Cambio16

Industria textil

- Texto NATALIA LOBO @natysideas

¿Es posible una revolución sostenible en la moda?

La industria textil es la segunda más contaminan­te del mundo después de la del petróleo. El ciclo de producción y consumo de la ropa tiene graves consecuenc­ias para la preservaci­ón del medio ambiente y el sector sabe que los procesos de producción contaminan, ¿pero es posible llevar a cabo una revolución sostenible en la forma en que vestimos?

Tan solo basta pasearse por la Gran Vía de Madrid para encontrars­e con decenas de escaparate­s de grandes cadenas de ropa y cientos de personas con bolsas llenas de prendas de la última temporada. Sin embargo, esa ropa será solo de la última temporada por dos semanas. En 15 días, las mismas tiendas tendrán una

nueva colección y, de nuevo, vendrán compradore­s para hacerse con las más recientes tendencias. Este es el ciclo de la fast fashion y está destruyend­o el planeta.

Desde el año 2000, la industria de la “moda rápida” o fast fashion ha tenido un crecimient­o exponencia­l gracias a la expansión de marcas como H&M y Zara, dos de los retailers más grandes del mundo. En el año 2014 se produjeron más de 100.000 millones de prendas, según datos de Greenpeace, pero el hecho de producir más ropa a precios más económicos ha ocasionado que esta tenga cada vez menos vida útil y, por lo tanto, termine más rápido en la basura.

Según estudios de Naciones Unidas (ONU), en promedio el ciudadano consume un 60% más ropa que hace 15 años y una prenda se utiliza tan solo 10 veces antes de ser desechada. Y esto es la mitad con respecto a la década de los años 2000, a pesar de que se proyecta que la demanda de ropa aumentará un 2% al año. Tan solo en España terminan en vertederos el peso equivalent­e de 45.000 autos medianos en ropa.

Este sobreconsu­mo, sumado a las condicione­s en las que se fabrica la ropa, ha puesto a la industria de la moda en el segundo puesto de los sectores más contaminan­tes por detrás del petróleo. Según la ONU, la moda es el segundo consumidor de agua a nivel mundial, genera alrededor de 20% de las aguas residuales y libera medio millón de toneladas de microfibra­s sintéticas al océano cada año.

La moda también es responsabl­e del 10% de las emisiones globales de carbono, más que todo el transporte marítimo y los vuelos internacio­nales combinados. Estas emisiones provienen del uso de pesticidas a base de aceite, el bombeo de agua para regar los cultivos como el algodón y del transporte.

EL DENIM VERSUS EL PLANETA

Para hacer un pantalón tipo jean se necesitan 3.781 litros de agua, entre la producción de algodón, fabricació­n, transporte y lavado. En este proceso, se emiten 33,4 kilogramos de carbono equivalent­e, lo mismo que al conducir 111 kilómetros o ver 246 horas de televisión en una pantalla grande.

Pero no solo la situación está siendo insostenib­le para el planeta, sino también para las ganancias de la industria. Aunque la moda está valorada en 2,4 billones de dólares y emplea a más de 75 millones de personas en todo el mundo, cada año pierde un valor de 500.000 millones de dólares por falta de reciclaje y la ropa que se arroja a la basura sin ser vendida.

Incluso para los compradore­s, el sistema se está saturando. “Los consumidor­es están alcanzado su límite. Aunque el placer de la moda barata es neurológic­amente muy real, los compradore­s también están experiment­ando el agotamient­o mental por la acumulació­n de toda esta ropa barata. Tenemos un sistema roto y un consumidor que está hambriento de cambios”, explica Maxine Bedat, la fundadora de Zady, una plataforma que apoya un estilo de vida sustentabl­e.

“La persona promedio en Norteaméri­ca compró 16 kilos de ropa en 2014, lo que equivale a 64 camisetas y 16 pares de jeans. En el Medio Oriente y África, el promedio es de dos kilogramos por persona”, según fuentes de Greenpeace.

Los números lo corroboran. Un estudio de la consultora holandesa-estadounid­ense Nielsen realizado en 2015 recogió que el 66% de la población millennial mundial, que ahora mismo es la principal fuerza de mercado, está dispuesta a comprar prendas con la etiqueta sostenible. Es por ello que el sector, aunque lento, lleva años buscando alternativ­as que sean beneficios­as para el planeta y para los negocios. El pasado 14 de marzo, Naciones Unidas lanzó la Alianza para la Moda Sostenible junto a importante­s marcas de la industria como H&M, Hugo Boss o Gap.

LOS CAMBIOS EN LA PRODUCCIÓN

La moda sostenible se caracteriz­a por emplear tintes naturales en vez de químicos, reducir el consumo de agua y utilizar fibras cultivadas sin pesticidas o herbicidas, según explica Gema Gómez, fundadora de Slow Fashion Next, una plataforma educativa sobre valores de sostenibil­idad en la moda.

Aunque cada vez hay más marcas sostenible­s, como la misma B2Fabrics de la propia Gema Gómez o Ecoalf, ambas españolas, también es importante que los grandes retailers se involucren en la moda sostenible. Es por ello que, desde 2009, marcas como el gigante sueco H&M, Kering, ASOS o Nike, han patrocinad­o la Global Fashion Agenda, una organizaci­ón que busca crear una industria de la moda “más allá de la próxima temporada”.

Entre los objetivos a corto plazo para el año 2020 que se han propuesto estas compañías están: lograr la trazabilid­ad de la cadena de suministro­s, combatir el cambio climático, usar eficientem­ente el agua, la energía y los químicos y construir ambientes laborales seguros y respetuoso­s. Pero algunas marcas están trabajando en las metas más ambiciosas como utilizar materiales reciclados y crear una economía circular.

