CANYON GRAIL AL TEST
En marzo de 2018, Canyon presentó su primer acercamiento al segmento gravel, una Grail con cuadro de carbono de la que llamó poderosamente la atención la peculiar forma del manillar, con un diseño en dos alturas para buscar mayor comodidad en la parte superior. Un año después, la marca alemana, en su camino hacia la popularización de todos sus modelos, lanzó su Grail en la versión AL 7.0, en la que nos encontramos con un cuadro de aluminio de la serie 6061 con horquilla de carbono. La combinación no puede ser más afortunada, logrando un comportamiento muy homogéneo cuando el terreno se complica. Aunque en grandes baches tiene una respuesta similar a la de la fibra de carbono, en superficies rugosas -las célebres “tablas de lavar”- es menos reactiva y no filtra tanto las vibraciones como las fibras sintéticas. El buen trabajo realizado en el conificado de esta estructura, afinando los tubos al máximo y engrosándolos en las zonas de unión, permite tener un peso muy contenido para tratarse de un cuadro metálico: menos de 9,3 kilos, verificado por nosotros, en talla M. El grupo elegido para animar a la Grail AL 7.0 ha sido el SRAM Rival monoplato, con una exquisita precisión en todas las maniobras de cambio, que facilita el uso universal de esta bicicleta al emplear un casete con 10 dientes en el piñón pequeño y 42 en el más grande: al utilizar un plato también de 42 dientes nos encontramos con un desarrollo final 1:1 para la combinación más corta y un 42/10 para la más larga, permitiéndonos pedalear hasta bien pasados los 50 km/h sin perder la pedalada por mover un excesivo “molinillo”. Los frenos de disco hidráulicos corresponden al mismo grupo Rival de SRAM y nos ofrecen un comportamiento correcto: no se puede pedir más por menos de 1.700 euros y nadie se va a sentir defraudado por su rendimiento, aunque sobresale más la modulación que la potencia y, comparándolos con modelos de mayor gama, ofrecen un tacto un poco más esponjoso. Un capítulo sobresaliente para este modelo nos han parecido las ruedas que utiliza. Sobre la estructura de aluminio de unas DT Swiss C 1850, con un tren de rodadura tan preciso como duradero, radios aero y perfil redondeado, se montan unas cubiertas Schwalbe G-One Bite, versátiles en todos los terrenos gracias a su esculpido del tipo “puercoespín”. Los 40 milímetros de sección penalizan levemente sobre el asfalto, pero las ventajas que aporta en arena son tan grandes que merece la pena cualquier sacrificio. Además, para los más radicales del gravel, este conjunto es “tubelizable” con total garantía de estanqueidad. El manillar dispone de puntas abiertas, con un alcance de 70 mm y una caída de 130 mm. No es demasiado radical, pero permite la ergonomía perfecta para sacarle todo el partido tanto en asfalto como en gravel. Después de pedalear durante muchos kilómetros sobre bicicletas de fibra de carbono, volver al aluminio tiene su encanto para recordar viejas aventuras. El comportamiento frente a las más violentas torsiones del pedaleo es pétreo y, de no ser por las bondades de sus cubiertas de 40 mm de sección, resultaría impertinente al rodar sobre superficies muy rotas o irregulares. La calidad de conducción está determinada por la geometría: larga entre ejes -103,5 cm- y contenida en la distancia sillín/manillar -ángulo de sillín bastante vertical-, en combinación con un ángulo de dirección neutro -72,3º-, nos permiten una conducción segura a altas velocidades, en la que colabora la corta potencia que utiliza al transmitirnos directamente las irregularidades del terreno. Las vainas de 43 cm priorizan la estabilidad sobre las aptitudes escaladoras, pero no es incómoda al pedalear de pie y difícilmente sentiremos que la rueda trasera pierde tracción al hacer cambios de ritmo bruscos. Si tuviéramos que definir con un calificativo la Canyon Grail AL 7.0, este sería equilibrada.