DE ANDAR EN BICI HASTA PASEAR EN BICI
Si tendría que resumir en una sola palabra mi experiencia con las bicis esta sería sin duda la de “evolución”.
Desde mi primera bicicleta de la primera comunión, una BH plegable, hasta mi actual bici de montaña de 27,5” con doble suspensión y tija telescópica han pasado más de 40 años. Como podéis imaginar durante tantos años he pasado por diferentes modelos de bici y cada uno de ellos representa a las diferentes etapas de mi vida desde la infancia, juventud y ahora la edad adulta. Inicialmente eran siempre bicis de carretera y posteriormente con la aparición del fenómeno del Mountain Bike pasé a la bici de montaña.
Tal vez lo más importante sea la influencia que “la bici” ha tenido directamente en mi vida. Se puede decir que la bici ha pasado a ser una manera de entender mi día a día ya que forma parte de la mayoría de momentos de mi tiempo de ocio, de mis vacaciones, de mi estado físico y anímico… es mi biciterapia. Pero sobretodo lo más importante forma parte de muchas de mis relaciones sociales. Ahora tengo 53 años y después de cumplir algunos retos personales como fue acabar con dignidad una prueba local de maratón en bici de montaña, puedo decir en voz alta que me encuentro seguramente en la etapa más enriquecedora de mi experiencia como aficionado al ciclismo.
Finalmente he descubierto el sencillo placer de pasear encima de la bici con una buena compañía. Quiero hacer especial énfasis en la diferencia entre las palabras “andar” y “pasear” en bici. En mi anterior etapa siempre andaba en bici para hacer las rutas con otros ciclistas con más o menos afinidad y de parecidas expectativas deportivas; Pero por lo menos yo, siempre andaba en bici con un encubierto espíritu competitivo y de rivalidad. En cambio en la actualidad disfruto del tiempo del paseo con el único de objetivo de compartir la ruta con mis compañeros en una animada charla. Resulta muy curioso comprobar como a menudo el esfuerzo en la montaña sobre la bici crea profundos vínculos entre los miembros del grupo tan intensos como con los que existen con amigos íntimos de la infancia. Al llegar a los avituallamientos aprovechamos para compartir bebida y comida o comentar con otros grupos diferentes variantes de las rutas y senderos inéditos. Nunca importa esperar a otro compañero que echa el pie a tierra en una fuerte pendiente de subida o que se amontona con una bajada muy técnica. En definitiva, la solidaridad para ayudar a otros compañeros con problemas mecánicos o físicos forma parte de la experiencia. Un deseo para el futuro sería que las nuevas tecnologías de las eBike lleguen a mi vida y me permitan descubrir nuevas experiencias sobre la bici.
Solo una línea más para mencionar a algunos antiguos compañeros que por diferentes razones han dejado de pedalear a mi lado con la esperanza que algún día la bici nos vuelva a unir en una ruta.
(Vitoria-Gasteiz)