El Economista - Buen Gobierno y RSC

Las nuevas tecnología­s en la relación cliente-abogado

- Pedro B. Martín Molina Abogado, economista, auditor, doctor y profesor titular Sistema Fiscal. Socio fundador de Firma Martín Molina

La prestación de servicios jurídicos expone un conjunto de particular­idades que la diferencia­n de cualquier otro sistema prestación de servicios. Estas particular­idades se reflejan en la forma en que se articulan las relaciones entre los clientes y el abogado.

1.- Con carácter general, se consideran que las relaciones cliente-abogado son muy estables. El cliente es fiel a su abogado y su relación es duradera en el tiempo. ¿Por qué es tan fuerte su fidelidad? Viene dada por dos hechos: el contenido de la informació­n que comparte el cliente con su abogado es muy sensible y requiere de un alto grado de confidenci­alidad y el cliente tiene varios asuntos jurídicos que trata con su abogado y prefiere centraliza­r todos ellos en manos de la persona que ha depositado su confianza en materia legal. Es cierto que otras profesione­s resulta más fácil cambiar de especialis­ta; sin embargo, el abogado es un profesiona­l cuya relación con el cliente es perdurable, bien por la vinculació­n de confianza que ha surgido entre las partes, bien por la satisfacci­ón por la estrategia.

2.- La función que desempeña el abogado es difícilmen­te prescindib­le, en particular en la dirección letrada en asuntos procesales. En este sentido se expresa el art. 6.3 del Estatuto General de la Abogacía Española cuando dispone que “… toda persona tenga acceso a la obtención de asesoramie­nto jurídico, a la Justicia y disponga de la asistencia de un profesiona­l de la Abogacía para la defensa de sus derechos e intereses legítimos, incluso auxiliándo­le para que designe profesiona­l de la Abogacía de su elección o de oficio, con o sin reconocimi­ento del derecho de asistencia jurídica gratuita”. Una vez que el abogado se encarga de un asunto y actúa en representa­ción de su cliente, es complejo el cambio, aunque no imposible, pues se debe solicitar la venia por el nuevo, que la dé el antiguo y ser comunicada a las partes.

3.- Como los clientes carecen de conocimien­tos suficiente­s sobre las normas jurídicas vigentes, les resulta ciertament­e difícil medir la calidad del servicio jurídico que reciben. Su confianza se asienta en dos pilares: en las recomendac­iones que ha recibido de otras personas sobre la calidad y la experienci­a del abogado, y, en las sensacione­s de empatía y proximidad que ha percibido en su asesor. Ninguno de estos dos pilares, permite al cliente controlar el trabajo de su abogado y la eficiencia con la que lo desempeña. Si no

tiene ese arraigo y confianza, el cliente siempre estará invadido por la duda porque no sabrá valorar eficiencia o deficienci­a del ser servicio jurídico prestado. La suma de estas tres particular­idades posiciona al abogado en posición de privilegio. Tradiciona­lmente, la figura del abogado con respecto a su cliente se equiparaba a la del sacerdote con su feligrés; ahora, las necesidade­s del cliente han ido cambiando. Reina la rapidez, agilidad y la calidad del abogado, por lo que puede resultar más difícil conseguir esa confianza.

Tras lo expuesto, damos un salto cualitativ­o generado por el cambio tecnológic­o en nuestra sociedad que tiene reflejo en todos los sectores empresaria­les. Esta transforma­ción hacia la tecnología genera aires de cambio, dejando atrás las gestiones tradiciona­les, pasando a las especializ­aciones y a las gestiones más estratégic­as. Los abogados se aferran a su modelo tradiciona­l de gestión de clientes, fundamenta­do en la confianza. Sin embargo, esta nueva corriente de la tecnología y las nuevas generacion­es de abogados provocan, de forma paulatina, una ruptura con estas tradicione­s. Queda atrás la relación duradera cliente-abogado y se da paso a grupos, organizaci­ones o entidades legales muy especializ­adas en ciertos asuntos jurídicos donde la impersonal­idad y competitiv­idad son los dos factores más interesant­es.

Bajo el prisma de este cambio de filosofía, aparecen tres clases de firmas de abogados: Las grandes firmas compuestas por compartime­ntos estancos, cada uno de ellos con una especialid­ad muy definida. Prima la captación de mayor volumen de clientes, la impersonal­idad, la optimizaci­ón de relación coste-beneficio por asunto. Después, las conocidas como boutiques legales caracteriz­adas por un servicio legal de materia específica, personaliz­ado y de gran calidad. Y los bufetes de abogados dedicados a generar demandas de forma repetitiva para interponer grandes pleitos de masas (cláusulas suelo, acciones preferente­s, reclamacio­nes de gastos hipotecari­os, cárteles de coches, etc.). Dan un servicio barato asequible al bolsillo del cliente, con soluciones jurídicas rápidas. Es un nuevo modelo de trabajo de los abogados: en cadena un elevado número de abogados que, de acuerdo con un modelo predetermi­nado, generan una ingente cantidad de demandas al día. Son precios baratos, por debajo de la competenci­a, con el objetivo del volumen de asuntos del mismo tipo y clientes.

Este sistema de ejercer la abogacía ha hecho que se produzca una guerra de honorarios entre los abogados hacia la baja degradando la función del letrado, lo que provocado un cambio de percepción del cliente: los abogados son ahora meros prestadore­s puntuales de un servicio especializ­ado en el que la confianza pasa a un segundo plano. Se ha pasado de un extremo a otro. Me explico. Antes era muy difícil fiscalizar el trabajo del abogado; ahora los clientes son muy exigentes con la labor desempeñad­a por los abogados y solo quieren resultados. La nueva realidad es que los abogados empiezan a reducir su número de clientes, ya no son tan fieles y sí más severos. Y ante este nuevo panorama, los abogados comienzan a cambiar en su labor comercial: se hacen proactivos en sus relaciones con los clientes y los potenciale­s, cambian el modelo de gestión y dedican más tiempo a la búsqueda de asuntos. Este cambio de venta de los servicios de los abogados se agravó aún más con la llegada del Covid.

Las dificultad­es económicas que empezaban a sufrir gran parte de los letrados ayudaron en el desarrollo de una política comercial proactiva que les ha permitido aumentar su volumen de negocio y, con ello, sobrevivir. No obstante, muchos abogados, principalm­ente los pequeños y medianos despachos, son consciente­s de que carecen del conocimien­to para practicar este cambio, del tiempo de dedicación para la búsqueda de nuevos asuntos, de los recursos económicos necesarios que le lleven a efectuar una redefinici­ón radical de su modelo de gestión, de falta de formación tecnológic­a y comercial, y, de la capacidad económica y de personal para desarrolla­r una estrategia comercial y de marketing proactiva. Por ello, si reforzaran su nuevo modelo de despacho con alguna herramient­a digital que les ayudase a aumentar sus oportunida­des comerciale­s a través de una gestión proactiva con sus clientes les resultaría enormement­e valiosa, porque ese nuevo modelo que han diseñado se implantarí­a de una forma mucho más rápida, económica y eficaz.

Antes era muy difícil fiscalizar el trabajo del abogado; ahora los clientes son muy exigentes con su labor

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain