Carta del editor
El proyecto europeo debe ser revisado y actualizado.
Europa puede mirar hacia atrás en un pasado orgulloso. Es un gran proyecto de paz y libertad. Un proyecto que ha traído riqueza y seguridad a los 500 millones de ciudadanos del continente en las últimas siete décadas. Pero en vista de los desafíos planteados por la globalización, las migraciones, el cambio climático y la digitalización, entre otros, el proyecto europeo debe ser revisado y actualizado. Europa necesita una nueva visión que involucre a todos sus miembros y plantee un crecimiento sostenible, volviendo a convertir a Europa en una de las zonas más influyentes del planeta.
La guerra mundial por la riqueza, que los Estados Unidos de América ("América primero") y China ("Hecho en China 2025") lideran con gran determinación, precisa con urgencia una respuesta europea. El peligro de que Europa sea aplastada por los intereses geopolíticos y geoeconómicos de las dos superpotencias es tan grande como real.
El siglo XXI podría pasar a los libros de historia como el de la crisis en Europa y sus gobiernos nacionales. La administración de la UE en Bruselas no puede mirar hacia otro lado ante esta nueva realidad, ni dedicarse solo a la gestión burocrática del statu quo, ornamentando con programas de bienestar siempre para grupos de interés cambiante que ya no son suficiente. Europa se enfrenta a una encrucijada: cambiar y actualizarse o arrastrarse a sí misma, en lo político y en lo económico.
Una cosa es cierta: el mundo no espera por Europa. Donald Trump y Xi Jinping han abandonado un orden mundial multilateral. El nacionalismo y el proteccionismo dominan la política económica en Washington y Pekín. Europa no tiene que copiar esta manera egocéntrica en su política exterior. Pero es un error esperar que las reglas del juego cambien en un futuro previsible, en una lucha mundial por la prosperidad y el liderazgo tecnológico, sin que Europa luche también por ello.
Una UE comprehensiva de otros espacios económicos que no están siendo ocupados por Estados Unidos y Asia en el mundo sería un proyecto europeo gratificante y de gran esperanza. Y, al mismo tiempo, una respuesta a la pregunta clave que ocupa a políticos y empresarios: ¿Cómo puede Europa defender su posición ante los nuevos desafíos? Por ejemplo, Europa puede líderar la transformación energética, de la energía fósil a la energía limpia. Pero para ello, y para otras oportunidades de innovación, tiene que responder a la pregunta clave. ¿Está dispuesta a revisar las regulaciones, obstáculos y falta de incentivos fiscales para atraer el capital necesario para negocios innovadores?
Europa debe ser pragmática si quiere ser competitiva. No hay forma de ser líder en un mundo globalizado sin incentivos fiscales, la eliminación de la burocracia y el acceso a los capitales internacionales. Veamos algunos ejemplos: se estima que la salida a la Bolsa de Nueva York de Uber genere en valor alrededor de 91.500 millones de dólares. Esta empresa generaría un valor superior a las reservas de muchos países. Apple, Alphabet (Google) y Microsoft superan los 300 mil millones, más que las 30 principales empresas alemanas representadas en el DAX. Estas tres compañías más Facebook tinen una capitalización superior al PIB de Francia. Amazon, por su parte, ya vale más que todo el Ibex 35 español.
Como resultado del escepticismo tecnológico, Europa está perdiendo el control como centro de innovación. Se subestima la oportunidad de atracción de capitales, desarrollo tecnológico y expansión de la economía verde. Para revertir esta realidad, lo que Europa necesita es un cambio paradigmático, un replanteamiento hacia una cultura valiente y apasionante de oportunidades de la mano de políticas de incentivos fiscales y eliminación de trabas burocráticas que las promuevan.