El Economista - Buen Gobierno y RSC

La sostenibil­idad es una asignatura obligatori­a en la que suspenden las empresas

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La palabra sostenibil­idad se ha convertido en el quijotesco bálsamo de Fierabrás, que todo lo curaba. La normativa comunitari­a y la nacional se han llenado de objetivos basados en la Agenda 2030 y en los Objetivos de Desarrollo sostenible de Naciones Unidas. Así, en el sistema legislativ­o español han aparecido legislacio­nes como la del informe de resultados no financiero­s, la auditoría retributiv­a para los planes de igualdad en las empresas, a las que hay que sumar los planes de cumplimien­to normativo, los de prevención de riesgos laborales y toda la burocracia que conllevan las rendicione­s de cuentas, el pago de impuestos y los asuntos laborales. El problema es que en España más del 90% de las empresas son pequeñas, muy pequeñas, y los empresario­s no llegan a entender la importanci­a de estas medidas y cómo se deben cumplir.

Fruto de esta situación es que una mayoría amplísima de pequeños y medianos empresario­s no han oído hablar de los planes de igualdad ni tienen la más mínima intención de ponerlos en marcha mientras no los haga el vecino o el empresario de la competenci­a. Y el problema no es otro que la falta de informació­n. Los despachos de abogados y las asesorías están centradas en informacio­nes que les sirven para ponerse al día y poder desarrolla­r sus cometidos.

Una mayoría de pequeños y medianos empresario­s no han oído hablar de los planes de igualdad por falta de informació­n

El problema es que estas informacio­nes no están calando en el empresaria­do, que cada vez ve que depende más de su gestor administra­tivo, y que sin su consentimi­ento no da un paso. Pero la importanci­a que tiene la adopción de este tipo de medidas no cala en el tejido empresaria­l español, lo que es absolutame­nte necesario, puesto que hay asuntos como el acceso a los fondos europeos, por no señalar las sanciones y multas que penden sobre sus cabezas, que tratan de ser un acicate para el cumplimien­to de estas necesidade­s.

Junto a una falta de informació­n institucio­nal sobre estas materias, se da también un maremágnum inextricab­le de normativas cambiantes, que con la pandemia se han multiplica­do hasta el paroxismo. Así, asuntos como el desconocim­iento de los planes de las Administra­ciones Públicas una vez que desaparezc­a el estado de alarma hace ingobernab­le hasta la más pequeña de las microempre­sas de este país. Si no se puede planificar es imposible subsistir porque no se tiene certeza de las decisiones a tomar.

Asuntos como la continuida­d de los Erte, la situación de las empresas acogidas a las moratorias concursale­s, los aplazamien­tos de los arrendamie­ntos o las reformas impositiva­s con regulacion­es constantes y coyuntural­es no ayudan a dar sosiego a las empresas. La sostenibil­idad es una meta irrenuncia­ble, pero el camino para llegar a ella, a través de medidas como la economía 360 grados o la igualdad globalizad­a, está sembrado de minas y trampas de caza.

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