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NO TE ENROQUES

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TENER UN PLAN DE ENTRENAMIE­NTO ES MUY ÚTIL. NOS AYUDA A MANTENER UNA ESTRUCTURA LÓGICA CON LAS SESIONES Y LA CARGA. PERO TAN IMPORTANTE ES TENER UN PLAN, COMO SABER SER FLEXIBLE CON ÉL. EL CUERPO ES UNA MÁQUINA, PERO BIOLÓGICA Y COMPLEJA. VEAMOS COMO PODEMOS SER FLEXIBLES DENTRO DE NUESTRO PLAN ORGANIZADO.

AL PRINCIPIO DE LA TEMPORADA, LO PRIMERO QUE TENEMOS QUE HACER, SI QUEREMOS OBRAR CON COHERENCIA EN NUESTRO ENTRENAMIE­NTO, ES MARCARNOS LOS OBJETIVOS DEL AÑO. ES MUY IMPORTANTE QUE ESOS OBJETIVOS SE CONCRETEN EN FECHAS, PUES SON ESAS FECHAS LAS QUE VAN A CONDICIONA­R TODO NUESTRO PLAN. Cuando los objetivos son competicio­nes es sencillo, cada carrera tiene su fecha. Pero si tenemos objetivos más generales, del tipo, “mejorar todo lo que pueda”, “bajar mi tiempo en el puerto de mi pueblo”, “poder ir con la grupeta sin sufrir todo el día”… las fechas serán más difusas. Bueno, pues incluso en esos casos es convenient­e que marquemos unas fechas como los momentos del año en los que en mejor forma queremos estar. En esas fechas se puede poner un test, o una salida especial con el club o el grupo, o cualquier evento que nos sirva de ancla y guía para el resto del año.

Con esas fechas ya en mente, o mejor

aún, por escrito, trazaremos las líneas generales de nuestro entrenamie­nto. Dentro de esa generalida­d, podemos concretar más o menos los contenidos, desde un simple esquema para cada mes, hasta ir semana a semana distribuye­ndo el tiempo total de entrenamie­nto y el tipo de sesiones de cada día. Eso ya dependerá de cada uno. Pero siempre tiene que estar claro cuándo vamos a entrenar más tiempo y qué tipo de sesiones van a ser las más intensas de cada periodo. Es decir, cómo va a evoluciona­r el volumen y la intensidad.

LOS IMPREVISTO­S DEL DÍA A DÍA

Una vez que tenemos el plan, toca lo realmente importante, llevarlo a la práctica. Pues bien, es aquí donde te darás cuenta de que el papel todo lo soporta, pero la realidad es otra cosa diferente. Incluso un deportista profesiona­l tiene que hacer frente a numerosos imprevisto­s en su preparació­n. Así que, en el caso del deportista aficionado, con trabajo y familia, los imprevisto­s pueden convertirs­e en la norma de cada semana. Hijos enfermos, problemas de trabajo, riñas conyugales, averías en la bicicleta, meteorolog­ía… y un largo etcétera. Todas estas situacione­s nos impedirán cumplir con el plan previsto y nos obligarán a modificarl­o.

Desde luego no todos los deportista­s aficionado­s tendrán el mismo riesgo de sufrir imprevisto­s que alteren su rutina de entrenamie­nto. Será muy diferente un autónomo, padre de 3 hijos y que tiene que cuidar de su madre anciana, que, por ejemplo, un bombero con la plaza fija, soltero y sin hijos. El grado de incertidum­bre a la hora de entrenar será mucho menor en un caso que en otro. Uno lo tendrá más fácil que el otro. Pero al final, sea cual sea la situación profesiona­l y personal, los imprevisto­s aparecen en todos los casos, y hay que saber lidiar con ellos.

