EL ABISMO
BOLIVIA ESCONDE UN MONTÓN DE RINCONES QUE TE DEJAN CON LA BOCA ABIERTA. NO SÓLO PORQUE A 4.500 METROS DE ALTITUD NECESITAS RESPIRAR POR CUALQUIER ORIFICIO Y BOQUEAS COMO UN PEZ FUERA DEL AGUA. SINO PORQUE LOS PAISAJES BOLIVIANOS SON ABSOLUTAMENTE EXTREMOS
La carretera de la Muerte es conocida en todo el mundo. Y allí estuvimos.
Los Andes, la selva, el desierto, el altiplano... todo cabe en este país empobrecido y sin embargo tan rico. Y por encima de todos estos paisajes destaca uno: la carretera más peligrosa del mundo, la tumba para cientos (sí, cientos) de personas durante años. La temida Carretera de la Muerte. Este es el cuaderno de bitácora de uno de los descensos en bici más impresionantes del mundo.
Es el segundo país más pobre de América Latina, una combinación entre altiplano y selva, con altitudes extremas en plena cordillera de los Andes. La amabilidad y un trato familiar con el ‘guiri’ son la norma, y además su gastronomía es rica e interesante. Claramente es un país por descubrir, especialmente para los amantes de la montaña, y con la bicicleta vas a poder acercarte a algunas de sus múltiples dimensiones.
6.30 DE LA MAÑANA. LA PAZ.
El despertador del móvil me encuentra desvelado. Las noches a 3.500 m en La Paz son de todo menos placenteras. Es difícil conciliar el sueño. A esta hora de un sábado de verano me recogen en el hotel los muchachos del Team Madness, con quienes he contratado el tour en bici por la Carretera de la Muerte. Un autobús todoterreno, como la mayoría de los autobuses en Bolivia, asoma por la oscuridad de las calles pacenses y me transporta junto a otros turistas igual de ojerosos como yo, hasta el garaje que tiene la empresita, en el mismo centro histórico de La Paz. Allí guardan todo el equipamiento necesario para hacer la actividad, ¡incluido casco integral! Esto de la Carretera de la Muerte va en serio… El parque de bicis de descenso me impresiona. Su estado parece bastante bueno y fiable. Me esperaba unas cuantas bicis sin suspensión trasera y bastante destrozadas, pero no es así. Los chicos del tour cargan las bicis en una especie de baca preparada en el techo del autocar, nos reparten pantalones largos, chaqueta, casco integral y guantes para cada uno, y ocupamos nuestros asientos. La temperatura es fría a esas horas, pero ¿será necesaria tanta ropa? Lo averigüé más tarde.
7.30 HORAS
Desde La Paz ascendemos por sinuosas y empinadísimas calles hasta alcanzar los suburbios y la salida de la gran ciudad. El día está despejado y en el iPod suenan los Foo Fighters para ir calentando. El frío es intenso aunque ya ha salido el sol. Y el aire se hace cada vez más fino. Al respirar da la sensación de que el oxígeno cada vez es más frío y cortante. Eso, unido a los tubos de escape de camiones, autobuses y coches de la abigarrada La Paz, hace que respirar sea un ejercicio de riesgo en sí mismo. Llegamos a la cota máxima desde la que nos tiraremos con las bicis: 4.490 m. Corre un viento fuerte que, junto con la falta de oxígeno, te hace tambalear. Con el cuerpo entumecido, un poco aturdido por la altitud y somnoliento, aquí estamos unos cuantos inconscientes, a punto de iniciar el descenso más peligroso del mundo ¿Quizás no sean las condiciones óptimas para hacerlo?
8.53 HORAS
Las bicis que alquila Team Madness son unas bicis correctas de gama media. El recorrido del amortiguador está reducido, pero todo parece estar en orden. Paso revista personalmente a mi bici: presión de neumáticos, frenos y tornillería, correctos. No me puedo creer que esté montado en una bici de descenso en Bolivia, a punto de bajar por la Carretera de la Muerte. Ya empiezo a estar en situación, ¡esto comienza!
9.00 HORAS
El grupo más dos guías con sus respectivas bicis comenzamos a descender por una carretera asfaltada. La Carretera de la Muerte o Camino de Los Yungas era una pista de tierra que conectaba La Paz con esta región, Los Yungas, atravesando un desfiladero de 80 Km, con barrancos de hasta 800 metros de profundidad, sin guardarraíles y con un ancho máximo de 3 metros. La media de fallecidos era de casi 100 personas al año por accidente. Hasta hace poco, esa pista de tierra era el único camino para este trayecto pero hoy en día existe una carretera en muy buen estado que sustituye el tráfico en el Camino de Los Yungas. Así, la Carretera de la Muerte se mantiene como ruta para turistas y vía alternativa de tráfico, pero aun así, ocasionalmente todavía hay fallecidos por despeñamiento.
