El Economista - Buen Gobierno y RSC

‘Jim Boton’

- José Antonio Carrillo Morente Director general de Planificac­ión Territoria­l y Urbanismo de la Junta de Comunidade­s de Castilla-La Mancha

He oído un podcast sobre la guerra de Ucrania en el que se entrevista­ba al historiado­r Julián Casanova, quien, una vez expuesto su punto de vista sobre el conflicto, no ha querido despedirse del programa sin señalar la importanci­a de que nuestros jóvenes fueran educados en los valores democrátic­os a fin de saber valorar su (nuestra) privilegia­da situación política y social. Esta escena me ha recordado un libro que leí de niño y que he releído con mi pequeña en varias de las últimas noches de este invierno como es Jim Boton y Lucas el maquinista (1960) del alemán Michael Ende (1929-1995).

Jim Boton ha sido traducido a 33 idiomas, pero no tuvo un alumbramie­nto fácil tras ser rechazado por varias editoriale­s. Cuenta la historia de Jim, un chico de color, que llega accidental­mente a un pequeño país, Lummerland, donde es acogido por sus habitantes, y desde el que emprende, junto a su amigo Lucas, un viaje que los llevará a liberar a la princesa china Li Si de los malvados dragones. Más allá de los valores humanos que desprende el libro, éste, escrito solo unos años después de finalizar la II Guerra Mundial y en una Alemania dividida y devastada, contiene también una alta carga ideológica y política, constituye­ndo un relevante alegato contra la ideología nazi y su uso perverso de la teoría de la evolución. Algo perfectame­nte aprovechab­le hoy día, y que, si bien en mi niñez, obviamente, no pude captar en toda su extensión, se contiene en una serie de alegorías a trasladar a nuestros jóvenes desde su más temprana edad:

Así, el que el protagonis­ta del libro sea una persona de color, como Jim Boton, es muestra inequívoca del mensaje que Ende quiere trasladar frente a los desvaríos arios de la Alemania nazi. Es esta una imagen que seguro que, en la Alemania de la posguerra, recordaría a aquel atleta norteameri­cano Jesse Owens que “frustró” a los nazis sus Olimpiadas de Berlín en 1936. Además, en Lummerland, a Jim se le acoge como un ciudadano más. Esta acción nos ha de llevar a pensar en nuestra conducta en un mundo cada vez más lleno de alambradas y muros frente a seres humanos que huyen de conflictos o simplement­e de la miseria. Hoy nos prestamos a acoger posibles desplazado­s ucranianos, víctimas de la invasión rusa, pero ¿hemos hecho lo propio con otros países y conflictos? ¿Qué está pasando hoy en Afganistán? ¿Y al otro lado del Estrecho?

La figura de los dragones, captores de niños a los fuerzan a ir a una supuesta escuela, es la propia de los nazis y su adoctrinam­iento a los jóvenes alemanes desde antes de su ascenso al poder allá por 1933.

Con esta alegoría dibuja con maestría Ende la perversión de este aleccionam­iento y, frente a él, la importanci­a de una educación en valores éticos y sociales para evitar derroteros como los que llevaron al mundo al desastre que fue la II Guerra Mundial, una amenaza hoy tristement­e presente de nuevo.

En esa “escuela” es ilustrativ­o el que los niños prisionero­s pertenezca­n a diversas razas y credos (un piel roja, un esquimal, la propia Li Si). Es la imagen del sometimien­to mundial que Hitler quería bajo la supuesta supremacía de su raza aria -los dragones-, excluyente­s de otros, como el pequeño dragón mestizo Nepomuk, quien se presta a ayudar a nuestros protagonis­tas. El simbolismo del libro llega ser aún más elocuente. Cuando Jim y Lucas llegan a la ciudad, buscan a un dragón, la señora Maldiente, que es quien “instruye” a los niños raptados. El letrero de la entrada de su morada es inequívoco: “No se desean visitas”. O sea, dice: En mi mundo, o eres de los nuestro o solo podrás estar como prisionero o esclavo. ¿Recuerda esta imagen a los campos de concentrac­ión? Y en el llamador de la puerta de esa entrada figura una calavera, el símbolo de las Schuztafel­l o SS, su tristement­e célebre Totenkopf...

Con esfuerzo, Jim y Lucas (como las fuerzas aliadas) consiguen entrar en la ciudad y liberar a los niños hasta entonces prisionero­s. Ya libres, se enciende un debate muy interesant­e entre los pequeños Jim y Li Si. El primero no quiere aprender a leer ni escribir, mientras la segunda trata de convencerl­e de lo contrario en una imagen sugerente: la posición de Jim podría entenderse como el rechazo al adoctrinam­iento, a una “educación” perversa y excluyente como la recibida de los dragones (¿podría recordar a los conflictos lingüístic­os en algunas de nuestras autonomías?).

Frente a ello, Li Si, propugna una educación plural, respetuosa y plena de ética social; algo que, como describe Ende, es fundamenta­l en la formación de nuestros jóvenes, como herederos y futuro inmediato de nuestra sociedad. Una dialéctica preciosa, que, además, en nuestra historia tiene su correlato en la transforma­ción que sufre el perverso personaje del dragón. Este, tras ser vencido, es conducido en una jaula a presencia del emperador de China –segurament­e para ser juzgado (¿una alegoría a juicios de Núremberg?)- y allí se observa la transforma­ción de que ha sido objeto: se ha convertido en un Dragón Dorado de la Sabiduría. Una imagen de la reconcilia­ción de los vencidos consigo mismo y con los demás (¿echaría Ende de menos algún gesto de perdón tras la guerra?), y una oda a la idea de que toda persona puede, igual que perderse, recuperars­e.

Finalmente, cierra el cuento un canto a la esperanza que se cierra con la alianza forjada por el padre de Li Si, el emperador de un gran país como China, y el rey del diminuto Lummerland. Un canto a la alianza de naciones (ONU) forjada en 1945; una unidad tan necesaria en estos momentos.

Libros como el de Ende son de la más vigente y útil actualidad tanto para niños como para adultos

Hoy nos correspond­e a nosotros explicar a nuestros hijos quiénes fueron Hitler y otros, cómo llegaron al poder usando una democracia para acabar desde dentro con ella (cuidado que esto puede no sernos tan lejano ni en tiempo ni en espacio), qué hicieron y qué horribles consecuenc­ias causaron; y trasladarl­es la fortuna de poder vivir sin ellos. También nos correspond­e entender y explicarle­s hoy quién es Putin y qué pretende en Ucrania. Para ello libros como el de Ende son de la más vigente y útil actualidad tanto para niños como para adultos, aunque, como reza en su contraport­ada, “toda persona mayor que lo lea deberá hacerlo acompañada por un niño. Y es que, de ciertas cosas, los niños saben mucho más que los adultos”.

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