del núcleo familiar humano como animal de carga y trabajo, tirando de carros y arando los campos, produciend­o carne y escasa pero muy grasa leche. También estiércol con el que se abonaban los campos de la familia. Su cuarto estaba junto con el resto de las “bestias” –ovejas, cerdos y gallina– en el piso inferior de la vivienda, contribuye­ndo al calentamie­nto del piso superior. Las morenas gallegas ocupaban este lugar en las zonas más pobres y montañosas del interior gallego y de la región del Minho portugués, frente a la rubia gallega que se enseñoreab­a de los mejores pastos de Galicia. La desaparici­ón de este tipo de economía familiar vinculada a la tierra y la introducci­ón de razas más productiva­s han dado al traste con la cabaña ganadera cachena hasta su extinción en Galicia y la reintroduc­ción a finales del siglo XX con efectivos portuguese­s.

U no de los primeros grupos de cachenas que salió

de Galicia fue el que en abril de 2004 llegó a las tierras del valle de la Garganta Naval en La Vera cacereña. “Un paisaje similar al de su lugar de origen les esperaba, montes de granitos y cuarzos, brezales, jarales y madroñales” explica. Todo bajo un dosel arbóreo de pinos, robles, alcornoque­s y fresnos, junto a breves vegas a orillas de ríos de montaña.

CASAS EN UN ESCENARIO

Un paisaje al pie de la telúrica mole del Almanzor, en la Sierra de Gredos, que pasó a ser una segunda Arcadia al pie del Parnaso, y las cachenas, las musas del cortejo de Apolo. Según fueron naciendo las hijas de aquellas siete vacas gallegas, se las bautizó como las inspirador­as de las artes, y Talía, Melpómene, Calíope, Terpsícore, Clío y otras cuantas más pasean ahora sus testas coronadas, de alta lira para que las taña Apolo, por este paraíso terreno de Casas del Naval”, concluye.

“Desde niño me fascinaba La Vera por su paisaje, su abundancia de agua y la frondosida­d de sus bosques en Extremadur­a”, recuerda. Un lugar, siendo él medio gallego, especialme­nte inesperado. “Por circunstan­cias familiares llegué a La Vera en 2001, el día de San Juan me enseñaron el que sería mi lugar en esta comarca privilegia­da. Diez hectáreas junto a la Garganta Naval, un prado a orillas de la misma, un castañar, un robledal mirando a la sierra y un pequeño olivar mirando al sur. Dos años pasaron hasta que estuvo acabada La Casita de San Julián. Mientras, no paraba de invitar amigos a hacer pícnics con toda la ilusión de que conocieran este trocito de felicidad terrena”.

Al lugar, que en el pueblo conocían como el Paraje de Los Jardines –nada mejor para un jardinero de alma y cuerpo– lo puso bajo la advocación de su santo gallego de Moraime (Moraime es el nombre “artístico” de Jesús, que en realidad se apellida Martín), llamándolo San Julián del Naval. L a primera casita surgió a partir de un cuarto de aperos existente y tomó forma de pequeña iglesia de filiación visigoda, con planta de cruz latina. “Alrededor de la casita del ferroviari­o, cómo la llamaba un gran amigo mío, pues le recordaba a ese tipo de casas junto a la vía del tren, surgió el primer jardín de un jardinero, rememora. Proporcion­ado al tamaño de la casa, ordenado y equilibrad­o como ella, atiborrado de color e ilusión, recordando a santos martiriale­s de empeño hispano, a almunias hispanois lámicas y al desmedido gusto inglés por la flor. Un pequeño retiro en medio del bosque, entre el rumor del agua y el trino de los pájaros. En San Julián fui y sigo siendo feliz y un día decidí que quería compartir esto con otras gentes que lo apreciasen, y comencé a alquilarla”.

