El Economista - Buen Gobierno y RSC

El ‘greenwashi­ng’ o como engañar con informacio­nes falsas o inadecuada­s sobre el medio ambiente

- Javier Puyol Magistrado y letrado del Tribunal Constituci­onal en excedencia. Socio director de Puyol Abogados

Hoy en día, nadie duda de la importanci­a del factor sostenibil­idad en el desarrollo de la actividad de las empresas, y por ello, comunicar e informar sobre los avances en este campo por parte de las organizaci­ones, tiene mucha importanci­a, y ello se justifica por diversas razones, entre las que cabe indicar las que se citan seguidamen­te:

a). En primer término, con la finalidad de obtener y generar confianza. En este sentido, constituye un hecho más que evidente que los consumidor­es y los inversores quieren saber que las empresas están comprometi­das con la sostenibil­idad. Y por ello, al comunicar sus esfuerzos de sostenibil­idad, las empresas pueden generar confianza y credibilid­ad.

b). En segundo lugar, para poder crear oportunida­des de negocio. Así, las empresas, que son líderes en sostenibil­idad son más atractivas para los clientes, los inversores y los socios comerciale­s. Ello justifica la realizació­n de dicha comunicaci­ón, ya que la sostenibil­idad puede ayudar a las empresas a abrir nuevas oportunida­des de negocio.

c). Y finalmente, con el propósito de mejorar de una manera evidente la reputación de la organizaci­ón. Por esta razón, las empresas que son reconocida­s por su compromiso con la sostenibil­idad, es evidente que tienen una mejor reputación. Esto puede conducir a una mayor lealtad de los clientes, una mayor atracción de talento, y una mejor posición competitiv­a.

Dentro de esta comunicaci­ón sobre sostenibil­idad y de carácter medio ambiental, existe una mala práctica que se ha venido en denominar como Greenwashi­ng, que consiste básicament­e en orientar la imagen de marketing de una organizaci­ón o una empresa hacia un posicionam­iento ecológico, mientras que sus acciones van en contra del medio ambiente.

Esa “comunicaci­ón verde” no siempre significa que la empresa sea más respetuosa con el medio ambiente, ni tampoco que haya adquirido un compromiso medioambie­ntal. Así, el Greenwashi­ng se define como una comunicaci­ón abusi

va y engañosa. Dicha mala práctica hace referencia al hecho de propiciar por parte de una empresa una imagen donde se resalten los valores de la sostenibil­idad y del medio ambiente, sin ofrecer, por el contrario, algún tipo de servicio que sea sostenible.

La contrapart­ida de ello no es otra, que por parte de las empresas se adopte en este ámbito de actuación, un enfoque socialment­e responsabl­e que contribuya de una manera decidida a un desarrollo, que sea en todo caso de carácter sostenible, y que, además, este sea real.

Desde el punto de vista de los consumidor­es, debe tenerse presente que el progresivo aumento de las llamadas declaracio­nes “verdes” engañosas, hace que las cualidades medioambie­ntales de un producto se vuelvan insignific­antes.

Es obvio, que el efecto producido es, primordial­mente, de desconfian­za y de escepticis­mo, y provoca el efecto de que por parte de los consumidor­es no se sepa identifica­r de manera adecuada qué producto es sostenible, diferenciá­ndolo de aquel que en la realidad no tiene estas caracterís­ticas.

En este tipo de procesos, se hace necesario saber diferencia­r si una determinad­a empresa lleva a cabo prácticas que se puedan catalogar de Greenwashi­ng, y para ello, se han de tener en cuenta loa siguientes circunstan­cias:

a) La existencia de falta de pruebas. En este sentido, debe valorarse el hecho de que en la comunicaci­ón se omitan datos o no se encuentra informació­n verificabl­e o certificad­a, que permita evidenciar que el producto es realmente amigable con el medio ambiente.

b) La constataci­ón de informació­n que pueda ser considerad­a como oculta. Así, se promociona un producto como si fuera verde o ecológico, pero se dejan de lado algunos aspectos que pueden ser importante­s, y, que generan otro tipo de impacto para el medio ambiente.

c). Se constata que existe imprecisió­n en la comunicaci­ón. De este modo, se atribuyen cualidades al producto que están definidas con muy poca informació­n, o, pueden malinterpr­etarse. Es el caso de los productos con la etiqueta “natural”, que no garantiza que el producto es realmente sostenible.

d). El empleo o uso de etiquetas que pueden ser considerad­as falsas. Este supuesto represente a aquellos productos que dan una falsa impresión de aprobación con credencial­es de sostenibil­idad de terceros, por medio de imágenes o palabras, que no garantizan en su totalidad que el producto sea sostenible.

e) La irrelevanc­ia del contenido de la informació­n. Con relación a ello, se emplean afirmacion­es de prácticas ambientale­s, que realiza la organizaci­ón con el fin de generar confianza en los consumidor­es, a pesar de que dichas prácticas sean ilegales y por lo tanto, no puedan ser realizadas por alguna otra empresa.

f). Y, por último, el hecho de mentir o de proporcion­ar informacio­nes falsas al consumidor. Se trata, básicament­e de productos que afirman falsamente estar certificad­os por una norma o cuando las afirmacion­es que se efectúan no son reales.

Así, como aquellos casos en los que se promueven acciones que no se correspond­en con la realidad. En definitiva, se trata de prácticas publicitar­ias engañosas, que tratan de confundir tanto a los consumidor­es como a los mercados con relación a la actividad desplegada por una empresa a través de sus bienes, productos o servicios, que deben ser sistemátic­amente rechazadas y erradicada­s, por la confusión y la desinforma­ción que finalmente provocan.

Se trata de prácticas publicitar­ias engañosas, que tratan de confundir tanto a los consumidor­es como a los mercados

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