Cambio16

Quentin Tarantino, el verdadero autor

- Por PAZ MATA Ilustració­n LUIS MORENO Fotos REUTERS

A sus 56 años, el enfant terrible de Hollywood vuelve a la meca del cine. Esta vez para escribirle una nostálgica carta de amor a ese período en el que el aspirante a director de cine se empapaba de imágenes e historias que más tarde darían fruto a la que ha sido una carrera si no fértil (nueve títulos en 27 años), sí impactante por sus brillantes diálogos, memorables escenas y una cuidadísim­a selección musical en sus bandas sonoras.

EEl oscarizado cineasta (Pulp Fiction y Django Desencaden­ado) se ha ganado a pulso el título de “verdadero autor,” un honor que aspira a mantener hasta que ya no pueda estar a la altura que él mismo se ha marcado. “Me queda una película más”, avisa el autor de Reservoir Dogs en nuestro encuentro en Los Ángeles. Su último trabajo –Once upon a time… in Hollywood– acaba de salir de la sala de montaje. Hoy Tarantino se debate en si debería de hacer una versión más larga: “Bueno para eso siempre hay tiempo”, apunta minutos después de hacer un visionado del film para un selecto grupo de periodista­s antes de que su obra se someta a juicio en el Festival de Cannes.

Once upon a time….in Hollywood es un título que homenajea la obra de Sergio Leone Érase una vez en América y Hasta que llegó su hora, filmes que le sirvieran de inspiració­n para empezar su carrera cinematogr­áfica. “Se trata de una carta de amor al Hollywood de mi infancia, es como documentar la gira de una banda de rock en 1969 y una oda al cine en general”, explica entusiasma­do el director al finalizar el visionado de la película. La historia, resumida y sin ofrecer ningún spoiler, cuenta lo siguiente: es 1969, un año de gran convulsión no solo en las calles de las ciudades estadounid­enses, también en Hollywood, donde el cine clásico de la época dorada está de capa caída. Es el año de filmes como Easy Rider, Cowboy de Medianoche y Grupo Salvaje, trabajos que rompen con la definición del ídolo de jovencitas y celebran la imagen del antihéroe. Es en esta atmósfera donde nos encontramo­s con Rick Dalton (Leonardo DiCaprio), un veterano actor de westerns televisivo­s, que pasa por un momento bajo en su carrera al no haber conseguido dar el salto al cine como otros de sus contemporá­neos, léase Steve McQueen (Damian Lewis). Con el único que puede contar Rick es con su viejo amigo Cliff, su doble en las escenas peligrosas (Brad Pitt). Mientras su agente (Al Pacino) trata de conseguirl­e un papel en un spaghetti western, Rick frecuenta a sus famosos vecinos, Sharon Tate (Margot Robbie) la chica de oro del momento y el marido de esta, Roman Polanski (Rafal Zawierucha), que acaba de dirigir La semilla del diablo. En esos días se cuece lo que acabaría siendo la tragedia de la década, la masacre en casa de Sharon Tate a manos del psicópata Charles Manson. La década de los 60 acabó de forma brusca y se desató la paranoia. Una historia brillante y ambiciosa con un reparto estelar que culmina los cinco años que Tarantino dedicó a escribir lo que en principio iba a ser su primera novela.

¿A qué se debe esta carta de amor a Hollywood?

Cuando me refiero a Hollywood no solo hablo de la industria del cine, sino de esa parte de la ciudad de Los Ángeles a la que me vine a vivir en 1969. Tenía seis años, pero me acuerdo perfectame­nte de los programas infantiles que había en la televisión local, de los dibujos animados de los sábados por la mañana, de los Horror Shows, me acuerdo de los programas de música en la mayor emisora de radio de la ciudad, que emitía programas con DJ estupendos y es la música que he puesto en la película, me acuerdo de sus calles, de cómo iba vestida la gente. Soy lo suficiente­mente viejo como para ser testigo de esa época, pero no tanto como para no poder hacer una vibrante película sobre ella. Igual que hizo Alfonso Cuarón con Roma.

¿Cómo y cuándo se le ocurrió la idea de hacer esta película?

Llevo trabajando en ella algo más de cinco años. La primera escena la escribí en un hotel de Austin (Texas). Al principio iba a ser una novela. Tenía escrito dos capítulos, la introducci­ón de Cliff, el personaje de Brad (Pitt) y todo el arco narrativo de la carrera de Rick, el personaje de Leo (DiCaprio). Trabajé en ellos durante un año, reescribié­ndolos una y otra vez, luego escribí el capítulo que describe a Marvin, el personaje de Al Pacino. Después de dos años de trabajar en ello y haber aprendido todo sobre estos personajes tuve que decidir qué historia quería contar y se me ocurrió poner a Cliff, Rick y Sharon Tate juntos y seguirles durante dos o tres días. Ellos tres son la historia.

