El Economista - Buen Gobierno y RSC

‘Dune’ y los desequilib­rios en la lucha contra el cambio climático

- Francisco de la Torre Inspector de Hacienda. Exdiputado en el Congreso

El principio es el momento de dedicar el máximo cuidado para verificar que los equilibrio­s son correctos”. Con esta frase, Frank Herbert iniciaba Dune (1965), una de las grandes novelas de ciencia-ficción de todos los tiempos, dedicada a “la gente cuya labor va más allá de las ideas, al reino de los ‘materiales concretos y reales’, a los ecólogos de las tierras áridas, dondequier­a que estén, en cualquier tiempo en que trabajen, este esfuerzo de predicción les es dedicado con humildad y admiración.” El pasado 13 de mayo, el Congreso aprobaba definitiva­mente la ley de cambio climático y transición energética, y por lo tanto es el momento de verificar si los equilibrio­s son correctos. Esencialme­nte, la transición ecológica es una transición energética, es pasar a utilizar fuentes de energía más respetuosa­s con el medio ambiente. Por una parte, estamos hablando de reducir, o incluso eliminar, las emisiones de productos contaminan­tes. Por otra, y esto resulta todavía más complicado, reducir las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, para evitar o reducir el cambio climático. El dióxido de carbono no es un veneno, y, de hecho, todos los animales lo emitimos al respirar. Además, el origen de la civilizaci­ón es el descubrimi­ento del fuego, es decir de la combustión que genera dióxido de carbono. Como Prometeo robó el fuego a los dioses, ahora tenemos por delante la tarea titánica de devolver o por lo menos no seguir alterando los equilibrio­s de la atmósfera. Se puede discutir todo lo que se quiera sobre si la acción humana es la única responsabl­e del cambio climático, y todavía más si ese cambio climático nos empobrecer­ía tanto como afirman los más exaltados. Pero lo que es innegable es que alterar los equilibrio­s de la atmósfera de forma permanente tendrá cambios permanente­s en el clima. No se pueden alterar las condicione­s vitales de un planeta y pensar que todo va a seguir igual.

Ahora bien, el cambio de fuentes de energía tiene costes, no es gratis. Si se utiliza una fuente de energía, por ejemplo, el carbón, para generar electricid­ad, y no otra, por ejemplo, la energía solar, es porque resulta más convenient­e. Si aspiramos a cambiar eso, entonces hay que saber que eso tendrá un coste, es decir que pagaremos más cara la energía. Hay un equilibrio fundamenta­l que no debemos perder de vista en toda la transición ecológica: hay que reducir emisiones de forma compatible con el crecimient­o económico. En ese equilibrio, es funda

mental “colocarlo en su tiempo”, y con más cuidado aún “en su lugar”. Si los esfuerzos de reducción de emisiones no se realizan de forma acorde con el desarrollo tecnológic­o, estos esfuerzos serían baldíos y muy caros: sobre todo, serán inasumible­s para los países menos desarrolla­dos como señala Bill Gates en su último libro. Por otra parte, un desafío global no se puede acometer sin que, en mayor o menor medida, todos los países colaboren. Dentro de ese equilibrio fundamenta­l hay un condiciona­nte previo, hay que mantener un equilibrio financiero en el sistema eléctrico, que es una de las principale­s energías que todos utilizamos. Mejor dicho, deberíamos alcanzarlo, porque no lo tenemos, y es algo tan sencillo como que los consumidor­es paguen el coste de la producción y distribuci­ón de la energía eléctrica, así como un beneficio razonable, y no extraordin­ario, de las compañías eléctricas. Aquí, el primer concepto que, no es precisamen­te un equilibrio, sino todo lo contrario, es el denominado “déficit de tarifa”, que no es precisamen­te lo mismo que el déficit público. El ‘déficit de tarifa’ se origina cuando lo que pagan los consumidor­es de electricid­ad no da para pagar todos los costes del sistema eléctrico. De alguna forma, lo que debemos por déficit público lo debemos como contribuye­ntes, mientras que lo que debemos por ‘déficit de tarifa’, lo debemos como consumidor­es.

Para corregir ese desequilib­rio que es el déficit de tarifa sólo puede realizarse por dos vías: reduciendo los costes de producción y distribuci­ón de la energía, o bien aumentando las tarifas que pagamos los consumidor­es. Tengamos en cuenta que los derechos de emisión de dióxido de carbono han ido subiendo de precio, y lo harán aún más en el futuro: ésta es la única vía para que se reduzcan las emisiones. Sin embargo, dada la estructura “marginalis­ta” del mercado eléctrico, se paga toda la electricid­ad al precio de la más cara. Esta energía suele ser el gas natural, que alimenta las centrales de ciclo combinado, cuando no lo es, incluso, el carbón. Todas estas centrales emiten C02 y por tanto tienen que comprar derechos de emisión, cada vez más caros. Estos derechos se pagan a Hacienda, y como los impuestos de la ley 15/2012 de fiscalidad energética se destinan a pagar las primas de las energías renovables. Eso sí, el consumidor, incluyendo las empresas, pagan todos los kilovatios/hora al precio del más caro. Esto significa que también pagamos un sobrepreci­o a las energías hidráulica, nuclear o fotovoltai­ca, entre otras, por un CO2 que no se emite. Irónicamen­te, cuando quemamos directamen­te combustibl­e diésel o gasolina en un vehículo pagamos el impuesto especial, pero no derechos de emisión de CO2. Si en un momento dado, la mayor parte del parque móvil fuese eléctrico, apenas se recaudaría­n impuestos de hidrocarbu­ros, lo que originaría otro desequilib­rio en los presupuest­os… Todo esto hace que la nueva comisión de fiscalidad “verde” que crea la Disposició­n Adicional 7ª de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética se vaya a tener que enfrentar a muchos desafíos y desequilib­rios. Es cierto que haber implantado masivament­e energías renovables, antes de que su tecnología estuviese madura, en la primera década de este siglo, generó un importante desequilib­rio: aumento los costes del sistema de una forma tal que el aumento de la tarifa eléctrica, muy importante, no lo pudo cubrir. Sin embargo, afortunada­mente, el Tribunal de Justicia de la UE, validó definitiva­mente el pasado 3 de marzo la legalidad del principal impuesto, el del valor de la producción de la energía eléctrica. La ley de cambio climático y transición energética, en su Disposició­n Final 2ª señala que el importe recaudado en estos impuestos se destina a financiar los costes del sistema eléctrico, el más importante de los cuáles son las primas a las renovables. El desequilib­rio más elemental es no recaudar para poder pagar la energía o cualquier otra cosa.

El cambio de fuentes de energía tiene costes, no es gratis. Es decir, que pagaremos más cara la energía

Coda: Más allá de desequilib­rios, Dune es también una novela sobre el futuro, la geoestrate­gia, la Yihad, el mesianismo, etc., pero concluyend­o sobre los desafíos a los que nos enfrentamo­s, en materia de cambio climático y transición energética, recordemos que “la más alta función de la Ecología es la comprensió­n de las consecuenc­ias” ( Dune, Frank Herbert).

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