#LA LLAMADA

Año 1818. Hamburgo. Caspar David Friedrich encabeza la faceta pictórica del movimiento artístico denominado Romanticismo Alemán. Los pintores deciden salir de la comodidad de su estudio para, cargados de una mochila con atril, pinceles y lienzo, caminar durante horas o días para salir al encuentro de la llamada de los grandes espacios de montaña. Su objetivo, captar y hacer visible el espíritu de la naturaleza y reflejar ese sentimiento de sublimidad que recibimos inmediatamente al vernos insignificantes ante el espectáculo de un paisaje imponente.

En su obra “El caminante sobre el mar de nubes”, la típica figura de espaldas de Friedrich se recorta a contraluz ante un inmenso paisaje alpino en una atmósfera nebulosa. El caminante (y nosotros como testigos) ha llegado a un punto de su camino en el que ya no puede avanzar más, sólo le cabe ser consciente de su limitación y maravillarse ante el infinito, la grandeza y el misterio de la naturaleza.

Año 1923. Cordillera del Himalaya. George Leigh Mallory, escalador y montañero británico, ante la pregunta de por qué osaba una y otra vez a enfrentarse al desafio de jugarse la vida para conquistar la cima del Monte Everest, responde sin más: “Porque está ahí”. Finalmente, ese lugar que anhelaba conquistar pudo con él; a más de 8.000 metros, la montaña engulló sus aspiraciones y aún hoy en día es un misterio si realmente consiguió llegar a esa cima, 29 años antes que la famosa expedición de Edmund Hillary.

Año 2018. Cualquier lugar de nuestro país. Está nevando, hace 5 grados, está nublado, hace mucho viento o llueve. Con firmeza nos vestimos con nuestra ropa de bici y salimos al encuentro de un sombrío bosque o de un sinuoso sendero que con toda seguridad acabará en una vista infinita que, una vez más, nos sobrecogerá y nos mostrará que somos algo muy muy pequeño dentro de un enorme entorno natural. Hemos hecho un gran esfuerzo, no hemos encabezado ninguna expedición peligrosa pero no hay duda de que ha habido un grado de sacrificio. Y de nuevo, desde un lugar profundo, surge la misma pregunta… “¿Por qué?”. Porque ese sentimiento, esa llamada, ese espacio sublime… sigue estando ahí. Juanjo Contreras es el director de arte de BIKE. Entró hace años para hacer el rediseño de la revista sin saber lo que era una doble suspensión y ahora es otro fiel aficionado más a la bici de montaña.

“EL CAMINANTE HA LLEGADO A UN PUNTO DE SU CAMINO EN EL QUE YA NO PUEDE AVANZAR MÁS”