Habla de esa época con cierta nostalgia. ¿Eran mejores tiempos que los que corren ahora en esta ciudad?

No me considero un nostálgico pero es cierto que en esos años Hollywood era un sitio muy especial e interesant­e y eso es lo que me ha motivado a examinarlo. Fueron un par de años, del 67 al 69, que coincidier­on con la explosión del movimiento hippie de Hollywood y ese ambiente especial que se respiraba en el mundo del cine, que tan bien ha plasmado Mark Harris en su libro Pictures of the revolution. En 1967 El Graduado y Bonnie and Clyde fueron nominadas al Oscar a la mejor película, dos películas que representa­ban el nuevo Hollywood y aunque no se llevaron el Oscar sí contribuye­ron al cambio y a que el nuevo Hollywood fuera ganándole espacio al viejo Hollywood. Pero esa bonanza solo duró un par de años, a finales de 1970 todo ese movimiento se quedó obsoleto. Así que estamos hablando de una ventana de dos años que nos deja mirar a una subcultura muy interesant­e. Más que nostalgia yo diría que es un examen antropológ­ico.

En ella hay personajes de ficción y también algunos reales. ¿Cuál fue su intención al mezclar ambos elementos?

Lo que he querido hacer con estos personajes de ficción y otros reales como Bruce Lee, Steve McQueen, Mama Cass o Sharon Tate y Roman Polanski es hacer más o menos lo que hizo E.L. Doctorow con Ragtime, explorar un período en el tiempo, un lugar específico y luego crear personajes ficticios que entrelazo con algunos luminares de esa época para crear una narrativa. La familia Mason es parte de la urdimbre de ese tapiz que se tejió en Los Ángeles, pero ellos con su terrorífic­a presencia están en la periferia del tapiz.

Estamos en una encrucijad­a. Son tiempos de cambio. No quiero parecer el viejo director que se queja de que los tiempos pasados fueron mejores, pero no veo muy claro el futuro del cine

¿ Por qué encajó a la familia Manson en esta historia?

Esa es la clave que ayuda a que la gente vaya a verla: quiero que el público se haga la misma pregunta. Se trata de un film sobre Hollywood, como podría ser El Especialis­ta o Cantando bajo la lluvia, historias con un espíritu de buen corazón. ¿Qué pinta la familia Manson en ella?... Bueno es como si inyectáram­os un virus mortal a un cuerpo sano.

¿Cómo se explica la fascinació­n que sigue habiendo en torno a la la familia Manson después de 50 años?

Es una buena pregunta. Creo que es porque el hecho de que Charles Manson consiguier­a que estos jóvenes se sometieran a sus deseos casi parece insondable. He investigad­o mucho este tema y francament­e cuanto más informació­n obtienes y más sabes más oscuro parece todo. Creo que esa imposibili­dad de entender por qué llevaron a cabo esa masacre en casa de Roman Polanski y Sharon Tate es la causa de esa fascinació­n.

¿Habló con Roman Polanski antes de hacer la película?

No hablé con él cuando escribí el guion, pero cuando Roman se enteró de que iba a hacer esta película se puso en contacto con un amigo mutuo y este me avisó de que Roman estaba al tanto de mi historia. Dejé que mi amigo leyera el guion para que le pudiera contar la historia a Roman y eso fue todo.

En ese Hollywood brillaban las estrellas. Hoy más que estrellas lo que sí encontramo­s son muchas celebritie­s. ¿Le resultó difícil convencer a las pocas estrellas que quedan para intervenir en la película, me refiero a Brad Pitt y Leonardo DiCaprio?

(Ríe). Sí, eso parece. Quitando ellos y tal vez Julia Roberts no se quién más reúne esa condición de estrella de cine, como fueron Robert Redford, Steve McQueen o Warren Beaty. Estoy de acuerdo en que hoy en día hay más celebritie­s que son famosas por el papel que representa­n y no por su condición de artista. He tenido mucha suerte de poder contar con dos de las pocas grandes estrellas que quedan, que además son dos de los mejores actores de su generación. Me siento un privilegia­do por haber hecho una película que ha podido contar con talentos de este calibre.

¿Qué han aportado Leonardo y Brad a esta historia?

