Bike

¿MATERIALES EN EXTINCIÓN?

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Reconozcám­oslo, el aluminio es al ciclismo lo que el diésel al automovili­smo. Es lo que tenemos la mayoría, o eso se supone, pero probableme­nte no lo que tendríamos si pudiéramos cambiarlo. ¿A quién no le gustaría tener un V8 con muchos caballos instalado en un coche a la altura (excepto a un ecologista) o un motor eléctrico supermoder­no con toda la tecnología que existe ahora, si nuestro bolsillo fuera capaz de soportarlo? Esto viene a cuento de que mi bici personal es todo un “pepino”, para que nos entendamos rápido, una bici que sin tener en cuenta el cuadro tiene un montaje que ya quisieran algunas bicis que se ven en la Copa del Mundo. Ejes sobredimen­sionados de no sé cuántos milímetros más anchos, amortiguad­or con cámaras de aire por todas pares, cables invisibles por dentro del cuadro y todas esas virguerías tecnológic­as que no pueden faltar en una bici “top” a día de hoy.

Pero he dicho antes “sin tener en cuenta el cuadro” porque el de mi bici tiene un “problema” difícil de solucionar: es de aluminio, el material de los pobres. O al menos, eso parece dar a entender las caras de quienes me preguntan ¿pero por qué tienes una bici de aluminio? Y eso que el precio total de la bici no es precisamen­te de pobre. Como si este metal no fuera digno de ir rodeado de piezas tope de gama, como si fuera un desmelenad­o adolescent­e sentado a la mesa junto a trajeados cónsules y monarcas mirándole con cara de desprecio a través de sus monóculos. Entiendo que el carbono nos guste a todos, a mí el primero: sus formas, tamaño de los tubos, cómo se mezclan y fusionan unas con otras, el peso en la mayoría de las ocasiones… además de sus teóricas ventajas en materia de prestacion­es… que si más rígido por aquí, que si más flexible y cómodo por allá, que si un nosecuánto­s por ciento más de rigidez en este otro punto… Pero invertir en una bici de carbono, ¿es siempre una mejora? Lo pregunto porque entre mis amigos y compañeros de ruta habituales estoy viendo cómo se compran bicis de carbono (y todo lo que no sea este material no quieren ni escuchar hablar de él) aún con unos montajes bastante inferiores a los que llevaría una bici del mismo precio o más barata con cuadro de aluminio, y eso por no entrar en el debate de si se trata de un carbono “lo más de lo más” u otra versión para la plebe más económica y terrenal, haciendo a fin de cuentas que la bici sea más pesada. Incluso he visto a algunos amigos renunciar a sus bicis de doble suspensión de bastante nivel por unas rígidas de carbono con peores piezas, más ligeras pero con las que disfrutan menos en las bajadas y con las que llegan el domingo más doloridos a la puerta del bar (porque no olvidemos que ninguno de nosotros recogemos ninguna medalla al final del día). Sí, en la foto del Facebook y el Instagram queda muy bonita, pero para aquellos que me preguntan por qué tengo una bici de aluminio repito ¿hemos mejorado? El día que mi bolsillo me permita comprar una bici de carbono sin renunciar a unos buenos cambios y ruedas ni a la doble suspensión, entonces me pasaré a este material. Hasta entonces, intentaré pensar que la felicidad de montar en nuestra bici no se mide en lo alto que es el módulo o en las miles de veces que están cruzadas las fibras de carbono, sino en kilómetros y vivencias.

Pedro A. Pacheco (e-mail)

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