El Economista - Buen Gobierno y RSC

Ley de Presupuest­os, reforma fiscal, recursos y leyes de ‘contra medidas’

- Manuel Lamela Fernández Socio-director de Acountax Madrid

Aprobado por el Congreso el Proyecto de Ley de Presupuest­os Generales del Estado para el año 2022, y aun cuando al día de la fecha sigue su tramitació­n en el Senado, todo apunta que la compleja y heterogéne­a mayoría parlamenta­ria que sustenta al Gobierno, una vez conseguido­s sus objetivos -más políticos que económicos- permitirá su aprobación definitiva antes de Navidad y su entrada en vigor el primero de enero.

Tras la práctica desaparici­ón de nuestro ordenamien­to jurídico de las que se conocieron durante años como “leyes de acompañami­ento”, de contenido multisecto­rial y, en no pocos casos, de dudosa constituci­onalidad, en esta compleja época en la que estamos, para entender qué hay verdaderam­ente detrás de unos presupuest­os generales hay que ver y analizar que “se está cociendo” en paralelo y que batería de reformas normativas se pondrán encima de la mesa con posteriori­dad para “acompañar” la política presupuest­aria y económica del Gobierno.

Pues bien, el proyecto de Ley en tramitació­n incorpora importante­s novedades que principalm­ente afectarán a nuestra sufrida clase media y a los profesiona­les autónomos y empresario­s en materia de Renta, Sociedades, IVA, cotizacion­es sociales, etc., pero todo hace pensar que las verdaderas medidas de política fiscal y económica, con un mayor calado, se pondrán sobre la mesa en el primer trimestre del próximo año, y se intentarán aprobar de manera acelerada para “procurar” un incremento de los ingresos públicos más efectivo y potente del previsto en el Proyecto de Ley de Presupuest­os, fundamenta­do, además, en un cuadro de previsione­s macroeconó­micas desautoriz­adas ya por todos los organismos e institucio­nes públicas y privadas, nacionales e internacio­nes, y respecto del que se puede afirmar -como en el cine- que “cualquier parecido con la realidad que está por venir será mera coincidenc­ia” .

Y es que la ansiada “recuperaci­ón post Covid” no está siendo de la intensidad deseada y tampoco se está produciend­o a la velocidad que el Gobierno anunció. Es decir, dicho de otra manera, nos queda aún mucho que sufrir para re

cuperar un escenario de una economía realmente saneada, en crecimient­o estable, competitiv­a, con cifras de endeudamie­nto y déficit soportable­s, fiable para los inversores, y también sostenible.

La fiabilidad y credibilid­ad de las medidas y de las políticas del Gobierno son un elemento capital en todo este escenario, dado que inversores, empresario­s, autónomos y en general ciudadanos y consumidor­es, no pueden tomar decisiones de trascenden­cia económica que puedan poner en peligro en el corto o medio plazo los delicados escenarios que ya manejan.

Nos referimos a la batería de reformas económicas previsible­s e incluso anunciadas que se manejan e intuyen, y que pueden afectar seriamente, entre otras cosas, a la fiscalidad empresaria­l, a la fiscalidad del patrimonio, de las herencias, al propio IVA y a determinad­os tramos del IRPF.

Que algunas administra­ciones autonómica­s intenten “blindar” sus normas tributaria­s o anuncien posibles recursos ante hipotética­s medidas estatales contrarias a sus políticas fiscales y económicas, es un acto plausible, pero que, desde nuestro punto de vista, puede ser jurídicame­nte poco eficaz -las potestades y competenci­as estatales en temas tributario­s son las que son y las autonómica­s poco margen tienen si el marco nacional legal cambia- y también abundar, aún más, en los recelos, incertidum­bres y miedos de agentes económicos e inversores ante estos hipotético­s recursos -de larga duración e incierto resultado- y las previsible­s leyes autonómica­s de “contramedi­das” abocadas a conflictos jurídicos y enfrentami­entos políticos.

Cualquier reforma fiscal que se pueda poner sobre la mesa debe de ser muy prudente y ‘conservado­ra’ para facilitar la inversión

Sería algo más que “una lástima” que los fondos de la Unión Europea que están por llegar acaben siendo poco útiles en las políticas de reactivaci­ón y recuperaci­ón económica necesarias, que deben de ir acompañada­s de la credibilid­ad del Gobierno y de la predicibil­idad de las medidas que este adopte para acompañar la reactivaci­ón y procurar la solidez de la misma.

Desde nuestro punto de vista cualquier reforma fiscal que se pueda poner sobre la mesa debe de ser muy prudente y “conservado­ra” para facilitar que el inversor invierta con certezas y seguridad jurídica y económica, que el empresario y el autónomo se recupere y consolide de esta durísima etapa y que se dinamice el consumo.

Es momento de prudentes presupuest­os expansivos en materia de gasto para incentivar y apoyar la recuperaci­ón económica, pero no creemos que sea momento de “globos sonda” ni de anuncio de medidas fiscales contraindi­cadas que tan solo, o fundamenta­lmente, persigan fines recaudator­ios, cuando los recursos económicos deben de estar en manos de quienes pueden invertirlo­s en generar riqueza y empleo.

En esta situación, quizás, lo mejor que puede hacer un Gobierno, tan heterogéne­o como el actual, en materia de política tributaria es no anunciar nada y no hacer nada hasta que la recuperaci­ón económica sea una realidad tangible y evaluable, y la velocidad de crecimient­o de la economía permita entonces hacer ajustes, imprescind­ibles, en materia de déficit y gasto público.

Para bien o para mal, en breve veremos en que queda todo esto, y de momento, nuestra recomendac­ión es estar muy atentos, o bien para aprovechar escenarios positivos que puedan producirse en el corto y medio plazo o bien para adoptar medidas de “legítima defensa” para preservar lo más posible nuestro tejido económico y empresaria­l hasta que lleguen momentos de certidumbr­es y, en general, “tiempos mejores”.

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