Con esta misma filosofía empezó a habitar otros lugares de la propiedad “que para entonces ya había crecido por ese Animus Apropiandi que le da al que comienza a poseer tierra –más que posesión, es un deber de cuidar y mejorar la tierra por hoy y por el futuro, lo que se Quiere se Cuida– y por la necesidad de ampliar pastos para una familia vacuna que no paraba de crecer”, explica. Surgió La Casa de Las Encinas, muy diferente a San Julián, mayor de tamaño, en medio de un amplio prado y abierta al paisaje. Y más recienteme­nte, La Casa de La Junta, otra vez pequeña, en medio del bosque y con unas deliciosas ventanas a la sierra y el llano. “Me hace feliz compartir con otra gente un lugar tan especial y mi manera particular de habitarlo junto a las vacas”. www.casasdelna­val.com

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 ??  ?? La abundancia botánica de la comarca enriquece la alimentaci­ón del ganado que pasta gramíneas y otras hierbas, a la vez que ramonea fresnos, quejigos, labiérnago­s y madroños, lo que contribuye a la calidad de sus carnes.
La abundancia botánica de la comarca enriquece la alimentaci­ón del ganado que pasta gramíneas y otras hierbas, a la vez que ramonea fresnos, quejigos, labiérnago­s y madroños, lo que contribuye a la calidad de sus carnes.
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 ??  ?? En Villanueva de la Vera (Cáceres, Extremadur­a), en el campo, el ganadero y paisajista Jesús Moraime contempla sus vacas con la Sierra de Gredos como telón de fondo. De su mano iniciamos una serie de reportajes de ganaderos con un plus.
En Villanueva de la Vera (Cáceres, Extremadur­a), en el campo, el ganadero y paisajista Jesús Moraime contempla sus vacas con la Sierra de Gredos como telón de fondo. De su mano iniciamos una serie de reportajes de ganaderos con un plus.
 ??  ?? La vaca Polimnia, junto a su ternera Alfonsa. Las cachenas de la Vera viven todo el año en libertad y paren sin ayuda un ternero por año.
La vaca Polimnia, junto a su ternera Alfonsa. Las cachenas de la Vera viven todo el año en libertad y paren sin ayuda un ternero por año.
 ??  ?? En Casas del Naval producen su propio aceite ecológico, que se puede degustar siendo huésped. El olivar está reservado a los terneros jóvenes que contribuye­n a su abonado y a eliminar los chupones sin afectar el ramaje de la copa.
En Casas del Naval producen su propio aceite ecológico, que se puede degustar siendo huésped. El olivar está reservado a los terneros jóvenes que contribuye­n a su abonado y a eliminar los chupones sin afectar el ramaje de la copa.
 ??  ?? 1. Las sombras de los árboles se aprovechan para disfrutar de largos y relajados almuerzos camperos al aire libre, en los que disfrutar los guisos de carne y los aceites de la propiedad. 2. Las gargantas del Naval y de Gualtamino­s atraviesan la propiedad, las vacas saborean los tallos del apio bravo y meten la cabeza en el agua para comer las largas melenas de los ranúnculos. También beben el agua fresca de las montañas. 3. En la cocina con vistas al paisaje se cocinan hortalizas de temporada y las carnes de las cachenas y las hierbas de los jardines que rodean la casa. 4. La Casita de San Julián, con su colección de rosas antiguas entre las que se mezclan salvias, romeros, mentas y tomillos, que contribuye­n a los platos caseros de las Casas del Naval. Con las hojas de salvia hacen uno de los platos de más éxito: hígado ecológico con remolacha y nata.
1. Las sombras de los árboles se aprovechan para disfrutar de largos y relajados almuerzos camperos al aire libre, en los que disfrutar los guisos de carne y los aceites de la propiedad. 2. Las gargantas del Naval y de Gualtamino­s atraviesan la propiedad, las vacas saborean los tallos del apio bravo y meten la cabeza en el agua para comer las largas melenas de los ranúnculos. También beben el agua fresca de las montañas. 3. En la cocina con vistas al paisaje se cocinan hortalizas de temporada y las carnes de las cachenas y las hierbas de los jardines que rodean la casa. 4. La Casita de San Julián, con su colección de rosas antiguas entre las que se mezclan salvias, romeros, mentas y tomillos, que contribuye­n a los platos caseros de las Casas del Naval. Con las hojas de salvia hacen uno de los platos de más éxito: hígado ecológico con remolacha y nata.
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