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EL ESCORIAL

EL ESCORIAL (MADRID) ÉRASE UNA VEZ UN REY QUE SE CONSTRUÍA UN PALACIO RENACENTIS­TA ACORDE A SU -OSICIÓN SE C2ENTA .2E -A/A VE/ EL -/Ó GRESO DE LAS OBRAS SE ENCARAMABA A 2NAS /OCAS DE $/ANITO DE 2N E*-LA7Á MIENTO CERCANO, ÉSTA BIEN PUDIERA SER LA VERDAD

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Rutón por las estribacio­n madrileña del Sistema Central. ¡Pura montaña!

Todos los lugares con historia tienen una parte documentad­a y otra inventada, las leyendas y los datos se juntan, solapan y confunden, siglos de cuentos hacen que sea difícil separar la ficción de la realidad en las creencias populares, en estas tierras sucede con la Silla de Felipe II y con la Calzada Romana de las Machotas. La verdad es que la belleza, la dulzura y lo entrañable de los cuentos alegra el espíritu y deja volar la imaginació­n, por otra parte los documentos o la ausencia de ellos nos devuelven a la realidad. La calzada de las Machotas está popularmen­te atribuida a los romanos, como casi todas las cosas buenas de este país, aunque no está recogida en el “Itinerario de Antonio” que era el Google Maps del siglo III, tampoco la tipología de la construcci­ón, ni las pendientes del trazado apuntan a su origen romano, sino más bien medieval derivado del proceso reconquist­ador del siglo XI y repoblador del siglo XII. Mas cercano en el tiempo es el egregio Felipe II,

“el Rey Prudente” que lo fue, aunque consorte, de Inglaterra antes que de España, también de Nápoles, Sicilia y Portugal y murió en 1598 en su palacio que se ve desde la silla. En esta ruta se visitan esos dos restos físicos de la historia dando la vuelta a las Machotas, que es el nombre de dos cerros graníticos de la sierra de Guadarrama. Las caprichosa­s formas de los bolos disparan la imaginació­n encontrand­o similitude­s a ovejas o frailes, como la machota alta que se conoce también por el nombre de pico del Fraile y la chica con apenas 57 metros menos de altitud. Se comienza a pedalear desde el aparcamien­to del Bosque de la Herrería, que en origen era parte del monasterio hasta la desamortiz­ación de Mendizábal de 1836, junto a la carretera que a primera hora está solitario, ideal para la camper. Mezclando asfalto y senderos se visita la ermita de Gracia y la Silla en medio del bosque de robles. Se sortea una cadena para llegar a la roca dónde se encuentra la Silla, después de las obligadas fotos, mucha atención al dejar las bicis solas. Se prosigue el pedaleo, tras otra barrera que se franquea por un lateral sin desmontar de la bici, con ligeros toboganes por la carretera cerrada al tráfico. Aparecen la cueva del oso, la fuente de la Reina, merenderos y vistas del monasterio en los claros del tupido bosque. Se pedalea a media ladera hasta descender un poquito hasta la carretera de la Cruz Verde, donde otra barrera se flanquea sobre la bici y se cruza la carretera, precaución; por fuera del guardarraí­l se va hasta una vieja carretera asfaltada cerrada al tráfico que pasa por un antiguo batán de lana y por lo que fue en su día un camping. Otra barrera con paso por el lateral da acceso a una carretera que sí tiene tráfico, pero sólo unos metros, para tomar la pista y comenzar el ascenso por el pinar. Agazapados entre los matorrales, las siluetas de varios animales vigilan la pista, seguro que no los localizas todos. El ascenso por las 17 revueltas del Escorial está cercano, aunque un aperitivo va calentando las piernas entre pistas. Llegan las 17 curvas cerradas, 180º, piedras incrustada­s, raíces, escalones, ramas,

ES CASI IMPOSIBLE LLEVAR LA CUENTA DE LAS REVUELTAS QUE SE LLEVAN O DE LAS QUE QUEDAN.

compañeros que bajan y otros que suben ponen a prueba la pericia y la fuerza de cada uno: un disfrute de la primera a la última. Después toca relajarse un poco por una pista llana y luego asfalto hasta el puerto. Las rampas de la carretera destrozada son lo peor y la llegada al collado, un alivio con amplias vistas a ambos lados. Se continúa subiendo más suavemente por una ancha y perfecta pista, la bajada no está tan bien y se pueden aprovechar los senderos que recortan para disfrutar. Otro tramo muy chulo es la bajada desde la carretera en Roblegordo al puerto de la Cruz Verde, donde se apelotonan los moteros. Hay un paso por piedras bastante complicado, barro, piedras sueltas y dos puertas, desde la rotonda un poco de asfalto y una nueva bajada, más abierta, por pista estrecha y destrozada que llevan a las inmediacio­nes de Zarzalejo. Allí un laberinto de callejas entre parcelas, casas y prados, llevan a la calzada de las

Machotas sin tocar casi las calles del pueblo. La calzada aparece de repente al cruzar una pista que nos llevaría directamen­te de regreso a la silla, pero el tramo de calzada es precioso, muchos restos del empedrado original, senderos con hierba y tierra, paredes de piedra seca, escalones y bastantes robles y fresnos llevan suavemente a la bajada final. Es la peor zona del tramo, una bajada pronunciad­a entre grandes piedras, por un sendero junto al empedrado, con escalones donde poner toda la habilidad y atención. Luego se sale a una pista asfaltada que va paralela a la vía del tren, pero que la deja poco después, una última puerta y se entra en la finca de la Silla, un prado inmenso poblado de fresnos y atravesado por una pista que se pedalea a placer entre los árboles, hasta el aparcamien­to, a estas horas seguro que mucho más concurrido que por la mañana. Hay que regresar a la cercana gran ciudad, de deslumbran­tes luces.

VARIEDAD DE TERRENOS, DE CONSTRUCCI­ONES, DE ARBOLADO, DE PAISAJES Y LAS CURIOSIDAD­ES SE SUCEDEN SIN PAUSA... RECORRIDO.

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