El inicio de la ruta es de calentamiento: 20 Km por la carretera nueva. Es una carretera ancha y segura pero a la velocidad que se empieza a rodar con la bici hay que estar muy atento ante cualquier maniobra en falso de los conductores bolivianos. Esta primera parte resulta útil para hacerte con la bici de alquiler y para degustar unos paisajes sin vegetación alguna, con rocas y piedras de colores ocres y rojizos, y formas extrañas que recuerdan las fotos que vemos de Marte. Nada que ver con lo que vendrá a continuación.
9.45 HORAS
De repente, el paisaje se abre a un valle selvático inundado de nubes. Las pulsaciones se disparan cuando vemos el cartel “La carretera de la muerte” que anuncia el inicio de la pista. Todos en el autocar exclamamos. La excitación se palpa en el ambiente.
10.00 HORAS
Una vez avituallados, hechas las fotos de rigor y observado el impresionante paisaje de lo que tenemos por delante (y por debajo), cogemos las bicis y comenzamos a pedalear. Aunque no hace falta pedalear mucho.
Las normas de seguridad son básicas: no adelantar al guía e ir por la izquierda de las roderas de los vehículos, para anticiparse en las curvas. Esta es la única carretera de Bolivia en la que está permitido circular por la izquierda, porque los vehículos que descienden tienen
preferencia sobre los que suben, y desde el lado izquierdo (al borde del precipicio) se puede maniobrar mejor.
No resulta realmente peligroso manejar la bici en este terreno, aunque la gravilla y la tierra dura de la pista hacen que tengas que ir con cuidado al entrar en las curvas. Es muy fácil coger velocidad y emocionarse en la bajada, pero hay que contener las emociones. Lo verdaderamente difícil de la ruta es evitar mirar a la izquierda y darse cuenta del precipicio que hay ahí. Es una caída vertical de la que no ves el final. Por eso, la gente que se cae no puede ser rescatada, de tan inaccesible que es el terreno.
El descenso en bici por la Carretera de la Muerte es toda una escuela concentrada de cómo trazar y encarar curvas. Resulta divertido porque puedes bajar a tu ritmo, sacar el pie en los giros, cruzar la bici (si no te ve el guía), ir todo lo despacio que quieras… pero inevitablemente, tiendes a soltar frenos y paladear el riesgo, todo lo que el sentido común te permite, por supuesto. Esta experiencia es una de las que los aventureros y “adictos a la adrenalina” de todo el mundo tienen en su lista de cabecera.
Existen pasos que ponen a prueba el equilibrio sobre la bici, al ser pequeñas cascadas de agua y piedra erosionada que borran momentáneamente la tierra de la pista. Para bikers experimentados, el reto no es el equilibrio sobre ese terreno, que no es especialmente técnico. El reto está en no pensar que lo que tienes a tu izquierda es un precipicio infernal y que un fallo, aunque sea tonto, te puede costar muy caro. Cuando te pones a pensar que esos pasos de 1,5 metros de ancho los han superado autobuses, coches, camiones, camionetas, etc. uno no se explica cómo no hay más bolivianos pilotos de rallye o fórmula 1.
14.35 HORAS
Con las paradas a cada pocos tramos y a ritmo tranquilo compactando el grupo que somos, se tardan 4 horas en completar los 40 kilómetros de descenso en pista por la Carretera de la Muerte. 3.000 metros de desnivel y una diferencia de 20º C entre Las Cumbres y Coroico, el pequeño pueblo a los pies del macizo.
El paisaje ya ha cambiado radicalmente. Los pájaros, el agua, los sonidos típicos de la selva inundan el ambiente. La pista de terreno duro ahora es una alfombra de polvo y arena. Y el calor es sofocante. La ruta termina en un animado chiringuito de Coroico. Las botellas de cerveza Paceña empiezan a salir por todas partes, y es que... ¡has hecho la Carretera de la Muerte! La adrenalina del recorrido, la tensión acumulada durante 4 horas de descenso, y la sensación de haber superado la prueba y el “mito” de esta ruta, te dejan en un éxtasis eufórico.
“EL DESCENSO ATRAVIESA TODO TIPO DE PAISAJES: DESDE LA ALTA MONTAÑA A LA SELVA.”