Bike

MUCHO POR DESCUBRIR

- Por José Pastor

APROVECHAN­DO LA BUENA PREVISIÓN METEOROLÓG­ICA PARA LA ÚLTIMA SEMANA DE DICIEMBRE, CON EL GLAMOUR DE UNAS ALFORJAS, UN PAR DE BICIS GRAVEL DE CARBONO, POCA PREPARACIÓ­N PREVIA Y LOS GADGETS TECNOLÓGIC­OS IMPRESCIND­IBLES -ES DECIR, GPS Y SMARTPHONE-, CASI DE LA NOCHE A LA MAÑANA DECIDIMOS REALIZAR ESTE VIAJE DE 6 DÍAS QUE NOS LLEVÓ DESDE MADRID A SIERRA MORENA, ATRAVESAND­O LA MANCHA, Y DESPUÉS DE VUELTA A CASA POR LOS MONTES DE TOLEDO.

En toda su historia, las partes fundamenta­les de una bici han cambiado muy poco y en pleno siglo XXI seguimos con nuestros pedales y una transmisió­n con cadena. Sí, material más ligero, pero básicament­e estamos ante los mismos engranajes. Sin embargo, la tecnología, en este caso las cada vez más populares bicis gravel, nos permiten explorar tierras que quizá de otro modo no haríamos. Como es habitual, se nos ha echado el tiempo encima pensando en diferentes lugares a los que ir, así que la organizaci­ón de este viaje fue demasiado improvisad­a. Con pocas mimbres queremos hacer un cesto que ya veremos cómo nos sale, así que el día de Nochebuena pensamos las etapas, el día de Navidad buscamos unos tracks de otros usuarios de redes sociales, Strava y Wikiloc, principalm­ente; y el día 26 de diciembre estábamos listos para salir temprano.

CERCANÍAS A ARANJUEZ, PISTOLETAZ­O DE SALIDA E INICIO ACIAGO

Este primer día nos hemos propuesto llegar a la localidad manchega de La Solana, así que con una kilometrad­a por delante optamos por hacer uso del tren de cercanías hasta Aranjuez. Ahorraremo­s tiempo y sobre todo fuerzas. Pasan pocos minutos de las 9 de la mañana, hace frío y la niebla nos impide ver más allá de una decena de metros: hay pocas ganas de salir. Sin embargo, tenemos reservado alojamient­o en un pequeño pueblo de Ciudad Real situado a más de 170 km, por lo que sólo tenemos una opción, continuar. Salimos de la localidad ribereña por una urbanizaci­ón que termina en un sendero en subida, más de BTT que otra cosa, pero rápidament­e salimos a una pista y el terreno pasa de ser arena a estar pesado, con lo que entorpece el avance. Así seguimos hasta Ocaña, donde sale el sol y ya parece que vemos la cosa más favorable. Y es aquí, camino de La Guardia, donde tengo una crisis, no sé si de pesimismo, cordura o realidad, pero hemos tardado muchísimo en llegar. Apenas hemos hecho unos 35 km y empiezo a dudar de nuestras posibilida­des de alcanzar el destino fijado. Muchos caminos con charcos, que al evitarlos te hacen ralentizar la marcha, el terreno sigue pesado y además es bastante rompepiern­as. Estuve cerca de entrar en pánico, pero aquí siempre aplico la misma máxima, y es no decir nada a mi compañero, no vaya a ser que piense igual que yo y la liemos más.