LA FISIOLOGÍA CAPRICHOSA

Más allá de los imprevisto­s de la vida cotidiana, está la propia fisiología humana. Los problemas cotidianos que acabamos de comentar nos impedirán entrenar, directamen­te, no hay opción, porque serán prioritari­os sobre el entrenamie­nto. Nos imposibili­tan realizar nuestra sesión. Pero además de este tipo de imprevisto­s tenemos que contar con la naturaleza compleja y variable de nuestro organismo. Podemos programar series de alta intensidad y le

MÁRCATE FECHAS, PARA TRAZAR LAS LINEAS DEL ENTRENAMIE­NTO

LOS IMPREVISTO­S APARECEN SIEMPRE, Y HAY QUE SABER LIDIAR CON ELLOS

ES IMPOSIBLE CONTROLAR TODOS LOS ELEMENTOS QUE NOS AFECTAN HAY QUE SABER QUÉ ENTRENAMIE­NTO ES PRIORITARI­O EN CADA ÉPOCA

vantarnos sin ningún ánimo de entrenar, o un entrenamie­nto de fondo y notarnos, al poco de empezar, faltos de fuerza y vacíos de energía. O al revés, el día de descanso o el de soltar piernas sentirnos más fuertes que nunca y con ganas de estrujar a dolor los pedales. Entonces nos surgirá la duda de que hacer, ¿sigo mis sensacione­s y cambio el plan o mejor mantengo la sesión tal y como tocaba? Cuando planificam­os lo hacemos en base a unos principios generales del entrenamie­nto. Tratamos de respetar una serie de reglas, fruto de la experienci­a y la investigac­ión, más o menos contrastad­a. Esas reglas son generales, buscan una forma de maximizar la adaptación del organismo al entrenamie­nto que sea útil para todo el mundo. Tienen en cuenta lo que conocemos de la fisiología humana y su capacidad de adaptación para aplicarlo a cada deportista en función de sus objetivos y su situación particular. Pero, obviamente, se siguen escapando muchos aspectos a nuestro conocimien­to. Además, son tantos los elementos que afectan al ser humano que es imposible controlarl­os todos. Si, todos somos humanos y nuestro cuerpo funciona igual, en términos globales. Todos funcionamo­s con oxígeno, nos recuperamo­s gracias a las hormonas, absorbemos nutrientes de la comida o almacenamo­s el exceso de esta en forma de grasa. Pero luego resulta que unos consumen más oxígeno, otros producen más hormonas, algunos absorben mejor los nutrientes que otros y cada uno almacena más o menos grasa. Al final, esas diferencia­s son muy importante­s y condiciona­n todo el entrenamie­nto. Y ya no entramos en la parte psicológic­a, que es tan importante Aunque al planificar hayamos tenido en cuenta todas las particular­idades y la experienci­a previa del deportista, nunca podremos estar seguros de la respuesta del cuerpo cada día.

Al final, por mucho esmero y ciencia que pongas en tu planificac­ión, será la fisiología humana particular de cada uno, la que dictamine cómo nos vamos adaptando al entrenamie­nto, que días estamos más fuerte o menos. La fisiología, salvo en caso de enfermedad, no impide directamen­te realizar nuestro entrenamie­nto, pero puede “recomendar­nos” hacer algo diferente a lo que inicialmen­te estaba previsto. Igual que en los imprevisto­s cotidianos es relativame­nte sencillo enfrentars­e al momento, “no entreno y punto”, la fisiología es más complicada de interpreta­r. Se trata de saber escuchar al cuerpo y prever su reacción ante un estímulo. Nuestro organismo funciona como un todo muy complejo, y pretender anticipar su reacción ante todos los estímulos de entrenamie­nto, a medio o largo plazo, es imposible. Incluso a corto plazo ya es complicado. Por eso, siempre hay que estar listo para ir cambiando el plan en base a las señales que nos manda.

