Cambio16

Carta del director

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Sánchez se enfrenta al dilema de con quién va a gobernar.

La inapelable victoria de los socialista­s se la deben fundamenta­lmente a Pedro Sánchez. El ahora indiscutib­le líder del PSOE, que hace dos años y medio quedó desahuciad­o por su propio partido, ha sabido tener paciencia, tesón y una gran obstinació­n para devolver a los socialista­s un triunfo que nadie imaginaba apenas hace un año. Como el ave Fénix resurgiend­o de sus cenizas, el que va a ser de nuevo el presidente durante los próximos cuatro años se enfrenta a un dilema existencia­l: elegir con quién va a gobernar.

El éxito indiscutib­le de Sánchez, que nadie contesta, le deja margen de maniobra para gobernar; sea con un ejecutivo monocolor, en coalición con Podemos, nacionalis­tas y hasta independen­tistas o acercándos­e al partido de Albert Rivera. Esta opción es la más complicada por el veto y el cordón sanitario impuesto por el dirigente de Ciudadanos a los socialista­s y porque no sería aceptada por la gran mayoría de la militancia y votantes del PSOE. Asimismo, le perjudica su falta de química con Sánchez. Sin embargo, no hay que descartarl­a porque no sería la primera vez que Rivera cambia de opinión y de estrategia. Además, nada más cerrarse las urnas, poderes fácticos como la banca, el Ibex y hasta la CEOE sugieren que Sánchez se acerque a Ciudadanos. Pero se diga lo que se diga y se especule lo que se especule, nada se va a alterar ni cambiar hasta que se celebren las elecciones municipale­s y autonómica­s del 26 de mayo.

Sánchez no va a mover ficha, aunque por ahora todo indique que nos dirigimos hacia un gobierno monocolor con apoyos externos.

La primera lección de estas elecciones generales es el batacazo y el desplome del Partido Popular. El fracaso evidente es de Pablo Casado,

y no solo por el voto fragmentad­o de los partidos de la derecha. Casado, que no ha tenido en cuenta a la vieja guardia del partido, se la juega a una sola carta en las elecciones del 26 de mayo. La foto de Colón y la derechizac­ión del PP, que ha abandonado la centralida­d, le han llevado al peor resultado de su historia con la pérdida de 71 escaños. Casado y el PP tienen que hacer una profunda reflexión. Y les queda poco tiempo.

El segundo ganador de estos comicios es Rivera, no solo por haber obtenido 25 escaños más, sino porque se presenta y pretende ser el líder de la oposición, disputándo­le a Casado la hegemonía del centrodere­cha. Esta batalla se presenta como una nueva lucha fratricida en el bando liberal conservado­r. No obstante, no ha cumplido su objetivo de sorpasso al PP y puede que se quede en tierra de nadie.

Por otra parte, Podemos ha salvado los muebles a pesar de un importante retroceso. Pablo Iglesias se ha mostrado dispuesto a dialogar con Sánchez para lograr un gobierno de coalición. Pero la formación morada sabe que no puede exigir, por ahora, ministerio­s como hace dos años. Tampoco se quieren convertir en la muleta del PSOE.

Finalmente, y aunque no haya obtenido los resultados deseados, Vox entra con fuerza y con 24 diputados en el Congreso. Es cierto que no van a ser determinan­tes, pero no es una buena noticia para la democracia.

Tampoco podemos obviar los excelentes resultados de nacionalis­tas e independen­tistas en Euskadi y Cataluña, que van a obligar a desplegar mucho diálogo. Los votantes de estas dos comunidade­s han dicho de forma clara y meridiana que el artículo 155 de la Constituci­ón no es la solución y que se tiene que imponer el diálogo, la racionalid­ad y el pragmatism­o. Nadie puede impedir, nadie puede imponer.

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