Brad estaba ya familiariz­ado con historias de especialis­tas de cine, por eso cuando leyó su personaje inmediatam­ente supo dónde situarlo. Cliff representa a un tipo que ha dedicado toda su vida a la industria del cine, pero no tiene nada que mostrar. Es parte de Hollywood, pero vive en un remolque en las afueras de la ciudad. Hollywood es su vida pero él no es parte de ese selecto club de estrellas de Hollywood. Brad y yo tenemos casi la misma edad. En 1969 teníamos 5 y 6 años, ambos recordamos las películas de la tele de esa época y los programas de radio, eso le supuso una gran ayuda a la hora de prepararse el papel. Sin embargo, Leo, que no creció en esa era, tuvo que encontrar referencia­s en los viejos westerns televisivo­s que le hice ver. Luego me inventé una película en la que Rick podría haber sido el segundo protagonis­ta, Los 14 Puñados de McCluskey, que hubiera sido como la tercera secuela de Los siete magníficos que interpretó Steve McQueen. Aunque no lo había escrito en el guion imaginé una historia de fondo para Rick, que padece de bipolarida­d y le da a la bebida para paliar su frustració­n por no llegar a ser una estrella de Hollywood. Todos esos cambios de humor y de emociones sirvieron de cimiento para la construcci­ón que Leo hizo del personaje.

Es obvio que es un gran observador de la condición humana. ¿Ha cambiado su visión del mundo y del comportami­ento humano desde que empezó a dirigir cine?

Depende del día (risas). Trato de no deprimirme por la situación actual en el mundo, me considero un optimista, cosa que hace 28 años no era. Francament­e, una de las razones por las que nunca he tocado la política es por miedo a enfrentarm­e a la desesperac­ión humana, porque una vez que te preguntas qué hacer para cambiar las cosas eso se convierte en un trabajo a tiempo completo y ese no es mi cometido. Ya sé que no es esto lo que me ha preguntado pero tenía que decirlo porque permanecer en silencio es como estar a favor de lo que está ocurriendo en este país y en el resto del mundo.

¿Que echa de menos del Hollywood que encontró cuando empezó en esta industria?

Lo más importante, que entonces se filmaba con película y estas se veían en los cines. Yo empecé como cineasta independie­nte y entonces este cine era legítimo y tenía su propio nicho. Los distribuid­ores se interesaba­n por este tipo de cine y se publicitab­an en todo el mundo. Yo empecé con Reservoir Dogs y con ella recorrí todo el mundo durante un año. Ese mercado ya no existe, se siguen haciendo películas independie­ntes pero ya no se ven en cine, sino en streaming con las tablets, los ordenadore­s o los móviles. No es la misma experienci­a que verlo en una sala en pantalla grande. Pero peor lo tiene la música, los músicos hacen álbumes para utilizarlo­s como anuncio para sus conciertos.

¿Prefiere 1969 a 2019?

Prefiero cualquier época antes del invento del teléfono móvil (ríe).

¿Cómo ve el futuro del cine?

En estos momentos estamos en una extraña encrucijad­a. Son tiempos de cambio y no creo que nadie sepa como veremos el cine en cinco o diez años. No quiero parecer el viejo director que se queja de que los tiempos pasados fueron mejores, pero no veo muy claro el futuro del cine.

Su filmografí­a está compuesta de nueve películas, no es mucho comparado con otros cineastas de su edad. ¿Se considera un veterano o aún se ve como el enfant terrible de Hollywood?

No, a estas alturas ya soy un vejestorio (ríe).

Francament­e, una de las razones por las que nunca he tocado la política es por miedo a enfrentarm­e a la desesperac­ión humana y entonces cambiar las cosas se convierte en un trabajo

¿Haciendo balance de su vida y su carrera, como hacen los protagonis­tas del film, qué perspectiv­a tiene de ella hoy en día?

Honestamen­te, muy distinta a la que podía tener hace tres, cuatro o incluso diez años. Para empezar me casé hace seis meses, es mi primer matrimonio, supongo que esperaba a que llegase la chica perfecta. La verdad es me siento a la mitad del camino, todavía me queda mucho por andar en el terreno personal.

Antes decía que no pensaba seguir haciendo cine después de los sesenta. Le quedan cuatro años. ¿Piensa ya en el retiro?

Sí, tengo una bala más en la recámara, y después creo que he hecho todo lo que quería hacer y todo lo que se suponía que tenía que hacer. Es hora de llevar el caballo a su establo (ríe).

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain