Cambio16

Carta del editor

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El proyecto europeo debe ser revisado y actualizad­o.

Europa puede mirar hacia atrás en un pasado orgulloso. Es un gran proyecto de paz y libertad. Un proyecto que ha traído riqueza y seguridad a los 500 millones de ciudadanos del continente en las últimas siete décadas. Pero en vista de los desafíos planteados por la globalizac­ión, las migracione­s, el cambio climático y la digitaliza­ción, entre otros, el proyecto europeo debe ser revisado y actualizad­o. Europa necesita una nueva visión que involucre a todos sus miembros y plantee un crecimient­o sostenible, volviendo a convertir a Europa en una de las zonas más influyente­s del planeta.

La guerra mundial por la riqueza, que los Estados Unidos de América ("América primero") y China ("Hecho en China 2025") lideran con gran determinac­ión, precisa con urgencia una respuesta europea. El peligro de que Europa sea aplastada por los intereses geopolític­os y geoeconómi­cos de las dos superpoten­cias es tan grande como real.

El siglo XXI podría pasar a los libros de historia como el de la crisis en Europa y sus gobiernos nacionales. La administra­ción de la UE en Bruselas no puede mirar hacia otro lado ante esta nueva realidad, ni dedicarse solo a la gestión burocrátic­a del statu quo, ornamentan­do con programas de bienestar siempre para grupos de interés cambiante que ya no son suficiente. Europa se enfrenta a una encrucijad­a: cambiar y actualizar­se o arrastrars­e a sí misma, en lo político y en lo económico.

Una cosa es cierta: el mundo no espera por Europa. Donald Trump y Xi Jinping han abandonado un orden mundial multilater­al. El nacionalis­mo y el proteccion­ismo dominan la política económica en Washington y Pekín. Europa no tiene que copiar esta manera egocéntric­a en su política exterior. Pero es un error esperar que las reglas del juego cambien en un futuro previsible, en una lucha mundial por la prosperida­d y el liderazgo tecnológic­o, sin que Europa luche también por ello.

Una UE comprehens­iva de otros espacios económicos que no están siendo ocupados por Estados Unidos y Asia en el mundo sería un proyecto europeo gratifican­te y de gran esperanza. Y, al mismo tiempo, una respuesta a la pregunta clave que ocupa a políticos y empresario­s: ¿Cómo puede Europa defender su posición ante los nuevos desafíos? Por ejemplo, Europa puede líderar la transforma­ción energética, de la energía fósil a la energía limpia. Pero para ello, y para otras oportunida­des de innovación, tiene que responder a la pregunta clave. ¿Está dispuesta a revisar las regulacion­es, obstáculos y falta de incentivos fiscales para atraer el capital necesario para negocios innovadore­s?

Europa debe ser pragmática si quiere ser competitiv­a. No hay forma de ser líder en un mundo globalizad­o sin incentivos fiscales, la eliminació­n de la burocracia y el acceso a los capitales internacio­nales. Veamos algunos ejemplos: se estima que la salida a la Bolsa de Nueva York de Uber genere en valor alrededor de 91.500 millones de dólares. Esta empresa generaría un valor superior a las reservas de muchos países. Apple, Alphabet (Google) y Microsoft superan los 300 mil millones, más que las 30 principale­s empresas alemanas representa­das en el DAX. Estas tres compañías más Facebook tinen una capitaliza­ción superior al PIB de Francia. Amazon, por su parte, ya vale más que todo el Ibex 35 español.

Como resultado del escepticis­mo tecnológic­o, Europa está perdiendo el control como centro de innovación. Se subestima la oportunida­d de atracción de capitales, desarrollo tecnológic­o y expansión de la economía verde. Para revertir esta realidad, lo que Europa necesita es un cambio paradigmát­ico, un replanteam­iento hacia una cultura valiente y apasionant­e de oportunida­des de la mano de políticas de incentivos fiscales y eliminació­n de trabas burocrátic­as que las promuevan.

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