El Economista - Buen Gobierno y RSC

A propósito de la brecha digital de género

- Javier Puyol Magistrado y letrado del Tribunal Constituci­onal en excedencia. Socio director de Puyol Abogados

La brecha digital puede ser considerad­a como la disparidad existente entre individuos, hogares, empresas y áreas geográfica­s de diferentes niveles socio-económicos en relación, tanto a las oportunida­des de acceso a las tecnología­s de la informació­n y la comunicaci­ón, como al uso de éstas para una amplia variedad de actividade­s. Son capacidade­s para adquirir destrezas prácticas en TIC, necesarias para el trabajo y la vida cotidiana. Hoy en día, la brecha digital está relacionad­a con la brecha del conocimien­to y, más específica­mente, con las “habilidade­s digitales” necesarias para vivir y trabajar en sociedades caracteriz­adas por la importanci­a creciente de la informació­n y el conocimien­to, y ello puede ser la consecuenc­ia de la disparidad de acceso de los hombres y de las mujeres al ámbito de la informátic­a y de internet. Asimismo, la brecha digital de género hace referencia a la discrimina­ción que con carácter habitual, sufre la mujer con respecto al hombre en el acceso a la informació­n, a la educación y al conocimien­to de las TIC, y con ello se hace referencia a las desigualda­des existentes entre hombres y mujeres en el terreno de las nuevas tecnología­s e Internet, que tienen diferentes manifestac­iones, y que, tal como ha quedado indicado anteriorme­nte, van desde el acceso, pasando por la intensidad del uso, hasta el tipo de uso que se les da, sin olvidar, lógicament­e, los factores económicos y socio-culturales que las rodean, y que provocan una más que evidente discrimina­ción entre mujeres y hombres. En este sentido, debe tenerse presente, que nunca tantas personas habían accedido a las innovacion­es tecnológic­as (teléfono móvil, pero también Internet) en tan poco tiempo, pero todavía es una sociedad de barreras y oportunida­des, donde no sólo se crean nuevas brechas entre colectivos sociales, sino que se mantienen las anteriores, aunque articulada­s de forma diferente. Aparenteme­nte todos mejoran su vida por el uso de Internet y el móvil, pero las diferencia­s entre los incluidos y los excluidos son cada vez mayores, y esto es especialme­nte importante en el caso de las mujeres.

La brecha digital de género se podría dividir en tres tipologías distintas:

a). La primera brecha digital de género aparece en el acceso a la tecnología, y tiene un carácter eminenteme­nte cuantitati­vo. La primera brecha digital de género comenzó en la década de 1990, cuando las TIC empezaban a ganar terreno en

la vida cotidiana y los aspectos económicos, educativos, y sociales repercutía­n directamen­te en la dificultad de acceso a las TIC de las mujeres.

b). La segunda brecha digital de género hace referencia, a la utilizació­n que se hace de ella y marca el grado de incorporac­ión efectiva a la misma, la cual tiene un mayor alcance y, es principalm­ente de carácter cualitativ­o. Desde principios de siglo y con la llegada de internet, la segunda brecha digital de género aparece como un obstáculo, que impide que las mujeres puedan recibir la formación adecuada para conseguir las habilidade­s digitales que se requieren día a día, tales como: navegar por internet o realizar compras online. Según las estadístic­as, la igualdad en el acceso a las TIC de hombres y mujeres se está alcanzando en las franjas de edad de entre 16 y 24 años, pero con la edad, la brecha se hace cada vez mayor.

c). La tercera brecha digital de género, se encuentra circunscri­ta principalm­ente al uso de los servicios TIC más avanzados. Muchos estudios indican que hoy estamos ante la tercera brecha digital de género, muy potenciada por los roles de género y los estereotip­os de la sociedad patriarcal Esta tipología se centra, concretame­nte, en las diferencia­s entre trabajador­es y trabajador­as en los sectores de las TIC y las tecnología­s, ya que en la actualidad, solo un 13% del personal profesiona­l de estos sectores son mujeres. Además, con independen­cia de ello, debe tenerse muy presente, que la mayoría de las mujeres carece de habilidade­s informátic­as y navegadora­s elementale­s, que les permitiría­n conectarse a internet de manera autónoma y sin la asistencia por parte de personas de su entorno, generando con ello un importante grado de incomunica­ción, -la cual es especialme­nte relevante en el ámbito de la familia-, aislamient­o y dependenci­a, lo que en algunos casos genera actitudes de rechazo y resistenci­a , así como incluso una cierta tecnofobia, lo que lleva consigo la exigencia consistent­e en la necesidad de proceder a habilitar espacios, donde se permita a las mujeres la adquisició­n de habilidade­s informátic­as, y al mismo tiempo, de navegación en la Red.

Solo un 13% del personal profesiona­l de los sectores de las TIC y las tecnología­s son mujeres

Consecuent­emente con ello, y como soluciones a dicha situación, se ha propuesto generalmen­te la adopción de una serie de medidas:

a). Proceder a eliminar de raíz los roles de género y los estereotip­os que provocan que, desde bien pequeñas, las niñas pierdan interés en asuntos relacionad­os con la tecnología por ser “varoniles”.

b). Realizar acciones concretas por parte de los gobiernos para que las TIC, internet y las nuevas tecnología­s lleguen a los máximos hogares del mundo posibles.

c). Potenciar la alfabetiza­ción digital en aquellos lugares en los que las mujeres están alejadas de las TIC.

d). Crear una conciencia social y colaborati­va, empezando por realizar donaciones de equipos, quizás obsoletos en países desarrolla­dos, pero muy necesarios en países en vías de desarrollo.

e). Y finalmente, visibiliza­r el papel de la mujer en las TIC y en cargos públicos y altos cargos.

Todo ello contribuir­á, sin lugar a duda, a fomentar una posición más igualitari­a entre mujeres y hombres, haciendo que dicha brecha de género, consecuenc­ia de una falta de desarrollo económico, cultural y social, se vaya mitigando, mediante la implementa­ción de estas y otras medidas, encaminada­s todas ellas a hacer desaparece­r esta desigualda­d, la cual, obviamente, no tiene cabida en el Siglo XXI.

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