A partir de La Guardia, los caminos son muy llanos, en buen estado y hace que rodemos rápido, recuperand­o tiempo. Van pasando pueblos, atravesamo­s Villacañas y al salir pasamos junto a sus lagunas, ¡arrea, que no tenía ni idea de que hubiera estos humedales aquí! Seguimos la marcha con una temperatur­a mucho más agradable y llegamos a Campo de Criptana y sus molinos. Hemos parado unos kilómetros antes a ver el que está a la entrada del pueblo de El Romeral, pero aquí no hay tiempo de tomar la subida para llegar hasta ellos. Tenemos que hacer camino y así llegamos al Camino Natural del Guadiana, que nos conducirá hasta Argamasill­a de Alba, lugar donde hacemos una parada para comer. Son las 16:30h, pero nos quedan unos 30 km y lo tenemos en el bolsillo. Insisto en hacer la parte final por camino en lugar de ir cómodament­e por carretera, esas manías que tiene uno, y que a mi compañero no le gustan, pero finalmente accede. Al fin y al cabo, llegamos y esa mancha verde del mapa seguro que no es nada. Entre nuestros amigos tenemos la fama de que se nos hace de noche muy a menudo, y esta vez no va a ser menos. A mitad de camino, un pinchazo, y con el tiempo para reparar y lo que se tarda de más al ir por camino y haciendo algún kilómetro extra, pues ya está, los últimos 15 km los hacemos ya anochecien­do y llegamos a La Solana totalmente de noche, lo que nos obliga además a darnos un pequeño calentón. Han sido casi 8 horas de pedaleo y 170 km, con poco desnivel, pero cargados.

MÁS FRÍO, MÁS SOL, MÁS .... NOCHE

Con lo que hemos hecho el primer día, ya vemos que la segunda jornada hay que cambiarla para rediseñar también el tercer día. Decidimos la misma mañana, antes de salir, que en lugar de ir a Linares vamos a ir a Baños de la Encina. Buscamos un track, reservamos alojamient­o, desayunamo­s y nos ponemos en marcha. Pasamos por San Carlos del Valle, al poco de salir descubrimo­s con una agradable sorpresa su Plaza Mayor y su iglesia, conocida como el pequeño Vaticano de La Mancha, y de ahí nos dirigimos a Valdepeñas. Hemos pasado un par de horas con bastante frío, pero el sol calienta ya. La tónica son buenos caminos, hasta que poco después de circunvala­r esta localidad

tenemos una subida y posterior bajada de piedra suelta, tras la que pienso que, como esto sea así, mal asunto se nos presenta. A partir de ahí volvemos a enlazar camino tras camino para llegar a Santa Cruz de Mudela y después a El Viso del Marqués, un tramo que nos lleva más tiempo del deseado porque nos encontramo­s de nuevo con terreno pesado y charcos. Al poco de salir de este último pueblo nos adentramos en las estribacio­nes del Parque Natural de Despeñaper­ros. Aunque estemos en diciembre el calor empieza a apretar, sobre todo porque tenemos un par de subidas largas con terreno suelto. Entramos en la Comunidad Autónoma de Andalucía y a partir de aquí hay un par de bajadas pedregosas y rápidas que con la sombra de los árboles hacen que no te puedas descuidar un segundo. Después de un terreno más llano tomamos el GR-48, camino de Sierra Morena. La pista termina en una carretera que nos llevará a La Carolina, donde pararemos a reponer fuerzas, de nuevo tarde, aunque pensamos que esta vez llegamos bien. Al poco de salir en busca de nuestro destino en Baños de la Encina, por el GR-48 de nuevo, sufrimos otro pinchazo. Más tiempo perdido y mucho más retraso acumulado abriendo y cerrando puertas, ya que el camino pasa por fincas donde hay ganado suelto. Hemos conseguido que se nos haga de noche otra vez, así que ponemos las luces, improvisam­os por un camino que hemos visto que acorta, y poco después, vemos el Castillo de Burgalimar, símbolo destacado de Baños.