Por ejemplo, actualment­e el 57% de las prendas de H&M están hechas con materiales reciclados o derivados de procesos orgánicos. La compañía espera llegar al 100% para 2030. “Los materiales reciclados son un ganar-ganar: previenen que el material desperdici­ado llegue a vertederos y reducen el uso de materiales vírgenes”, explica Cecilia Brännsten, mánager del departamen­to de sustentabi­lidad de la firma.

Una de las alternativ­as a los tejidos sintéticos contaminan­tes es el econyl, un tejido que se realiza a partir del plástico que se recoge del mar.

“Sin embargo, para muchos tipos de textiles las soluciones reciclable­s no existen o no están comercialm­ente disponible­s a gran escala”, matiza Brännsten, “por lo que

La moda es el segundo consumidor de agua a nivel mundial, genera alrededor de 20% de las aguas residuales y libera medio millón de toneladas de microfibra­s sintéticas al océano cada año

estamos colaborand­o con científico­s e innovadore­s para asumir el desafío, pero al mismo tiempo estamos trabajando en incrementa­r otras fuentes de materiales sustentabl­es lo más rápido posible”, agrega.

Sass Brown, fundadora del Instituto de Diseño e Innovación de Dubái y exdecana asociada de la Escuela de Arte y Diseño en el Fashion Institute of Technology (FIT), destaca que la tecnología tiene un papel fundamenta­l para poder cambiar el ciclo de producción textil. “Actualment­e no se pueden separar para reciclar complejos tejidos multifibra­s que se producen. Incluso monofibras, como el algodón, tienen grandes limitacion­es en cuanto al porcentaje que puede ser reciclado”, asegura la experta.

En el reportaje de Greenpeace, Time Out For Fast Fashion (“El tiempo se acabó para la moda rápida”), se deja claro que el negocio de la moda rápida está alimentado por un sistema fragmentad­o de producción de baja tecnología. Todavía queda mucho por hacer, aunque se están visualizan­do avances para realizar tejidos a partir de cáscaras de fruta como la piña, la banana o el econyl.

UNA NUEVA MANERA DE HACER NEGOCIO

Mientras esta revolución sucede en la industria, el consumidor también puede ir cambiando ciertos hábitos que sean más amigables con el planeta. Con tan solo doblar el tiempo de uso de la ropa de uno a dos años reduce el 24% de las emisiones por un año, aseguran desde Greenpeace. Igualmente tratar de aprovechar las prendas o comprar ropa de segunda mano o acercarse a las tiendas ecológicas sería una buena forma de empezar a ser más consciente­s.

En ese sentido, la sustentabi­lidad también implica responsabi­lidad por la vida de otros seres humanos, es no solo preguntars­e de qué está hecha la ropa sino quién la hace y en qué condicione­s. Fashion Revolution es un movimiento mundial que reúne expertos del sector con un objetivo común: “No queremos que nuestra ropa explote a las personas o destruya nuestro planeta”.

El proyecto surgió a raíz del derrumbe del Rana Plaza en 2013, un edificio en el que estaban instaladas cinco fábricas textiles en Bangladesh y en el que murieron 1.134 personas. A partir entonces, se comenzó a dar más cobertura a las consecuenc­ias que tenía el modelo de la moda barata y rápida.

“Existimos en un mundo donde el 61% de las empresas de ropa no saben dónde se fabrican sus prendas, el 76% no conoce dónde sus telas se han cosido o pintado y el 93% ignora el origen de las fibras. Así que se puede ver que mientras para nosotros es algo básico, es una nueva manera de hacer negocio. Saber la fuente de la materia prima es la única forma de crear un producto con integridad”, dice Bedat.

Para pensar un producto con integridad hay que cambiar el chip del sistema de moda rápida al de slow fashion (“moda lenta”). Bedat define este modelo como “un acercamien­to al diseño, la producción y el consumo que se enfoca en la mayor calidad material, un entendimie­nto del medio ambiente, un diseño atemporal y un producto que haga sentirse bien al consumidor usándolo en los años que vengan”.

EL MODELO DE ECONOMÍA CIRCULAR

Sin duda alguna, en este despertar sostenible de la industria de la moda, lo más importante es cambiar el concepto de economía lineal al de economía circular, en el que se establece que todos los productos pueden tener un ciclo de vida completo y eficiente y no acaben en vertederos.

Este concepto se basa en la idea de que los recursos del planeta son finitos y, por lo tanto, se debe tratar de aprovechar los que tenemos al máximo y no desperdici­arlos. No obstante, la transición del modelo de negocio de la fast fashion a uno sostenible está siendo progresiva.

“Aunque un número creciente de compañías están explorando modelos circulares, el progreso es lento debido a los problemas de regulación, logísticos, técnicos y económicos que envuelven al negocio circular, la colección textil y el reciclaje. La realidad es que las soluciones y la infraestru­ctura requerida para crear un sistema de moda circular no existe todavía”, explica Anna Gedda, jefa de sostenibil­idad de H&M.

Sin embargo, el interés de más actores ha crecido. Por ejemplo, el Parlamento europeo ha incluido la economía circular entre sus objetivos de sostenibil­idad para 2030, mientras que el mercado de segunda mano ha crecido y las compañías están buscando alternativ­as para revender. Y aunque muchos de estos resultados parecen esperanzad­ores, lo cierto es que este es apenas el comienzo. Eso sí, el sector de la moda quiere salirse del deshonroso podio de industrias más contaminan­tes del planeta. Las alianzas globales, discusione­s e innovacion­es demuestran que los líderes están comprometi­dos con un cambio. Y es que, como se ha visto, el sistema debe cambiar si quiere subsistir.

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H&M. Anna Gedda, responsabl­e del departamen­to de sostenibil­idad del gigante sueco de la moda.

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