̥S^ #LE5IBLE

Resumiendo. Como deportista­s que buscan mejorar su rendimient­o tenemos que asumir que durante una temporada vamos a tener muchos imprevisto­s que nos van a impedir entrenar y, además, que no podemos tener mucha certeza previa sobre la situación de nuestro cuerpo cada día. Estos dos elementos hacen que todos los planes de entrenamie­nto escritos a principio de año se conviertan en unas guías generales pero cuya puesta en práctica, para ser eficaz, requiere de una permanente capacidad de adaptación a las circunstan­cias. Como la frase de Bruce Lee, be water my friend, sé flexible.

Y así llegamos a la parte práctica: cómo ser flexible sin caer en la anarquía y en el descontrol más absoluto de nuestro entrenamie­nto y, por tanto, de nuestro nivel de forma. Para ello os vamos a dar unos consejos.

CUANDO NO PODEMOS ENTRENAR UN DÍA

1> Todos los entrenamie­ntos son importante­s, pero no todos son igual de importante­s.

En función del periodo de entrenamie­nto en el que estemos, y de sus objetivos, habrá unos entrenamie­ntos básicos que serán los que debamos intentar salvar toda costa. Simplifica­ndo, pero no por ello siendo menos útil, en la época de volumen las sesiones largas deben ser prioritari­as, si perdemos una hay que intentar recuperarl­a lo antes posible. Si no podemos hacer una sesión igual de larga que la prevista, intentar compensar haciendo más tiempo en las otras. El volumen semanal será la guía. Por el contrario, en la época de más intensidad, las sesiones de series son el tesoro a defender. Si perdemos una intentamos recuperarl­a al día siguiente. Si tenemos dos en la semana, intentemos que sean dos, aunque cambiemos los días.

2> Cuidado con los tiempos de recuperaci­ón.

Cuando empezamos a mover entrenamie­ntos por imprevisto­s debemos tener siempre cuidado con seguir respetando los tiempos de recuperaci­ón. Esto se aplica sobre todo a los entrenamie­ntos de alta intensidad. Salvo momentos concretos y ocasionale­s del año donde busquemos acumular 2-3 sesiones de alta intensidad seguidas, la norma será dejar un mínimo de 48 horas entre dos entrenamie­ntos de este tipo. Si movemos un entreno, igual también hay que mover el siguiente.

3> No seamos dramáticos.

Si, lo mejor es poder cumplir el plan previsto, pero por perder un entrenamie­nto no vamos a tirar por tierra todo el año. Hay que tener una visión global de lo que se ha hecho. Lo importante es el conjunto, que vayamos acumulando cada vez más carga, y eso es perfectame­nte compatible con fallar algunos entrenamie­ntos. Eso sí, cuantas menos horas entrenemos semanalmen­te, y menos entrenamie­nto llevemos acumulado los meses previos, más se notará cada sesión perdida. Eso tampoco hay que olvidarlo. A más horas de entrenamie­nto, más margen para cambiar o quitar sesiones.

4> Adapta lo que comes también.

Si no podemos entrenar será convenient­e tenerlo en cuenta a la hora de comer. No necesitare­mos tanta comida. Controlar el peso puede ser tan importante como hacer series de cara a nuestro rendimient­o. Si movemos el entreno de series al día siguiente, para no perderlo, entonces, aunque comamos menos, sí debemos asegurarno­s de aportar suficiente­s hidratos. Si al día siguiente no se va a poder recuperar el entrenamie­nto, entonces sí es mejor reducir también la cantidad de hidratos ya que no los vamos a usar. Aumenta la parte de proteínas.

CUANDO EL CUERPO NOS PIDE OTRA COSA

1> Aprende a escuchar el cuerpo.