SIERRA MORENA, SIERRA DE ANDÚJAR, SIERRA MADRONA

El tercer día va a ser una paliza por el desnivel, no tanto por los kilómetros, pero el peso de las bolsas de equipaje suma más fatiga. Salimos de Baños por carretera hasta la presa del Rumblar, y a partir de aquí la han convertido en una pista de tierra que es el terreno ideal para nuestras bicis de gravel. Disfrutamo­s de unas espectacul­ares vistas y muy buena temperatur­a desde que hemos salido, el día promete. Tras unos 20-30 km de pista tomamos una carretera estrecha y botona, que al fin y al cabo con estas bicis es como una autopista, y de ella tomaremos otra más ancha, y con algo de tráfico, que es la que nos llevará al santuario de Nuestra Señora de la Cabeza, donde se realiza la conocida romería y que supone uno de los días grandes de Andújar. A partir de aquí la carretera se torna estrecha y sinuosa, con muy pocos coches porque el tráfico se lo lleva la N-420 de Montoro a Puertollan­o. Así podemos regocijarn­os de un esplendoro­so día de sol y calor, sin coches en plena sierra y viendo algún que otro venado. Cada vez que voy a Sierra Morena descubro algo nuevo, nunca deja de sorprender­me y por eso tengo tanto enganche con ella. Desde el monasterio hasta Solana del Pino sólo pasamos junto a cortijos, así que hasta ahí llegamos para comer y salir del pueblo por la antigua carretera, que pensábamos que nos ahorraba subida… y no sólo no nos ahorra, sino que a la pendiente añade su mal estado. Volvemos a la carretera, que en el límite provincial con Ciudad Real ha cambiado y es más ancha y está en bastante mejor estado. Así seguimos sube y baja para coronar un puerto con cartel, y para nada el más duro del día: el alto de Mestanza. Desde aquí a Puertollan­o tenemos terreno favorable y llano, y por primera vez llegamos todavía con el sol sin ponerse. Hemos hecho mucha carretera, pero con el regusto de que no ha sido para tanto, y es que somos un poco “frikis” de hacer caminos siempre que se pueda. Finalmente han sido 2.900 metros ascendidos, y las piernas ya van acumulando demasiado cansancio.

SIERRA MADRONA Y VALLE DE ALCUDIA

Uno de los objetivos de este viaje era hacer una ruta circular, saliendo y llegando a Puertollan­o, con el objetivo de atravesar por un camino público la finca de la Garganta -el mayor coto privado de caza que hay en España-. Pero somos realistas y, aunque dejemos el equipaje en el hotel, va a ser demasiado, así que hacemos una ruta algo más corta (con la esperanza de que la cosa vaya bien y lo podamos hacer, cosa que no sucederá).

Salimos de Puertollan­o por el parque del Terri, una montaña de escoria y carbón reconverti­da en zona verde y de la cual dicen que siguen emanando gases. El primer tramo se hace muy pesado y lento por los charcos y el barro, e incluso tenemos que dar la vuelta unos kilómetros para evitar un arroyo. Tardamos mucho en llegar a Brazatorta­s, pero desde aquí vamos en dirección de nuevo a Sierra Madrona, donde nos encontramo­s con grandes prados con ganado y terreno pesado que no mejora hasta que llegamos al monte. Pasamos en primer lugar por la Venta de la Inés -te aconsejo que busques en Google para conocer su historia-, y de ahí a las minas del Horcajo. Pasamos por un túnel de 1,5 a 2 km que, como curiosidad, tiene un hito de hormigón donde pulsar para que se ponga el semáforo verde y se enciendan los ˜ uorescente­s. Este pueblo minero, que ahora está casi abandonado, según leo acogió a unos 2.000 habitantes y hasta él llegó un ferrocarri­l para el transporte de mineral. Tras el túnel que lo deja atrás, nosotros seguimos por caminos anchos y tomamos la N-420 hasta que casi coronar el puerto de Valderrepi­sa, donde nos desviamos hacia el área recreativa de la Fuente del Almirez. Tomamos la pista unos kilómetros para volver a salir por otro camino en dirección a la Ventilla y encontrarn­os con un tramo de camino anegado por el río Montoro que nos obliga a tener que caminar en algún vadeo. El ÿnal de la ruta nos lleva por la vía verde del Carbón y La Plata, con la sorpresa de encontrar un tramo cortado ya que atraviesa una ÿnca y según vemos hay sentencia judicial a su favor para cortarla, una pena. Ruta más corta y sin peso que nos vendrá bien para afrontar el hueso del viaje.

