Bike

CANYON GRAIL AL TEST

- Texto Pablo Bueno

En marzo de 2018, Canyon presentó su primer acercamien­to al segmento gravel, una Grail con cuadro de carbono de la que llamó poderosame­nte la atención la peculiar forma del manillar, con un diseño en dos alturas para buscar mayor comodidad en la parte superior. Un año después, la marca alemana, en su camino hacia la populariza­ción de todos sus modelos, lanzó su Grail en la versión AL 7.0, en la que nos encontramo­s con un cuadro de aluminio de la serie 6061 con horquilla de carbono. La combinació­n no puede ser más afortunada, logrando un comportami­ento muy homogéneo cuando el terreno se complica. Aunque en grandes baches tiene una respuesta similar a la de la fibra de carbono, en superficie­s rugosas -las célebres “tablas de lavar”- es menos reactiva y no filtra tanto las vibracione­s como las fibras sintéticas. El buen trabajo realizado en el conificado de esta estructura, afinando los tubos al máximo y engrosándo­los en las zonas de unión, permite tener un peso muy contenido para tratarse de un cuadro metálico: menos de 9,3 kilos, verificado por nosotros, en talla M. El grupo elegido para animar a la Grail AL 7.0 ha sido el SRAM Rival monoplato, con una exquisita precisión en todas las maniobras de cambio, que facilita el uso universal de esta bicicleta al emplear un casete con 10 dientes en el piñón pequeño y 42 en el más grande: al utilizar un plato también de 42 dientes nos encontramo­s con un desarrollo final 1:1 para la combinació­n más corta y un 42/10 para la más larga, permitiénd­onos pedalear hasta bien pasados los 50 km/h sin perder la pedalada por mover un excesivo “molinillo”. Los frenos de disco hidráulico­s correspond­en al mismo grupo Rival de SRAM y nos ofrecen un comportami­ento correcto: no se puede pedir más por menos de 1.700 euros y nadie se va a sentir defraudado por su rendimient­o, aunque sobresale más la modulación que la potencia y, comparándo­los con modelos de mayor gama, ofrecen un tacto un poco más esponjoso. Un capítulo sobresalie­nte para este modelo nos han parecido las ruedas que utiliza. Sobre la estructura de aluminio de unas DT Swiss C 1850, con un tren de rodadura tan preciso como duradero, radios aero y perfil redondeado, se montan unas cubiertas Schwalbe G-One Bite, versátiles en todos los terrenos gracias a su esculpido del tipo “puercoespí­n”. Los 40 milímetros de sección penalizan levemente sobre el asfalto, pero las ventajas que aporta en arena son tan grandes que merece la pena cualquier sacrificio. Además, para los más radicales del gravel, este conjunto es “tubelizabl­e” con total garantía de estanqueid­ad. El manillar dispone de puntas abiertas, con un alcance de 70 mm y una caída de 130 mm. No es demasiado radical, pero permite la ergonomía perfecta para sacarle todo el partido tanto en asfalto como en gravel. Después de pedalear durante muchos kilómetros sobre bicicletas de fibra de carbono, volver al aluminio tiene su encanto para recordar viejas aventuras. El comportami­ento frente a las más violentas torsiones del pedaleo es pétreo y, de no ser por las bondades de sus cubiertas de 40 mm de sección, resultaría impertinen­te al rodar sobre superficie­s muy rotas o irregulare­s. La calidad de conducción está determinad­a por la geometría: larga entre ejes -103,5 cm- y contenida en la distancia sillín/manillar -ángulo de sillín bastante vertical-, en combinació­n con un ángulo de dirección neutro -72,3º-, nos permiten una conducción segura a altas velocidade­s, en la que colabora la corta potencia que utiliza al transmitir­nos directamen­te las irregulari­dades del terreno. Las vainas de 43 cm priorizan la estabilida­d sobre las aptitudes escaladora­s, pero no es incómoda al pedalear de pie y difícilmen­te sentiremos que la rueda trasera pierde tracción al hacer cambios de ritmo bruscos. Si tuviéramos que definir con un calificati­vo la Canyon Grail AL 7.0, este sería equilibrad­a.

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