Un viaje al abismo
El histórico grupo turístico británico Thomas Cook parece incapaz de adaptarse a los cambios de sus clientes en la manera de elegir su forma de viajar y reconoce unas pérdidas millonarias.
La compañía Thomas Cook es un gigante con pies de barro. Y sus malos resultados han venido registrándose en los últimos años de forma sucesiva, pero incrementándose con el paso del tiempo hasta lograr que los analistas financieros y las agencias de calificación lo tipifiquen ya de enfermo terminal. Con una deuda desbocada y con una auténtica tormenta en ciernes –Brexit más el precio del petróleo y sumado a la digitalización del negocio turístico– que no ha sabido afrontar. Una de las únicas posibilidades que le queda al grupo para ganar algo de tiempo es la venta de sus activos más preciados, como la compañía aérea, que a pesar de estar sufriendo por el precio del crudo sigue siendo la joya de la corona. Sus aviones transportaron en 2018 a 20 millones de pasajeros. Además, dada su alarmante caída en bolsa tampoco sería de extrañar que algún fondo buitre vinculado al sector vacacional se haga con la compañía a precio de saldo. En dos días, tras el anuncio de su delicada situación financiera, Thomas Cook perdía en bolsa más de la mitad de su valor que ya se encontraba muy tocado tras años de malas noticias sobre su futuro.
¿Pero qué le ha pasado a Thomas Cook para llegar a la situación actual? Los analistas coinciden en que el principal problema ha sido la falta de visión de la histórica compañía para adaptarse a los cambios del mercado. El negocio hotelero y de viajes ha sido uno de los que más ha sufrido la digitalización y el auge de las páginas de internet. Hoy en día es más fácil y económico saltarse a los touroperadores y a las tradicionales agencias físicas cuyas oficinas y delegaciones antes podíamos ver en nuestras ciudades para contratar directamente en destino.
El Brexit también ha sido clave para que el año 2019 sea incluso seis veces peor a los nefastos resultados de 2018. Los británicos se encuentran desconfiados y asustados sobre la suerte que correrán fuera de la Unión Europea y esa incertidumbre
hace que eviten incurrir en gastos que pueden ser considerados superfluos, como es el caso de las vacaciones o desplazamientos de carácter turístico o recreativo.
Para dar una imagen de que la empresa sigue dispuesta a reivindicar su futuro la compañía, que es la firma más antigua en el negocio turístico del mundo, comenzó el pasado mes de marzo un plan para cerrar 21 oficinas en Reino Unido, unas medidas que están suponiendo ya el despido de más de 300 empleados. También ha apostado decididamente por internet con conceptos como Cook's Club y Casa Cook, más vinculados a los gustos de los clientes más jóvenes, que buscan en un hotel sobre todo un espacio de bienestar muy vinculado a la comida sana y a las experiencias relajantes.