PUERTOLLAN­O – TOLEDO

Estamos ante la ruta más larga, casi 180 km que nos deben llevar hasta Toledo. El día amanece con niebla, humedad y mucho frío, por lo que optamos por hacer el tramo completo desde Puertollan­o hasta Ciudad Real por carretera. No hay mucho tráÿco y será muy ventajoso en tiempo, así que nos ponemos a relevos porque hay que apretar para generar calor. Las manos y los pies se han quedado como témpanos de hielo, por lo que resulta obligatori­o parar en la capital de la provincia para tomar un café, que junto a la estufa catalítica obran el milagro y recuperamo­s la sensibilid­ad de nuestras extremidad­es. La ciudad no es tan fría y la niebla no tiene tanta humedad, así que parece que a partir de aquí las penurias serán menos. Sin embargo, no nos abandonará­n hasta que después de bordear el embalse Gassety comienza a levantarse la niebla. En el último pueblo de la provincia, Los Cortijos, paramos a comer, y de ahí nos dirigimos a la Finca de los Quintos de Mora, con la desgracia de no poder continuar por el camino que debíamos al estar la puerta cerrada. Esto nos obliga a dar un rodeo de 20 km y perder una hora. Los nervios por la incertidum­bre se convierten en certezas: hoy se nos hace de noche seguro. Tomamos la carretera que va hacia Los Yébenes y entramos a la ÿnca por el camino que lleva a la entrada principal. La atravesamo­s para introducir­nos en los Montes de Mora y llegamos a Marjaliza, no sin antes tener un par de pinchazos y agradecer a un amable electricis­ta la ayuda para reparar uno de ellos -no era capaz de a˜o jar la tuerca de la válvula tubeless-. Parada obligada en el pueblo porque tenemos que recuperar fuerzas y replantear­nos qué hacer: el frío, haber ido más deprisa de lo que se debe y quizá los nervios nos han mermado mucho. Subimos por carretera y coronamos el alto del mismo nombre, ponemos las luces, porque ya es de noche. Calculo 2 horas aún, que no temo, pero sí el frío. Carretera hasta Sonseca muy rápida, y de ahí nos dirigimos a Toledo por caminos esquivando charcos y con unas luces que la verdad no son las más adecuadas -culpa nuestra por la falta de previsión-. Entramos a la ciudad junto al Parador de Toledo con una bajada que tenemos que hacer andando, a cambio de una vista hermosísim­a de la ciudad, con la Catedral y el Alcázar presidiend­o. Finalmente, 200 km y terminamos la jornada a las 20:20. Sin duda, un día de los que luego recuerdas con más nostalgia por haber superado.

EL DÍA MÁS FÁCIL

Sexto y último día del viaje, 31 de diciembre. Queremos estar pronto en casa para la celebració­n de la Nochevieja y por eso el día anterior había que llegar a Toledo sí o sí. Esta última jornada son 100 km, muy llanos, con apenas 600 metros de ascensión acumulada. Además es un terreno conocido, ya que pasaremos por el Camino Natural del Tajo, Aranjuez y Titulcia hasta llegar a Madrid, que es la zona habitual por donde salimos y que ya recorrimos hace un par de años en otra ruta con alforjas. A priori, está hecho. Como no puede ser de otra manera, el frío en la mañana toledana es intenso, y más junto al Tajo. Algo de niebla que por suerte, pasada la primera hora y poco, desaparece y deja un día soleado aunque frío. Pasamos el Jarama en el puente de hierro en Titulcia y continuamo­s por caminos fáciles por los que podemos rodar sin problemas, aunque para llegar a Ciempozuel­os ya nos toca esquivar algún charco. Nos hubiese gustado subir la Marañosa por camino en lugar de por el carril bici, pero en vista del estado del mismo, que estaba bastante húmedo, optamos por no hacerlo y no estropear tan buena experienci­a al ÿnal. Sin embargo, no podemos evitar lamentarno­s al coronar La Marañosa y ver la boina de contaminac­ión sobre Madrid, que hace que todos los ediÿcios parezcan marrones. Entramos en Madrid por la M-301 al parque del Manzanares y ÿnalizamos nuestra excursión. Lo que más me llena de viajar en bici es hacerlo sin contaminar, que en la época en la que estamos, me parece un gran motivo; pero no sólo eso: es la capacidad de suÿciencia, de poder hacerlo, de llevar el menor equipaje posible para acarrear cuanto menos peso mejor, y la guinda, haberlo hecho en los días más cortos del año.

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