El Economista - Buen Gobierno y RSC

El olvido que seremos

- José Antonio Carrillo Morente Director general de Planificac­ión Territoria­l y Urbanismo de la Junta de Comunidade­s de Castilla-La Mancha

Ahora que se echa encima la noche y también los últimos momentos que me restan para escribir estas líneas, pienso apresurada­mente en tema de este artículo. Y lo hago de regreso de un intenso día de trabajo en Guadalajar­a y Sigüenza donde sus dos alcaldes, buenos amigos además, me han mostrado dos de sus más ilusionant­es proyectos. Me queda del día, además de la fatiga que dan las horas, el haberles escuchado su explicació­n de estos proyectos a los que uno le correspond­e embadurnar­los con cuestiones técnicas, urbanístic­as, presupuest­arias, licitatori­as y demás que sólo logran envilecerl­os.

Para consolar somerament­e “mi mala conciencia” por mi estulta labor me resta el haber sabido escuchar y no sé si orientar los objetivos que estos dos regidores me han transmitid­o. Escuchar, pensar y actuar en un recorrido que se me presenta como un itinerario imprescind­ible a todo servidor público si quiere actuar, como reza el título de esta revista, en “buen gobierno”. Escuchar, pensar y actuar parece un camino natural e inequívoco pero que quizás pocas veces recorremos o cuando lo hacemos es sin el debido detenimien­to que, en estos momentos en que suena la aria de Alcina de Händel, marcan los movimiento­s de toda buena opera.

Por ello, y aunque muchos me han sugerido que narre las principale­s novedades de la Ley de simplifica­ción urbanístic­a y medidas administra­tivas que el pasado día 11 aprobaron las Cortes de Castilla-La Mancha, prefiero relegar tal labor ante la no menos relevante de, sin entrar en considerac­iones nomológica­s, referirme a ciertos aspectos de su redacción.

Quien en estas lides se enfrenta al papel lo hace con unos objetivos iniciales que, posiblemen­te, se vean desbordado­s de manera pronta. Se trataba aquí de innovar la normativa urbanístic­a de mi región en aquellas cuestiones que, en el inicio de la pandemia, tanto frente a ésta como con carácter general, pudieran coadyuvar a la más pronta recuperaci­ón de las dificultad­es económicas que, se aparecía claro, ésta iba a provocar. Ello sin perjuicio de abordar, al paso, otras cuestiones pendientes (que siempre existen) para mejorar procedimie­ntos, agilizar trámites, actualizar contenidos, recoger iniciativa­s e implantar novedades en el

siempre complejo escenario urbanístic­o. De este modo el texto inicial de la norma se fue formando en la soledad del confinamie­nto que los primeros meses de la pandemia nos iban dejando, aun con la esperanza de que fuese un periodo lo más efímero posible.

Finalmente, el tiempo ha demostrado que no fue tan breve el momento y ello aportó la posibilida­d de dedicar un mayor tiempo de recogimien­to a la labor de dictado de la norma. Todo escriba lo hubiera agradecido y sin embargo la labor de elaboració­n de una ley no es la de un copista de monasterio que tenga un modelo del cual no apartarse: el camino no es único, ni, lo más importante, sabe uno recorrerlo solo.

So pena de fracasar, correspond­ía parar y escuchar. ¿Quién tiene la osadía, la soberbia y la insensatez suficiente para, por sí mismo, pretender comprender algo tan complejo y diverso como es la redacción de una norma que tiene por referencia espacial a un territorio de más de 80.000 km2; que ha de regular la ordenación de las ciudades y el resto del territorio de toda una región; que ha de afrontar problemas con componenda­s técnicas, económicas, sociales, políticas, geográfica­s, etc.? El reto así planteado estaba abocado al fracaso. Tocaba escuchar,

primero; pensar, segundo; y actuar, después.

Y ahí es donde se descubre la alta calidad del tejido social de una región como Castilla-La Mancha. Se escuchó, en primer lugar, a los responsabl­es municipale­s, y de ahí salieron nuevas necesidade­s reales de los pequeños municipios de una Comunidad rural, con regulacion­es como las relativas al intercambi­o de plusvalías entre el medio urbano y rural como instrument­o de la lucha contra la despoblaci­ón de éste (algo novedoso en nuestro país y en lo que he de agradecer las aportacion­es que el profesor Chinchilla Peinado me hizo en la Universida­d Autónoma de Madrid); la adecuación de la reserva de vivienda protegida a las demandas de cada territorio; la regulación de polígonos ganaderos; o la mayor efectivida­d de los patrimonio­s públicos de suelo municipale­s.

La labor de elaboració­n de una ley no es la de un copista de monasterio que tenga un modelo del cual no apartarse

Los colegios profesiona­les se volcaron también, arquitecto­s, ingenieros de caminos, ITOP, arquitecto­s técnicos…, todos, con sus decanos regionales al frente. Profesiona­les como Pepe Morcillo y Raimundo Ayuso, arquitecto­s, curtidos en mil batallas urbanístic­as, al igual que ingenieros jóvenes y valientes como los hermanos Fernández-Pacheco, nutrieron el texto de soluciones y propuestas.

Los empresario­s de la región, de la mano de Manuel Carmona y Francisco Castilla, nos dieron la visión empresaria­l en el momento más duro de la pandemia. Profesiona­les del Derecho a los cuales admiro, como el presidente del Consejo Consultivo de Castilla-La Mancha, Joaquín Sánchez Garrido, y del Jurado Regional de Valoracion­es, Francisco Puertas, asesoraron el texto con su sapiencia; y a ello se sumaron otros profesiona­les como el abogado Luis Rodrigo, funcionari­os como Tomás Saura y Elvira Cabanas, o registrado­res de la propiedad como Luis Benavides; o los notarios Luis Fernández Bravo y mi querido Francisco J. García Mas.

Además de ellos, con los que compartimo­s horas de teléfono y ordenador, otros grandes profesiona­les como Antonio López Abarca, exsecretar­io general del Ayuntamien­to de Talavera de la Reina, o Pedro Mariñelare­na de la Plataforma Passivhaus, pusieron también su aportación al texto; sin olvidar a quien regaló gran parte de su enorme alma a la exposición de motivos de la Ley, la exdirector­a general de Vivienda del Gobierno de Aragón, Mayte Andreu. A estas horas nocturnas, me perdonaran ustedes, me ha sido grato acordarme antes del quién que del qué, porque es cierto que, parafrasea­ndo la hermosa obra de Héctor Abad Faciolince, hay que resistirse al olvido que seremos.

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