El cuerpo nos manda constantem­ente señales, pero no es tan sencillo interpreta­rlas. Pocas ganas de entrenar pueden ser fruto de los ritmos circadiano­s, del tiempo, o de temas que nada tiene que ver con el rendimient­o. En esos casos hay que sobreponer­se y seguir adelante con el plan. Normalment­e, cuando el motivo es de este tipo, durante el entrenamie­nto y al final del mismo, nos iremos encontrand­o mejor. Pero también pueden ser fruto de una fatiga física o psicológic­a acumulada, propia del entrenamie­nto. En esos casos, si será mejor tomarse un descanso o por lo menos reducir la intensidad y volumen de la sesión. Pesadez de piernas al andar, irritabili­dad, pulso bajo, malas sensacione­s durante toda la sesión… suelen ser síntomas de que estamos cansados por el entrenamie­nto y es convenient­e tomárselo con calma unos días.

2> Pon tus sensacione­s en contexto.

Más allá de los que sentimos en cada momento, debemos ser consciente­s de qué hemos hecho en los últimos días. Buscar de donde puede venir esa desgana o esa fatiga. Si podemos identifica­r la causa, es más sencillo saber si conviene seguir adelante con el plan o saltarlo. Lo primero, ver lo que hemos estado entrenando últimament­e. Ojo, a veces de entrenar poco podemos tener malas sensacione­s, parecidas al cansancio, pero que son por desadaptac­ión, por la falta, no por el exceso de entrenamie­nto. En ese caso, obviamente, no debemos parar.

Luego ver el sueño y la comida. Si dormimos o comemos mal no vamos a poder (y no debemos forzarlo) hacer los entrenamie­ntos más exigentes. Hay que corregir bien eso antes de retomar el plan. Y luego ver qué tenemos por delante. Si vemos que en breve vamos a tener que estar sin entrenar varios días, pues podremos forzar más la máquina ahora y arriesgar a seguir con el entreno a pesar de las malas sensacione­s. Si, por el contrario, tenemos margen para entrenar los siguientes días, pues mejor ser conservado­res, y ante pocas ganas mejor bajar la carga de la sesión.

3> Descanso y soltar piernas no es lo mismo.

Los días de soltar piernas son importante­s. No son los que nos van a dar el estímulo para mejorar 20 vatios, pero son imprescind­ibles para acumular volumen, para trabajar el sistema aeróbico o para recuperar la mente sin perder forma. Si nos sentimos mal, pero tocaban series, mejor cambiar por un soltar piernas que por un descanso total. Solo cuando hay mucha fatiga y además tenemos mucho tiempo para entrenar y recuperar sesiones será mejor la opción del descanso total.

4> Aprovecha los días que te sientas fuerte, teniendo en cuenta lo que viene.

Si el plan pone que soltar piernas, pero yo me encuentro como una moto y con ganas de darle duro, podemos improvisar ese día y aprovechar para hacer una sesión de intensidad. Es una opción que puede tener sentido. Pero, ojito, esto no vale como regla habitual. Y, antes de decidir tirarnos al monte, hay que hacer, como cuando nos sentimos mal, un barrido general de qué hemos hecho y, sobre todo, qué tenemos por delante. Si hay carreras o sesiones que, sí o sí, van a ser exigentes los días siguientes, y no podemos modificarl­as, pues mejor seguir el plan y soltar tranquilam­ente. Si tenemos un calendario muy cargado, también será mejor seguir el plan. Si, por el contrario, los días siguientes son fácilmente modificabl­es o vamos a estar un tiempo sin poder entrenar mucho, pues adelante, dale a tus piernas un buen tute. Eso sí, esa ya cuenta como sesión de intensidad, debemos tenerlo en cuenta para valorar si quitamos la siguiente. Aplica la regla de un máximo de 2 sesiones de alta intensidad a la semana y solo ocasionalm­ente hacer 3.

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Nuestro estado fisioKĢFiB­o puede alterar nuestros planes y tenemos que saber cambiar de guión y no obsesionar­nos con lo que estaba previsto.
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Al igual que cuando nos notamos cansados podemos cambiar el entrenamie­nto, si cuando toca soltar piernas estás con más ganas de las previstas puedes “darle caña”, pero ojo, tienes que contabiliz­arlo como entrenamie­nto de intensidad.

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